Boceteando Un Camino

Capítulo 7: "¿¡Concurso!?"

Todo el camino a casa fue monótono y sin gran revuelo, las misma calles, paisajes, avenidas, naturaleza y personas de siempre; lo único "nuevo" eran algunos graffitis con frases alentadoras y otras con textos de libros o piezas de literatura relevantes y de culto que adornaban una que otra pared de casas o negocios.

Éste hecho, por supuesto, es considerado como "daños a propiedad" o "desorden público", y por lo tanto, ilegal. Era claro que los dueños de dichas residencias estaban tan cegados por la ira, que no se tomaban las molestias de leer los mensajes tan hermosos escritos en ellos, aunque debo admitir que yo también estaría disgustado si le hicieran eso a mi apartamento sin mi consentimiento.

Tratando de ignorar el bullicio, seguí mi rumbo hacia la panadería donde trabaja mi madre; ya que estaba atendiendo a muchos clientes, solamente la saludé a la distancia y ella me devolvió el saludo.

(...)

Entrando en el apartamento, sigo mi rutina de forma cronométrica: me ducho, me visto, preparo el almuerzo, lo como, reposo 30 minutos mientras me pongo al día con las redes sociales, y cuando el reloj marca la 1:25pm, con mi delantal en la mano, y un gorro en mi cabeza, tratando de controlar rebelde cabello, ya es hora de irme a trabajar.

Hace 1 mes, Edward; a petición mía, habló con su abuelo para que me diera trabajo junto con él en su fruver, su abuelo aceptó gustoso ya que se llevaba muy bien con mi difunto padre, y tras una semana de adiestramiento, me contrató oficialmente.

Me viene como anillo al dedo porque trabajo literalmente a una cuadra de mi casa con Ed y su abuelo:"Don Ernesto" al que todo el mundo (incluido yo) lo llama simplemente "Don" ya sea por cariño o respeto. Siempre es mejor trabajar con personas que conoces, hace que el ambiente laboral se sienta agradable.

(...)

Tras una muy corta caminata, llego a mi trabajo donde Ed siempre me espera afuera con su característica gorra negra que rara vez se quita y su cámara fotográfica colgando su cuello.

-Hasta que por fin llegas- inquirió Edward al verme llegar.

-Llegué dos minutos antes de mi turno, así que no te pongas como exnovia celosa- respondí a forma de broma mientras chocamos palmas y posteriormente los puños, un clásico saludo.

-¡Si! ¡ajá! ¡bueno, ya entra! que tenemos unas cuentas cosas que hacer hoy.

Aunque me dijo que entrase, yo ya estaba adentro del fruver, él fue el que me siguió después.

-Bueno ¿Y qué hay que hacer hoy?- pregunté a la espera de órdenes.

-Hoy nos llegó mercancía nueva, todas son frutas, verduras, tubérculos y hortalizas, yo ya las lavé y las volví a empaquetar, tú trabajo será acomodar todo en los estantes procurando dejar la mercancía nueva abajo y la vieja arriba para que los clientes menos selectivos la compren- señaló con mucho detalle mi tarea- ¿entendiste?

-Si, entendí- afirmé mientras ataba mi delantal, preparándome para el cumplir con el trabajo.

-¡Bien! yo estaré atendiendo en la caja registradora mientras tanto, apenas termines me avisas- dijo cordialmente.

Asentí mientras llevaba algunas de las cajas cerca de los estantes para comenzar con mi encomendación. Debo admitir que me sorprende la actitud de Ed cuando está en horas de trabajo, es como otra persona, una más responsable y menos obscena.

Éste fruver a pesar de ser pequeño, vende de todo, desde verduras y charcutería, hasta frituras, helados y productos para la limpieza e higiene personal, no es de extrañar que siempre haya clientes dentro de este pequeño establecimiento.

Mientras continuaba con mi tarea, procurando seguir las instrucciones de Ed, noté que daban resultado con creces
ya que los clientes masculinos tomaban lo que estaba en la superficie sin ser muy quisquillosos con el producto, conformándose con lo primero que tomasen; caso contrario de las mujeres, quienes son muy selectivas a la hora comprar cualquier producto, no obstante, Ed; una vez en la caja registradora, de alguna manera las convencía para que comprasen más de lo que realmente necesitaban, haciéndoles creer que es realmente una ganga imperdible, y que sería muy tonto no aceptarla. Inclusive, puedo escuchar sus tácticas mientras hago mis labores.

-¡Bien! entonces ¿eso es todo lo que va a llevar, señorita?- escuché la voz de Edward atendiendo con mucha simpatía a una cliente.

-Si, eso es todo- le respondió la voz de una joven mujer ante la interrogante de Edward.

-Bueno, por todas las verduras, deme unos 5.250sans- dijo Ed sin titubear.

-¿No lo va a pesar?- cuestionó, y por el tono de su voz, deduzco que muy entrañada.

Y con razón tiene intriga, cuando se trata de productos vegetales, estos siempre se pesan para cobrar la cantidad justa por los productos.

-Señorita, se nota que usted es una dama muy ocupada como para perder el tiempo en algo tan rudimentario como el pesar todo- comentaba Ed sonando muy caballeroso y halagador -así que olvidemos eso, por tratarse de su persona, dejemos la cuenta en 5.250sans ¿le parece?

No lo estoy viendo, pero estoy muy seguro que tiene una boba expresión de seguridad en su rostro mientras habla con la cliente.

-Bueno, si lo pones de esa manera...

-Y como veo que usted es muy coqueta...- intervino Ed para terminar de cerrar la venta -le regalaré este sobrecito de acondicionador para que vea que en este fruver somos amables, y no le acepto un no por respuesta- agregó a propósito para hacer la oferta irrechazable.

-¡Eso no lo esperaba! ¡pero muchas gracias! ¡que gran atención al cliente! ¡no vemos!- exclamó notablemente más que satisfecha con las atenciones de Ed, y por el sonido de la puerta, deduzco que se marchó.

A la par, yo había culminado con mi  trabajo, y sacudiendo la tierra que había quedado en mi delantal, me levanté para dirigirme donde está Ed. A pesar de que Ed lavó los productos, era evidente que fue una limpieza muy superficial y la prueba son las manchas de tierra que se quedaron en mi pobre delantal.



#31759 en Novela romántica

En el texto hay: comedia, romance, drama

Editado: 01.11.2020

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