La cena íntima se llevó a cabo en el corazón de Armonía, después de que las puertas del restaurante cerraran al público. Ha-Yoon había insistido en que no quería nada extravagante, por lo que la decoración minimalista y las velas que iluminaban la mesa le daban al ambiente un aire de calidez y celebración.
Na-Ra llegó primero, cargando una botella de vino cuidadosamente seleccionado. Con su habitual energía, saludó a su amiga con un fuerte abrazo y una sonrisa burlona.
—¿Por qué siento que esta no es solo una cena? —dijo mientras depositaba la botella en la mesa.
—Porque eres demasiado intuitiva para tu propio bien —respondió la chef, suspirando con una mezcla de diversión y nerviosismo.
Antes de que Na-Ra pudiera continuar con sus preguntas, Ji-Woon apareció. Llevaba una chaqueta de cuero y una camisa informal que le daba un aire relajado, muy diferente al impecable uniforme de chef al que la chica estaba acostumbrada. Su presencia llenó la habitación, pero esta vez no con la tensión de encuentros pasados, sino con una calma que reflejaba la reciente transformación en su relación.
—Espero no haber interrumpido nada —dijo el chico, mirando a la sommelier y a la chef con una sonrisa tranquila.
—Solo estábamos discutiendo si deberíamos empezar el vino sin ti —respondió Na-Ra con sarcasmo, abrió la botella y sirvió las copas.
Los platos en la mesa eran una mezcla de especialidades caseras y toques gourmet. Ha-Yoon había preparado un banchan (acompañamientos tradicionales) que representaba sus raíces, mientras Ji-Woon trajo un postre elaborado que fusionaba sabores coreanos y europeos.
—Esto es impresionante —comentó Na-Ra mientras probaba un poco de kimchi fermentado por su amiga—. Aunque debo decir que esperaba algo más competitivo entre vosotros dos.
—Esa etapa quedó atrás... o al menos eso espero —respondió Ha-Yoon lanzando una mirada significativa al chef.
Él levantó las manos en un gesto de inocencia.
—Prometo que esta vez estoy aquí solo para disfrutar.
Mientras la conversación avanzaba, el ambiente se tornó más relajado. Hablaron de las dificultades del pasado, las pequeñas victorias recientes y los proyectos futuros. El chico incluso compartió anécdotas de su juventud, arrancando risas de ambas féminas.
La sommelier, con su aguda habilidad para leer a las personas, no pudo evitar notar la forma en que ambos se miraban. Era sutil, casi imperceptible, mas estaba ahí: una conexión que trascendía las palabras.
Cuando los platos principales estaban casi terminados, Na-Ra se puso de pie, con una copa en la mano, y exigió atención.
—Antes de que terminéis de devorarlo todo, tengo algo que decir —declaró, ignorando las risas de sus acompañantes—. Quiero brindar por el coraje. Por el coraje de Ha-Yoon para enfrentarse a todo lo que la vida le lanzó: su pasado, sus miedos y, más importante, a este hombre que la volvía loca.
La aludida rodó los ojos, pero no pudo evitar reír ante el tono dramático de su amiga.
—Y también quiero brindar por Ji-Woon —continuó Na-Ra—. Por demostrar que, aunque empezó con el pie izquierdo, sabe cómo redimirse. No todos tienen la valentía de admitir sus errores y hacer algo para enmendarlos.
Ambos levantaron sus copas, con sus miradas cruzadas un momento antes de beber. La sommelier, satisfecha con su discurso, se dejó caer de nuevo en su silla, claramente complacida consigo misma.
Después de la cena, Na-Ra se excusó con una sonrisa maliciosa, alegando que les dejaba "espacio". Ha-Yoon protestó débilmente, pero no pudo ocultar que agradecía la privacidad.
Ambos chef se quedaron solos en la cocina, recogiendo los platos en un cómodo silencio. Ji-Woon, apoyado en la isla central, rompió la quietud al decir:
—¿Sabes? Esto es agradable.
—¿Recoger los platos? —respondió ella con una sonrisa.
—Estar aquí contigo, sin que uno de nosotros quiera morderle la cabeza al otro.
Ella rio, dejando un plato sobre la encimera antes de mirarlo directamente.
—Sí, es agradable. Aunque todavía estoy esperando el día en que te disculpes adecuadamente por todo lo que hiciste.
Él dejó escapar un suspiro teatral, mas su mirada se suavizó.
—Ya lo hice, ¿no? Bueno, al menos lo intenté. Pero si necesitas oírlo otra vez, aquí va: lo siento, Ha-Yoon. Por la receta, por el orgullo, por todas las veces que fui un imbécil.
La joven cruzó los brazos, intentando parecer seria, sin embargo, su corazón ya estaba vencido.
—¿Y si no es suficiente?
El chef se acercó un poco más, con una expresión completamente seria y contestó:
—Entonces seguiré disculpándome, una y otra vez, hasta que lo sea.
El silencio que siguió estaba cargado de tensión, pero esta vez no era hostil. Era la anticipación de algo que ambos sabían que estaba a punto de suceder. Sin pensarlo demasiado, él extendió la mano hacia ella.
—¿Me das otra oportunidad? —preguntó en voz baja.
Ella lo miró, con sus ojos buscando señales de insinceridad, mas no encontró ninguna. Lentamente, tomó su mano.