El olor a pan recién horneado llenaba la cocina de Armonía, pero Ha-Yoon no sentía la habitual satisfacción al terminar una jornada. Sus manos temblaban ligeramente mientras sostenía el ejemplar de una vieja revista culinaria. La portada mostraba a Ji-Woon, impecable con su uniforme de chef, sosteniendo el plato que lo había catapultado al éxito. Mas lo que capturaba su atención no era la imagen, sino el título: “Un clásico reimaginado: la receta que revolucionó la gastronomía moderna”.
Con una mezcla de incredulidad y rabia, volvió a leer la descripción del plato. Los ingredientes, las proporciones, incluso la técnica, eran inquietantemente familiares. El corazón le latía con fuerza. Era una variante casi idéntica a una idea que ella misma había propuesto durante las largas noches en su época como sous chef en aquel pequeño restaurante en Busan, donde ambos comenzaron su carrera.
—Esto no puede ser verdad... —susurró.
Apretó la revista contra su pecho, respirando hondo para calmarse. La conexión que había empezado a forjar con Ji-Woon, ese frágil entendimiento, ahora se sentía como una farsa. ¿Había estado jugando con ella todo este tiempo?
Horas después, el sol ya había caído sobre Seúl, y Ha-Yoon se plantó frente a Elixir, con la revista en mano. El interior del restaurante estaba casi vacío, salvo por Ji-Woon, quien revisaba los últimos pedidos en la cocina. Cuando la vio entrar con determinación, dejó lo que hacía y se acercó a ella, con una ligera sonrisa.
—Ha-Yoon, ¿qué haces aquí a esta hora?
Ella no respondió. En lugar de eso, dejó caer la revista sobre la mesa más cercana, señalando la página que contenía la receta.
—Explícame esto.
Él frunció el ceño, confundido al principio, pero al ver la imagen de su plato, su expresión cambió.
—No entiendo, ¿por qué estás tan molesta?
—¡No te atrevas a hacerte el inocente! —exclamó ella, con su voz temblando de rabia—. Esta receta es prácticamente una copia de algo que creamos juntos. Juntos, Ji-Woon. ¿Cuánto tiempo pensabas mantener esto en secreto?
Él la miró en silencio por unos segundos, luego desvió la vista, como si estuviera buscando las palabras correctas.
—No fue así como sucedió... —empezó, pero ella lo interrumpió.
—¿Entonces explícame cómo fue? Porque desde aquí parece que tomaste mi idea, la modificaste ligeramente y la presentaste como tuya. ¿Sabes lo que eso significó para mí? Trabajar a tu lado, confiar en ti, solo para que me robaras algo tan personal.
El chef apretó los puños, con sus labios formando una línea tensa. Por fin, levantó la mirada hacia ella y dijo:
—Nunca fue mi intención lastimarte.
—¿Y eso qué importa ahora? —replicó, con su voz cargada de amargura—. Te quedaste con todo el mérito, Ji-Woon. Mi esfuerzo, mi creatividad... tú te beneficiaste mientras yo quedé en el olvido.
El silencio que siguió fue ensordecedor. El chico parecía debatirse entre justificarse o disculparse. Hasta que, al fin, dejó escapar un suspiro.
—Tienes razón. Lo que hice estuvo mal. Pero, en ese momento, sentí que era mi única oportunidad —se sentó en una de las mesas vacías, con una postura derrotada—. No estoy tratando de justificarme —dijo con voz cansada—, pero quiero que entiendas por qué lo hice. Cuando trabajábamos juntos en Busan, yo estaba desesperado. Era un don nadie en una ciudad llena de chefs talentosos. Esa receta... sí, nació de nuestras conversaciones, pero yo sentía que necesitaba algo grande para destacar.
—Así que usaste mi trabajo como escalón —replicó Ha-Yoon mientras se cruzaba de brazos.
—Lo usé como una inspiración —intentó corregir, aunque sus palabras sonaron vacías incluso para él—. Modifiqué algunos elementos, añadí otros... pero no puedo negar que la idea original era tuya.
Ha-Yoon lo observó, con su mirada cargada de dolor. Durante años, había admirado el ascenso meteórico de Ji-Woon, preguntándose cómo había logrado tal éxito mientras ella luchaba por abrir su propio restaurante. Ahora, toda esa admiración se había transformado en resentimiento.
—¿Por qué nunca me lo dijiste? —preguntó en un susurro.
El chef levantó la cabeza para encontrarse con la mirada de la muchacha y respondió:
—Porque tenía miedo. Sabía que si te lo confesaba, perderías toda la confianza en mí. Y... ya era demasiado tarde para arreglarlo.
De regreso en su apartamento, Ha-Yoon se dejó caer en el sofá, todavía temblando por la confrontación. La revista estaba abierta en la mesa frente a ella, como un recordatorio constante de la traición de Ji-Woon.
Na-Ra apareció en la sala, con una taza de té en la mano.
—¿Qué ha pasado? —preguntó, dejando el té frente a su amiga.
La joven le explicó todo, desde la receta hasta la confesión de Ji-Woon. La sommelier escuchó en silencio, asintiendo de vez en cuando.
—¿Y ahora qué piensas hacer? —inquirió cuando su amiga terminó.
—No lo sé —admitió la chef—. Parte de mí quiere cortarlo de mi vida por completo. Pero...
—Pero lo amas —completó Na-Ra, con una leve sonrisa.