Borden

Capítulo 13.

 

Stacey

Había llegado en plena noche. Los árboles habían estado moviéndose con violencia, en cuestión de minutos el cielo se había vuelto gris y los relámpagos lo iluminaban con un brillo plateado. Y ella había aparecido en medio de las débiles gotas de lluvia que empezaron a caer.

Al principio me sorprendí cuando la vi. Parecía perdida, lucía cansada y muy afectada por lo que sea que pasó antes de llegar ahí, y no había llegado sola. El guardia se mantenía algunos pasos atrás, manteniendo las distancias con Carla, quien observaba todo con sorpresa, quizá con recelo y desconfianza y traía con ella una carpeta en las manos.

No pregunté de dónde venía ni como había encontrado la cabaña, era obvio que aquel guardia sabía la ubicación, el observar cómo Scolly no parecía preocupado por ello me hizo bajar la guardia y simplemente correr a ayudar a mi amiga. Carla tembló en mis brazos, sus ojos estaban desenfocados y su cuerpo sudoroso y rasguñado, tenía unas pequeñas marcas de sangre en las muñecas y lo que era más aterrador, un temor en sus ojos la mantenía paralizada contra mi pecho.

Detrás de mí los demás huéspedes de la cabaña se quedaron observando como mi amiga se desvanecía poco a poco en mis brazos, aunque cuando sus ojos conectaron con los míos pude ver cierto alivio en ellos.

—Mi madre me dijo que te buscara— susurró mientras mis brazos la sostenían con fuerza— ella confía en ti.

No era la primera en hacerlo. Aquello solo confirmaba que mis responsabilidades eran mucho más grandes de lo que Scolly había proyectado hasta ese momento. Así que cuando estuvimos en el calor del pequeño cuarto que me habían dado, Carla decidió perderse en el interior del baño y los demás se desperdigaron por la cabaña. Minutos después permanecía con la espalda pegada a la puerta de madera, esperando a qué mi amiga hiciera algún ruido dentro, pero solo hubo silencio.

Minutos después empecé a escuchar sus sollozos junto al agua que salía de la regadera. Sabía que debía darle su tiempo. Carla solía encerrarse en sí misma cuando algo malo le pasaba, y estaba bien, dejaría que ella estuviera bien. Pero no podía evitar preocuparme por lo que le había sucedido. Esa pérdida en sus ojos, esa vulnerabilidad, solo la había visto hacía más de un año en ella, cuando la desgracia hundió a su familia. Siempre solía ser fuerte, siempre era la que mantenía al grupo a flote, incluso a su madre, era ella el hilo de cordura que siempre nos ataba a la realidad, ahora me tocaba a mí asumir ese rol.

—Carla — la llamé, mirando la puerta frente a mí. La madera era lisa y aburrida recordándome mucho a las del pueblo—¿Ya vas a salir?

No escuché su voz, solo su respiración pausada, sus sollozos y el agua corriendo.

—Carla, ¿qué ha pasado? — insistí recostándome en la puerta. Me deslicé por ella hasta que estuve sentada en el suelo. — puedes decírmelo.

Escuché que suspiró.

—Lo sé, pero aún no estoy lista. — fue apenas un susurro, y aunque fue bajito y apenas había escuchado sus palabras, me sentí aliviada de que por lo menos tuviera mi presencia en cuenta.

Asentí, aunque sabía que no podía verme.

El silencio reinó en el lugar, absoluto y angustiante. Miré fijamente la lámpara que estaba en la mesita del frente. Su luz era tenue como todas en la cabaña. Me senté en el suave colchón de la cama a esperar que ella estuviera lista para salir. Pasó un buen tiempo. Afuera, los débiles rayos de la luna que se lograban colar entre las nubes eran nuestra única compañía. El guardia con el que Carla había aparecido se desvaneció tan pronto como había llegado, y con una sola mirada a Scolly descubrí que ya era demasiado riesgoso que estuviera por ahí.

La puerta del baño se abrió suavemente, mientras Carla salía con el cabello empapado, limpia y con ropa de la que le había prestado. Se veía frágil, temblaba ligeramente mientras su mirada se enfocaba en el suelo, evitando cualquier intento de contacto con las emociones que habitaban en su interior.

—¿Cuánto tiempo voy a estar aquí? — susurró la pregunta en tanto se sentaba en el colchón a mi lado. El frío que emanaba de su cuerpo por segundos me preocupó.

Suspiré, sin saber qué responder, pues era algo que ni yo misma sabía.

—No lo sé— fruncí mis labios, avergonzada. — ni siquiera yo sé qué planes tiene Scolly.

Volví a observar por la ventana.

—Eso solo depende de ti — me acurruqué más en la cama, regresando la mirada hacia mi amiga— ¿quieres quedarte?

—No tengo donde más ir, estoy en peligro allá afuera— susurró con una sonrisa triste en sus labios. — y nuevamente me encuentro sola.

Fruncí los míos en una mueca.

—¿Qué quieres decir con eso?

Ella se levantó de la cama para ir a buscar algo al armario, empezó a rebuscar con paciencia y en cuanto encontró el objeto de su búsqueda, volvió a venir hacia mí. En sus manos traía una carpeta con demasiados papeles, sobre ella había algo que brillaba con una luz dorada cuando la luz artificial de las lámparas se posaban ahí. Carla lo colocó en el colchón frente a mí y con el ceño fruncido me removí para alcanzar lo que ella miraba con una frialdad inquietante. Era una cinta. Una que conocía muy bien.

La agarré con mis manos tratando de saber por qué Carla la tenía, no fue necesario hablar, Carla llenó el silencio para explicarlo.

—Los guardias se llevaron a mi madre, al parecer ella estuvo relacionada con el alcalde hace años, no sé de qué manera— pareció triste, aunque algo molesta también. Yo contraje mi rostro con confusión—me entregó la cinta y me dijo que te buscara, que tú eras diferente y no me dejarías sola — susurró, aunque pareció que lo hizo más para ella.

Abrí mis ojos consternados. Miré a Carla que parecía que todavía no lo asimilaba, vi su lucha interna, vi como a pesar de tenerme en frente dudaba si aquello fuera real, pues yo misma me encontraba en una situación donde no sabía qué rol ocupar, y Carla siempre se había caracterizado por su soledad, por hacerle frente a sus problemas ella sola, por solucionarlos ella misma, podía entender que en este momento se hallaba enfurecida, confundida e incluso irritada porque ahora el resto de su vida quedaba completamente en mis manos.




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