Capítulo 10
Emilia
La noche fue larga.
Después de la comida y el intercambio corto de palabras con Alessio, subí a mi habitación. Me metí a la cama sin desvestirme del todo, sin cepillarme el cabello, sin ganas de apagar las luces. Cerré los ojos, pero no dormí.
Una parte de mí esperaba que regresara. Que tocara la puerta. Que dijera algo. Cualquier cosa. Pero la casa se mantuvo en silencio. Una quietud fría, densa, como una advertencia y recordatorio de lo sola que estaba.
No supe en que momento de la noche me dormí, pero en ningún momento llego Alessio, al menos no lo escuche… ¿Y si estaba con otra mujer? ¿Y…?... NO, no me debe de importar lo que haga con su vida, esto solo era un matrimonio arreglado, no había nada entre nosotros más que un sexo increíble… pero nada más.
………………………….
Al día siguiente me desperté demasiado pronto y sentía que no había descansado a pesar de hacer dormido, me aliste para ir con Giada a desayunar, me vestí con un conjunto jeans claros, blusa blanca abotonada al frente y unas gafas de sol. Me recogí el cabello en una trenza y bajé, encontrándome con Enrico ya listo en la entrada.
—¿Lista señora? —preguntó con su tono grave y suave de siempre.
Asentí.
—Si.
—Va al mismo lugar que ayer.
— Si.
No dijo nada, pero cuando estuvimos en el auto, en lugar de encender el auto me vio por el espejo retrovisor.
—Se que no debería meterme, pero, ¿Esta bien? — dijo con un tono serio, como si de verdad estuviera preocupado.
—Si, estoy bien. ¿Por qué lo dices?
—Estos últimos días, desde la pelea con el señor Manfredi en la cocina, la he visto muy… retraída.
—Gracias por preguntar, pero estoy bien. — dije mientras le daba una sonrisa que no sentí y puede que el también haya notado que fue falsa, porque volteo a verme y frunció el ceño, pero no dijo nada y volvió la vista al frente y encendió el auto.
……………………
……………………
Giada ya estaba sentada en la terraza del del hotel, en la misma mesa del día anterior, vestida impecablemente. Pantalón negro, blusa de seda color vino, su cabello recogido en una coleta alta, que la hacía ver más… ¿Intimidante? Después de que se casó, creí que su matrimonio le iba a hacer mal, pero fue todo lo contario, esta radiante
Cuando me vio, sonrió con esa calidez que no siempre le conocía. Posiblemente ahora sonreía más que cuando estábamos en casa.
—Hola, hermana. Llegaste justo a tiempo.
Me senté frente a ella, quitándome las gafas y pidiendo un café expreso, necesitaba despertar. Sus ojos recorrieron mi rostro con una mirada analítica, pero sin juicio. Solo como si estuviera buscando algo que no dijera en voz alta.
—Te ves mas enojada. —Comentó con una sonrisa. —¿Debo suponer que hablaste con tu esposo?
—Si… bueno la verdad no, ni siquiera lo intente mas haya de unas simples palabras, pero lo poco que hablamos…. —respondí sin ganas de entrar en eso. —Hoy no quiero hablar de él.
—Perfecto. —dijo, como si lo hubiera anticipado. —Hablemos de nosotras, entonces.
Durante los siguientes cuarenta minutos hablamos de cosas que el día anterior no nos dio tiempo de tocar, de cómo estaba trabajando junto a Basilio y de su cuñada, misma que no sabía que tenía, pero por lo que me conto supe que era una niña encantadora que le daba trabajo a Piti.
Pero luego llevo la conversación de nuevo a mi matrimonio.
—¿Y cómo planeas seguir?
—No sé —dije tras un suspiro. — Dejarlo no puedo. Eso causaría una pequeña guerra interna ¿No?
—Puedo hablar con Basilio y podremos encontrar algo para lograr una separación “sana”.
¿De verdad quería divorciarme?
—No… eso no será necesario, yo… ¿Qué haría después de divorciarme? Las cosas no van a cambiar si salgo huyendo.
—Pero tampoco se trata de que sufras.
—¿Eso no importa Giada? Y lo sabes, en nuestro mundo es más común matrimonios que nunca llegan a nada que los que si funcionan guiados por los sentimientos… como el tuyo. Si el me ignora o quiere una amante, perfecto, yo también lo voy a ignorar.
—Sabes, te conozco y no quieres un matrimonio así, quieres cariño y amor y… quieres que él te lo demuestre, pero sin pedírselo. Pero Alessio no es así. Recuarda que clase de hombre es. Es orgulloso. Y sabes que pienso está herido también.
—¿Herido? —bufé con incredulidad. — ¿Por qué? ¿Porque su esposa no le sonríe lo suficiente a él?
Giada me observó, seria.
—Anoche hubo una reunión en uno de los casinos, y fui con Basilio. Te puedo decir que tu esposo está sufriendo también… Porque te desea, Emilia. Porque te ve. Y eso lo asusta más de lo que admite. Porque en este mundo, enamorarse no es una bendición. Es un riesgo.
Bajé la mirada a mi taza vacía y no respondí.