Bocados de tentación (cinco sentidos)

Capítulo 10

El día después del duelo, Ha-Yoon llegó temprano a Armonía. La cocina, normalmente un refugio de paz y creatividad, parecía más silenciosa de lo habitual. Aunque el restaurante seguía funcionando a la perfección, la derrota en el duelo la había dejado inquieta. Revisó el menú del día y comenzó a preparar los ingredientes con movimientos mecánicos, como si sus manos trabajaran en piloto automático.

—¿Chef? —dijo una voz detrás de ella. Era uno de sus ayudantes, Joon-Ho—. Hay alguien que quiere hablar contigo.

La chica frunció el ceño. No esperaba visitas.

—¿Quién es?

Antes de que el joven pudiera responder, una figura familiar apareció en la puerta de la cocina: Ji-Woon. Llevaba ropa casual, algo raro en él, pero incluso así parecía dominar el espacio con su presencia.

—¿Qué haces aquí? —preguntó ella, dejando el cuchillo que sostenía.

El hombre alzó las manos en señal de paz y contestó:

—No vine a causar problemas. Solo quería hablar.

—¿Hablar de qué? —la chef se cruzó de brazos—. ¿De cómo disfrutaste tu victoria?

Él suspiró, pero en lugar de responder con una de sus acostumbradas réplicas sarcásticas, dijo algo que la tomó por sorpresa:

—Quiero disculparme.

La confesión la dejó desconcertada. Lo miró en silencio, buscando algún indicio de burla, mas su expresión era seria, casi cansada.

—¿Disculparte? —repitió ella, sin poder evitar el escepticismo en su voz—. ¿Por qué?

—Por todo. Por cómo terminó nuestra relación profesional en el pasado. Por lo que dije durante el duelo. Por… bueno, por ser yo —comentó con una sonrisa amarga.

La muchacha sintió que su guardia bajaba, aunque no lo quería. Se apoyó contra la mesa de trabajo y lo observó.

—¿Qué es esto, Ji-Woon? ¿Un intento de hacerme bajar la guardia antes de otro golpe bajo?

—No es eso —negó con la cabeza—. Solo… Estoy cansado de llevar este peso.

La vulnerabilidad en su voz la desarmó. Por primera vez, Ji-Woon no parecía el hombre arrogante que disfrutaba provocarla, sino alguien con cicatrices que intentaba esconder.

—No entiendo nada —la chef mantuvo su tono firme, pero no pudo evitar sentirse intrigada—. ¿De qué peso hablas?

Él suspiró y se acercó a una de las mesas para tomar asiento. No la miró directamente mientras hablaba, como si le costara encontrar las palabras y respondió:

—Cuando trabajábamos juntos… yo estaba desesperado por demostrarme a mí mismo que podía ser alguien. Alguien que valiera la pena. Mi familia nunca creyó en mí, y ser chef era lo único que realmente me hacía sentir vivo —ella lo escuchaba en silencio, sin interrumpir—. Tomé decisiones de las que no estoy orgulloso. Tomé el crédito por tu receta porque pensaba que, si no lo hacía, perdería mi oportunidad. Y, aunque logré avanzar, ese momento siempre ha estado conmigo, como un recordatorio de que lo logré traicionando a alguien que me importaba.

Las palabras de Ji-Woon cayeron como una bomba en la mente de la chica. Había pasado años odiándolo por ese acto, viéndolo como un enemigo, y ahora descubría que él también había cargado con ese peso.

—¿Por qué me dices esto ahora? —inquirió al fin, con su voz más suave.

—Porque estoy cansado de pelear contigo. Y porque quiero que sepas que abrir Elixir no fue un ataque contra ti. Fue un intento de empezar de nuevo.

La joven no sabía cómo responder. Durante años había alimentado su ira hacia él, construyendo una imagen de él como un hombre egoísta e insensible. Pero ahora, esa imagen comenzaba a desmoronarse.

—No sé si puedo perdonarte, Ji-Woon —dijo, con su voz cargada de honestidad.

Él asintió, como si lo esperara.

—No te estoy pidiendo que lo hagas. Solo quería que supieras la verdad.

El chico se levantó y, por primera vez, la chica notó algo diferente en él. No era el chef confiado que siempre buscaba ganar, sino un hombre que luchaba consigo mismo.

—Espero que algún día podamos trabajar juntos de nuevo, Ha-Yoon. No como rivales, sino como iguales.

Sin esperar respuesta, salió de la cocina para dejarla sola con sus pensamientos.

Más tarde ese día, Ha-Yoon se encontró con Na-Ra en su cafetería favorita. El aroma del café recién molido llenaba el espacio, pero la chef apenas lo notaba mientras relataba su encuentro con Ji-Woon.

—¿Así que ahora está arrepentido? —inquirió su amiga, alzando una ceja mientras tomaba un sorbo de su latte.

—Eso dice —respondió Ha-Yoon, jugando con la cuchara en su taza de té.

La sommelier la observó con una mezcla de curiosidad y preocupación, y preguntó:

—¿Y tú qué opinas?

—No sé qué pensar —dejó escapar un suspiro—. Durante años he creído que Ji-Woon era solo un oportunista, alguien que no se detendría ante nada para conseguir lo que quería. Pero… parecía sincero.

Na-Ra apoyó los codos en la mesa para inclinarse hacia ella y contestó:




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