Prólogo
Emilia
El día de mi boda había llegado. Mi día más feliz, por fin se iba a llevar a cabo.
Todo estaba preparado a la perfección, tal como lo había soñado. La iglesia era un espectáculo de arquitectura majestuosa, con techos altos decorados con detalles en forma de hojas dorados que parecían brillar con la luz del sol filtrándose por los vitrales de colores. Una vez que estuvo decorada, su belleza se agrando.
Una sonrisa se formó en mis labios al recordar la vista. Justo e este momento el altar estaría cubierto de flores blancas y rosadas, y el aroma a jazmín flotaría llenado el aire, envolviéndolo todo con su dulzura. Los invitados ya estarían llegando también llenan los bancos de madera oscura.
Toda mi vida había soñado con mi boda, no soy como mi hermana Giada que era mucho más fuerte e independiente, yo era una soñadora y romántica, que esperaba casarme con el amor de mi vida.
Quería una boda de ensueño. Y esta lo era. Pienso mientras me veo al espejo del cuarto de la iglesia, que sirve como sala de espera para las novias.
Mi vestido era más de lo que había imaginado tenia mangas largas de encaje, que casi tocaba los nudillos de mis dedos con su forma en triangulo, también tenía un cuello alto del mismo encaje de las manos, es ceñido en la cintura y después se afloja con una falda de tul, que cae en suaves capas. Pequeñas perlas bordadas capturaban la luz, dándole un brillo etéreo.
Me miré en el espejo una última vez, intentando grabar en mi mente la imagen de una novia radiante, había tardado meses en perfeccionar el diseño de mi vestido. Y estaba contenta con el resultado.
—Es hora, Emilia. — La voz de mi padre, Niccolò Sforza, sonó firme a mi lado.
Mi padre era el subjefe de la familia Sforza, una familia criminal, por lo que casi siempre se mostraba serio, pero podía ver un brillo en sus ojos.
Respiré hondo, intentando calmar los latidos erráticos de mi corazón. Tomé su brazo con delicadeza y nos dirigimos a la entrada de la iglesia, donde mi destino me esperaba, y los nervios y la anticipación, crecieron aún más dentro de mí.
Pero eso no borro la sonrisa que tenia.
—¿ Emilia?…
Nos detuvimos en seco ante el sonido de esa voz.
Frente a nosotros estaba una mujer que no conocía tenía unos ojos azules y pelo rubio.
—No es el momento señorita, mi hija se va a casar, no se quien sea, pero vallase, esto es un evento privado y si no fue invitada, no tiene nada que hacer aquí.—dijo mi padre con su tono cortante.
—No me conocen, pero… Se equivoca señor, si tengo un motivo por estar en esta “boda.” —insistió ella, después tomo una gran exhalación y me miró fijamente. —Tienes que saberlo, Emilia. No puedes entrar ahí sin saber la verdad.
Mi pecho se oprimió. Algo en su tono me hizo sentir un nudo en la garganta
—¿De qué habla? —pregunté con mi voz temblorosa.
La mujer apretó los labios, su mirada llena de dudas, pero al final dejó escapar un suspiro y soltó las palabras que me destrozaron.
—Mi nombre es Camila y tienes que saber que Gianluca tiene una relación de meses, 15 para ser exactos conmigo… y un hijo juntos, casi recién nacido.
El mundo dejó de moverse. Era como si toda la gravedad se concentrara en mi cabeza y me presionara hacia el suelo.
—No… eso… eso no es cierto. —susurré, negando con la cabeza.
—Es verdad, mi hijo esta en mi auto, y Gianluca sabe que es su hijo pero no te va a dejar por nosotros, le conviene mas casarse contigo.
Pero Camilla continuó, sin dejarme espacio para aferrarme a mi negación.
Sentí que el aire me faltaba. Mi corazón latía con violencia, como si intentara escapar de mi pecho. Me aferré al brazo de mi padre, pero no era suficiente para sostenerme.
—Es imposible… —mi voz se rompió. — Gianluca me ama. Me lo ha dicho tantas veces… él no podría engañarme así.
—Si entras ahí sin saber nada, te estarás casando con un hombre que te ha mentido, a mí al principio, cuando recién me entere de que estaba embarazada, me prometió que te dejaría para casarse conmigo y empezar una familia juntos, pero solo me lo dijo para que no dijera nada y esperara como tonta…
Mi mente era un caos de recuerdos, palabras y promesas. Los días en los que Gianluca me susurraba que me amaba, los días en los que soñábamos con nuestro futuro juntos…
¿Todo había sido una mentira?
Mi padre tensó la mandíbula, su expresión transformándose en una máscara de ira contenida.
—No permitiré esto, ese maldito… —masculló.
Pero yo no lo escuchaba. Porque en ese instante, mi corazón se partió en mil pedazos.
Porque yo sí lo amaba.
Con cada parte de mi ser, lo amaba.
Y él me había destruido.
—Lo siento, pero no podía permitir que jugara con las dos, y solo hoy podía acercarme.
Las palabras de Camila, las escuchaba distantes.