Boda de Sangre y Amor

Capítulo 3

Capítulo 3

Emilia

La mañana después de la boda, todo se hizo como “se tenía que hacer”. La presentación de la sábana, el espectáculo cuidadosamente orquestado para satisfacer las expectativas de todos. Yo solo estaba allí, de pie, con el rostro inexpresivo mientras los murmullos de aprobación se deslizaban por la habitación. Me sentía vacía, pero en el fondo, disfrutaba la ironía. Nadie dudaba que la sangre de gallina era la mía. Sangre que jamás verían.

Las despedidas fueron rápidas, sin demasiado sentimiento, estaba enojada con todos, menos con mi hermano y Bianca. Sabía que si fuera por Antoni, nunca hubiera permitido este matrimonio.

Pronto nos dirigimos al aeropuerto. Nuestro destino, Nápoles. No conocía mucho de la ciudad, pero no era como si tuviera elección. El vuelo fue silencioso, con Alessio y sus guardias ignorándome, nos que yo quisiera que me hablaran.

Después del aterrizaje y un camino largo en auto, cuando llegamos, supe que la palabra “casa” no le hacía justicia a la construcción ante mis ojos. Era una fortaleza. Piedra en tonos café y detalles en negro que le daban un aire austero… imponente. La estructura era grande, rodeada por jardines meticulosamente cuidados pero sin demasiados adornos. Prácticos, como si la belleza fuera una distracción innecesaria. La piscina al fondo relucía con el sol, pero su presencia se sentía más como una muestra de riqueza que como un lugar para el disfrute. Y los guardias… había muchos. Demasiados.

Alessio se giró hacia mí cuando bajamos del auto y chasqueó los dedos para llamar a uno de los hombres, que se acerco de inmediato.

—Quiero que conozcas a Enrico. —dijo, señalando al hombre de complexión fuerte, con el cabello castaño corto y una expresión inescrutable. —Será tu sombra a partir de ahora.

Enrico me miró con una leve inclinación de cabeza, sin más ceremonia.

—Señora Manfredi. —saludó con voz grave.

—No necesito un guardaespaldas. —repliqué de inmediato, cruzándome de brazos.

Alessio sonrió con burla, como si mi comentario le hiciera gracia.

—Eso no depende de ti. No puedes salir de esta casa sin él… es por tu seguridad.

Lo miré fijamente. No valía la pena discutir. Por ahora, no me interesaba salir de esta maldita jaula de oro.

—No planeo ir a ningún lado, así que no lo necesito. —respondí con voz neutra. —Solo quiero descansar.

—Mi habitación es…

—No voy a dormir contigo, de hecho quiero la habitación lo más lejos de la tuya.

No dijo nada por unos segundos.

—Si así lo quieres. Perfecto. Enrico, muérale una habitación a la señora en el ala opusta a la mía.

Casi podía jurar que estaba enojado, que lastima el se lo busco.

—Si señor. — dijo Enrico, notando la tensión entre nosotros.

Alessio me dedicó una última mirada antes de girarse y dar órdenes a los guardias. Enrico me hizo un gesto para que lo siguiera adentro. No discutí, al parecer el me daría un recorrido por mi nueva casa y me llevaría a mi habitación.

…………………….

……………………

Días después

El silencio se había convertido en mi única compañía. Caminaba por los pasillos interminables de la casa sintiéndome como un fantasma en una prisión de lujo.

El ala este era mía. Mi habitación estaba allí, lejos de la de Alessio, ubicada en el ala oeste. Como lo pedí. No quería verlo más de lo necesario. Pero a veces, la casa jugaba en mi contra.

La primera vez que nos cruzamos Alessio y yo, después de nuestra llegada, fue en la biblioteca.

Había bajado a buscar un libro, con la esperanza de encontrar algo que me distrajera. Pero al entrar, lo vi, estaba sentado en un sillón de cuero oscuro, un vaso de whisky en la mano, un libro en la otra. No levantó la vista al oírme entrar. Como si mi presencia fuera irrelevante.

—Si buscas algo en particular, hay un catálogo en la estantería a tu derecha.—comentó sin emoción.

La indiferencia en su tono me molestó más de lo que debería y no debería de ser así, es lo que yo queria. Pero no le daría la satisfacción de ver que podía perturbarme.

—No te pregunté y no necesito tu ayuda. —respondí, tomando el primer libro que encontré y saliendo sin mirarlo. No le di el gusto de ver que mi mano temblaba al cerrar la puerta.

Los días pasaron de la misma manera. Nos cruzábamos a veces en los pasillos, en el comedor si coincidíamos por error. Interacciones mínimas. Miradas fugaces, asentimientos secos. Nada más.

Quería que mi esposo fuera un fantasma en mi vida. Una presencia lejana. Era lo mejor.

Hasta que una noche, el silencio se rompió.

Bajé a la cocina en busca de agua. El insomnio era mi compañero desde la boda. No esperaba encontrarme con él allí.

Pero ahí estaba. De pie junto a la encimera, la camisa desabotonada, la chaqueta sobre una silla. Se servía un vaso de whisky. Cuando me vio, alzó la mirada ligeramente.




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