La propuesta de Ji-Woon llegó como una sorpresa. Aún no habían sanado las heridas del sabotaje, y aunque se había disculpado, Ha-Yoon no estaba lista para bajar la guardia. Sin embargo, el evento internacional que mencionó era una oportunidad demasiado importante para ignorarla: una gala culinaria en París que prometía proyectar la cocina coreana hacia un público global.
—Trabajemos juntos en un plato que sorprenda al mundo —dijo él, con una mezcla de firmeza y esperanza en su voz.
Ella cruzó los brazos, observándolo con suspicacia y preguntó:
—¿Y por qué debería aceptar?
—Porque esta no es solo una oportunidad para Elixir o Armonía —respondió mientras le sostenía la mirada—. Es una oportunidad para mostrar lo que podemos hacer como chefs coreanos, dejando a un lado nuestras diferencias.
La lógica era innegable, pero lo que más la sorprendió fue el tono vulnerable en su voz. Después de una breve pausa, Ha-Yoon finalmente cedió.
—Está bien. Pero esto es estrictamente profesional, ¿entendido?
—Entendido —respondió él, esbozando una pequeña sonrisa que no pudo ocultar.
El día siguiente marcó el inicio de su colaboración en la cocina de Armonía. Ji-Woon llegó puntual, con una libreta llena de ideas. Ha-Yoon, fiel a su estilo, ya estaba con su delantal, revisando ingredientes frescos y organizando su estación de trabajo.
—Llegas justo a tiempo —dijo ella, sin apartar la vista de su tabla de cortar.
—¿Esperabas que llegara tarde? —replicó él, con un toque de sarcasmo.
—Esperaba que no vinieras en absoluto —respondió, sin levantar la mirada, aunque un leve esbozo de sonrisa traicionó su seriedad.
Ambos sabían que la tensión seguía ahí, mas esa chispa competitiva que los había definido durante años también alimentaba su creatividad.
Sentados frente a frente, discutieron los conceptos iniciales. Él propuso un plato inspirado en la dualidad del día y la noche: un contraste entre sabores ligeros y frescos con toques intensos y ahumados. Ella, por su parte, sugirió incorporar técnicas tradicionales coreanas con un giro moderno que resaltara ingredientes locales y exóticos.
—¿Qué tal un pescado marinado con doenjang y cítricos? —propuso Ha-Yoon, con un brillo en los ojos mientras esbozaba un boceto del plato—. Podríamos usar una base de algas crujientes para añadir textura.
Ji-Woon asintió, pero añadió su toque:
—¿Y si lo complementamos con una emulsión de yuzu y chile? Algo que despierte los sentidos sin opacar el pescado.
A medida que intercambiaban ideas, la fricción inicial empezó a disiparse, dando paso a una energía colaborativa que hacía tiempo no experimentaban.
El trabajo en equipo no estuvo exento de desafíos. La primera prueba del plato resultó ser un desastre: los sabores se sentían desconectados, como si compitieran entre sí en lugar de complementarse.
—Esto no funciona —dijo la chef, dejando caer su cuchara con frustración.
—Estoy de acuerdo —admitió él, algo que la sorprendió—. Tal vez estamos intentando demasiado. Deberíamos simplificar.
—¿Simplificar? —inquirió con una ceja levantada—. Eso no suena a ti.
—Bueno, supongo que alguien tiene que ser el sensato aquí —replicó él con una sonrisa torcida para ganarse una mirada de advertencia de la chica.
Tras varias horas más de pruebas, finalmente encontraron el equilibrio. El pescado marinado adquirió una profundidad sorprendente gracias a una ligera infusión de té ahumado, y la emulsión de yuzu y chile realzó los sabores sin opacarlos. Ambos se miraron con satisfacción cuando probaron el resultado final.
—Esto… esto es bueno —dijo Ha-Yoon, sorprendida.
—No, esto es excelente —corrigió Ji-Woon, y por primera vez en mucho tiempo, compartieron una sonrisa genuina.
Después de un día agotador, ambos decidieron tomarse un descanso. Sentados en la pequeña oficina de ella, compartieron una botella de makgeolli que Na-Ra había dejado como regalo.
—Nunca pensé que volvería a trabajar contigo —admitió ella, con la mirada fija en su copa.
—Ni yo —respondió él antes de tomar un sorbo—. Pero, para ser honesto, lo extrañaba.
Ha-Yoon lo miró con incredulidad y preguntó:
—¿Extrañabas nuestra constante competencia?
Ji-Woon se encogió de hombros.
—Digamos que nuestra competencia siempre sacó lo mejor de mí. Y creo que tú también lo sabes.
Ella no respondió, pero una parte de ella sabía que él tenía razón. Aunque su relación había estado marcada por tensiones y desacuerdos, también había una chispa creativa que solo surgía cuando estaban juntos.
A pesar de la tregua, el pasado seguía siendo un espectro que rondaba entre ellos. Durante una pausa en la cocina, Ha-Yoon decidió abordar el tema que había evitado desde el inicio de su colaboración.
—¿Por qué lo hiciste? —preguntó de repente para romper el silencio.
Ji-Woon levantó la vista, confuso.