La sangre de agave me llevó a interrogar a un naranjo en particular, uno de sus frutos, una naranja madura. Me cuestioné sobre el destino de la naranja y reflexioné sobre las diferentes formas en que podría presentarse...
Caer y pudrirse, pero sin ser útil como abono para la tierra, pues el patio donde yace el naranjo esta tapizado de adoquines rojos. Ser insignificante.
Quizás alguien la recoja, ¿pero quién podría ser ese alguien?; un chiflado chamaco que la utilice como munición para expresar su capricho ante la negativa o el regaño del padre. O bien, podría ser recogida para despertar al cuerpo con resaca del día siguiente, en forma de jugo, o simplemente ser recogida y consumirla. Ser útil.
También puede ser útil como alimento para las aves y, tras el proceso digestivo, ser excretada, pero la naranja acepta su destino porque tan solo es una naranja y sino lo acepta al final no importa. O quizás ignorante.
Lo crucial no es lo que le sucede al cuerpo, sino lo que reside en su semilla. La vida.
Esta reflexión me lleva a preguntarme, ¿quisiera ser esa naranja?