Bocados de tentación (cinco sentidos)

Capítulo 20

El sol se alzaba sobre Seúl, inundando las calles con su calidez. Aquel día, sin embargo, no era uno cualquiera. Una mezcla de nervios y emoción llenaba el aire en el número 23 de una de las avenidas más concurridas de la ciudad. En ese lugar, cubierto por un elegante toldo negro con letras doradas, brillaba un nombre nuevo: "Bocados de Tentación". El restaurante, fruto de la colaboración entre Ha-Yoon y Ji-Woon, prometía revolucionar la escena culinaria de Seúl.

Dentro, los acabados modernos se mezclaban con detalles tradicionales coreanos, reflejando la filosofía de sus fundadores: la unión de dos mundos, dos estilos, dos corazones.

La cocina estaba en plena ebullición. Chefs, sous chefs y ayudantes corrían de un lado a otro ajustando los últimos detalles antes de que las puertas abrieran al público. En el centro de todo, Ha-Yoon y Ji-Woon trabajaban como un engranaje perfectamente sincronizado, pero no sin sus habituales roces.

—Ji-Woon, esa salsa necesita más gochujang —dijo ella sin levantar la vista de su estación.

—¿Más? Si le agrego más, quemará el paladar —replicó él mientras sostenía una cuchara con la salsa.

—Confía en mí —respondió ella, tomando la cuchara de sus manos y probando un poco. Su expresión se suavizó antes de añadir con una sonrisa burlona—. Vale, quizás solo un poquito más.

Él sonrió, sacudiendo la cabeza mientras volvía a ajustar la receta. Aunque sus personalidades seguían chocando de vez en cuando, esos momentos habían perdido su filo. Ahora, eran más un juego, un baile entre dos personas que por fin habían aprendido a caminar al mismo ritmo.

Con las puertas abiertas, los primeros comensales comenzaron a llenar las mesas. La propuesta de Bocados de Tentación era simple pero revolucionaria: cada plato ofrecía una experiencia multisensorial, diseñada para despertar emociones y recuerdos. Inspirados por su propia historia, ambos chefs habían creado un menú donde cada bocado narraba un capítulo, desde el dolor del pasado hasta la dulzura del perdón.

Un plato estrella, llamado Recuerdos Quemados, era una versión modernizada de una receta que ambos habían trabajado juntos en sus primeros días como chefs. La ironía del nombre no pasó desapercibida para ellos.

En la sala, los camareros llevaban platos con una precisión impecable, mientras los murmullos de asombro llenaban el espacio. Desde la cocina, Ha-Yoon espiaba de vez en cuando para asegurarse de que todo estuviera en orden.

—¿Sigues nerviosa? —preguntó él al verla tan inquieta.

—Siempre. Pero creo que eso es parte de lo que me mantiene en marcha.

El chico asintió, apoyando una mano en su hombro y respondió:

—Estamos bien. Esto es solo el principio.

Mientras la noche avanzaba, llegó el momento más esperado: presentar el plato final, una creación que ambos habían desarrollado en secreto. Ha-Yoon y Ji-Woon salieron juntos al comedor, llevando la atención de todos hacia una mesa central donde se dispuso el postre estrella, llamado "Dulce Rendición".

El plato combinaba texturas suaves y crujientes, sabores dulces y ligeramente amargos, simbolizando los altibajos de su relación. Al presentarlo, Ha-Yoon tomó la palabra:

—Este plato representa no solo nuestra colaboración, sino también lo que significa trabajar juntos, a pesar de las diferencias, para crear algo único.

Él añadió con una sonrisa:

—Es un recordatorio de que los ingredientes más inesperados pueden dar lugar a algo hermoso, si sabemos cómo combinarlos.

El público aplaudió con entusiasmo, pero para ellos, el momento era algo más personal. Se miraron a los ojos y compartieron una sonrisa que no necesitaba palabras.

Horas después, cuando los últimos clientes se habían ido y el equipo celebraba en la sala principal, ambos chefs se quedaron en la cocina. El ambiente, ahora tranquilo, estaba cargado de una energía diferente. La luz cálida de las lámparas se reflejaba en las encimeras de acero inoxidable, creando un aura casi mágica.

Ji-Woon, apoyado contra una isla central, observaba cómo Ha-Yoon recogía algunos utensilios.

—¿Sabes? Esto se siente como un sueño —dijo él para romper el silencio.

—¿Qué parte? ¿El restaurante o que no estemos discutiendo cada cinco minutos? —bromeó ella.

—Ambas —respondió al acercarse con lentitud—. Aunque creo que hay algo más que hace que este momento sea perfecto.

Ella se detuvo para encontrar sus ojos con los de él. Durante un segundo, el tiempo pareció detenerse.

—¿Ah, sí? —murmuró, con su voz apenas en un susurro.

—Tú —respondió él al inclinarse hacia ella.

El beso fue lento, cargado de emoción y promesas no dichas. En ese instante, todo lo demás desapareció: los nervios, los errores del pasado, incluso el cansancio de un día largo. Solo quedaban ellos, unidos no solo por su pasión por la cocina, sino también por la que habían encontrado el uno en el otro.

Cuando se separaron, la chica dejó escapar una risa suave y dijo:

—Espero que esto no sea otro intento de ganarme en la cocina.




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