Boda de Sangre y Amor

Capítulo 6

Capítulo 6

Emilia

Desperté con el cuerpo tibio, adormecido por la noche anterior. La luz de la mañana entraba por las cortinas, pintando la habitación de tonos dorados. Estaba sola. Pero su presencia seguía allí, en cada rincón de mi piel, como una caricia que no se había ido, pero él no estaba en la cama. Lo supe antes de abrir los ojos.

Me incorporé lentamente, con una sensación extraña palpitando en el pecho. No me sentía avergonzada, ni confundida. Solo… despierta. Como si algo dentro de mí hubiera cambiado. Algo profundo y silencioso. Y lo podía afirmar con ver la mancha de sangre en la sabana.

Me vestí y bajé a desayunar. Alessio ya estaba sentado en la mesa, hojeando un periódico. Vestía una camisa negra sin corbata, con las mangas dobladas hasta los antebrazos. Cuando me vio, dejó el periódico a un lado y me ofreció una taza de café sin decir palabra.

—Gracias. —murmuré mientras me sentaba frente a él.

Comimos en silencio por unos minutos. Me sentía inquieta, no por lo que había pasado, sino por algo que él dijo anoche.

—Alessio… —rompí el silencio mientras jugaba con la cuchara. —Ayer dijiste algo. Que no te gusta hacerlo “a la antigua”. ¿Qué significa eso?

Él levantó la mirada. Sus ojos se clavaron en los míos. No fríos, no molestos. Curiosos. Como si no esperara esa pregunta tan temprano… o de mí.

—¿Estás segura que quieres saberlo?

Asentí. Mi corazón latía con fuerza, pero no bajé la vista. Me debía la verdad. Si íbamos a seguir con esta locura de matrimonio, al menos quería saber con quién dormía.

Alessio dejó su taza sobre el platillo con cuidado. Su voz fue baja, casi íntima.

—No me interesa el sexo común. Las caricias dulces, los besos eternos, el amor meloso… no es lo mío. Me gusta el control, la entrega, el límite entre el dolor y el placer. Me gusta ver hasta dónde puede llegar alguien cuando se siente completamente mío.

Tragué saliva. No por miedo, sino por la crudeza de sus palabras. Me miraba con atención, como si estuviera midiendo cada una de mis reacciones.

—¿Eso es…? —empecé, pero él terminó por mí.

—BDSM. Dominación. Sumisión. Juegos de poder. No soy un monstruo, Emilia. No golpeo mujeres por placer. Pero sí disfruto que confíen en mí lo suficiente para entregarse por completo. Me gusta llevar el control. Hacer que griten mi nombre. Que se rindan ante mí.

Me quedé en silencio, procesando la informacion.

—¿Lo hiciste antes…? —pregunté con un nudo en el estómago. — ¿Con otras mujeres?

Asintió.

—Sí.

—¿Aquí, en esta casa?

—Si, tengo una habitación destinada para eso, aunque en la mayoría de los casos, uso un departamento que tengo en la ciudad, no suelo traer a cualquiera aquí, nuca se sabe si hay dobles intenciones.

—Entonces tu… no tienes sexo convencional ¿Yo fui una excepción?

—Si, te lo dije por ser tu primera vez.

—Y si … ¿Si seguimos teniendo intimidad… va a ser normal?

—¿Quieres seguir teniendo sexo conmigo?, Creí que era algo solo de ayer y que hoy te arrepentirías.

—Bueno, no es que lo hubiera querido desde el principio, pero ahora que se como se siente, estoy interesada, tu mismo los dijiste, estamos casados, así que supongo que es ¿Normal?

—Si, supongo que si.

Me miro fijamente y tomo un sorbo de su café.

—No haz respondió a mi pregunta.

—Todo depende de ti Emilia. Pero te puedo decir que si quieres entrar en mi mundo, no voy a llevarte a dónde llevaba a las demás, equipare una habitación nueva aquí con todo lo necesario para lo que me gusta hacer… pero no voy a forzarte a nada. Y si no quieres saber más del tema, nunca mas lo mencionare. Y si quieres tener encuentros casuales y seguir como hasta ahora… ignorándonos… También está bien

Me sorprendió su tono. Había una promesa implícita en su voz. Una línea que, a pesar de su deseo de control, no estaba dispuesto a cruzar sin mi permiso.

—No lo sé… —susurré. — Nunca he hecho nada así.

—Lo sé. Por eso, si decides probarlo, todo será con calma. Te enseñaré. Te guiaré. No usaré nada que haya usado antes con otra mujer. Nada que te haga sentir que no eres suficiente. Serás la única.

Su mirada me atravesó. Sentí una oleada de calor recorriéndome la espalda.

Dios, estoy demente.

—No soy de los que abrazan después.—dijo casi en un susurro, pero anoche lo hizo conmigo, aunque no se cuando se fue. —No me gusta que piensen que pueden hacerme cambiar de opinión. Y te repito no me gustan los mimos ni las caricias... Pero me gustó tocarte anoche. Me gustó hacerte mía, Emilia.

Cerré los ojos por un segundo. La noche volvía a mí en destellos, sus manos, su aliento, su fuerza contenida. No había sido violento. Había sido… todo. Intenso, directo, sincero.

—Y estoy seguro… —continuó diciendo después de ver que no respondería. — De que te gustará hacerlo como a mí me gusta. Porque hay algo en ti, Emilia, que aún no sabes. Pero yo sí lo veo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.