“No es el mismo.”
La sangre manchaba su pálida piel, un contraste bastante tétrico que ya había vivido en otras ocasiones, el calor de aquel líquido que indicaba que la vida podía extinguirse en cualquier momento.
No tuvo tiempo de sentir miedo, no tuvo tiempo de conciderar, era momento de actuar, dependía de él y eso lo sabía, no podía permitirse errores.
Los sanadores habían estado tratando de contener la hemorragia pero ninguno de esos intentos daba muy buenos resultados. La pequeña niña había sido llevada a San mungo tras haber sido víctima de una maldición oscura, nadie sabía que era exactamente lo que había pasado, la angustia ya comenzaba a exparcise como veneno en las venas, a pesar de que aplicaban cada cierto tiempo una poción de reabastecimiento de sangre, las heridas no dejaban de aparecer y era muy complicado cerrarlas, cada que lograban deshacerse de alguna volvían a formarse otras casi de inmediato; los segundos eran tormentosos y por más que les desagradara la idea, los sanadores comprendían que necesitaban de un mago con cierta experiencia sobre las artes oscuras.
Draco había recibido una llamada de urgencia aquella noche y él, sin dudarlo, había salido del departamento lo más rápido que pudo, directo a San Mungo.
Reconoció la maldición inmediatamente al ver a la pequeña, él mismo había sido víctima de esta en su sexto año en Hogwarts a manos de Harry Potter, conocía el remedio gracias a que Snape le había ayudado a en aquella ocasión.
Las combulciones había complicado bastante la situación, apenas se acercó la niña había soltado una tos ronca que terminó en un baño carmín oscuro, las heridas habían comenzado a cortar por dentro ahogando a la pequeña en su propia sangre.
Draco sujeto el frágil y delicado cuerpo entre sus brazos y apunto con su varita hacia cada corte mientras iba recitando aquel hechizo muy parecido a una canción en una lengua extraña, las heridas comenzaron a sanar de manera lenta, la sangre dejo de brotar y la piel de la chica adquiro un poco de color aunque aún estaba terriblemente pálida.
Paso así el tiempo, no supo cuanto pero no sé detuvo hasta que la pequeña recuperó su respiración normal, el chico soltó un suspiro de alivio, unas gotas de escencia de dictamo y todo habría terminado.
Un hombre más entro a la habitación, un joven, no parecía mayor que él, quizá unos veintitrés años, este tenía un cabello castaño oscuro y mantenía una postura un tanto rígida, Draco no se permitió ser intimidado y mantuvo una expresión completamente imperturbable.
–¿Está bien?– Preguntó el sanador haciendo un gesto hacía la pelirroja que Draco sostenía entre sus manos.
–Esta fuera de peligro.–
–¿Cuál fue la maldición?–
–Fue...–Pero se detuvo, este hechizo no lo conocían muchas personas y la contra maldición era aún más inusual que el propio mal ¿Que pasaría si revelará el secreto? ¿Cuántos casos más no habrían como ese?– Es una maldición creada por mortífagos.
–Eso y era de suponerse– El Castaño ya mostraba cierto fastidio en la voz–, lo que quiero saber es ¿Cuál fue el hechizo y que has hecho para intervenir?
–Eso no puedo decirlo.–
–Mira Malfoy, es importante esta información para el expediente, un niña casi muere y los sanadores no sabían cómo intervenir.–
Draco miro a la túnica del chico en la cual había un pequeño distintivo dorado con el nombre de Ernie Macmillan, Malfoy le reconoció rápidamente como un idiota Hufflepuff.
–Precisamente por eso es que no daré la información, la gente ya es suficientemente estúpida por si misma.–
Ambos chicos mantuvieron una mirada de recelo y desconfianza, el ambiente en la habitación era bastante pesado, sin embargo la niña que hasta entonces creían inconsciente por fin habló con una vocecita baja y ahogada, repetía únicamente una palabra “Papá”.
Draco acomodo a la pequeña en la cama, tomo de los estantes una botellita café y aplicó en las heridas la escencia de dictamo, el chico castaño ya no replicó sonó que por fin le dejo solo, sin embargo el alivió de estar solo no le duró mucho ya que la puerta volvió abrirse dando paso a los padres de la niña, aquel hombre pelirrojo también se le hacía conocido y por la mirada glacial que recibió sabía que el hombre también sabía quién era él, tal vez le conocía de Hogwarts o quizá por algún asunto del ministerio.
Draco tomo los informes y leyó por primera vez el nombre de la niña, Victoire Weasley.
Inmediatamente su mirada se dirigió hacia la mujer, le resultaba muy hermosa a pesar de que la chica se notaba angustiada, Fleur Delacour era difícil de olvidar, sobre todo porque durante su cuarto curso en Hogwarts, Fleur había participado en el torneo de los tres magos y claro, no había chico que no estuviera besando el suelo por donde ella pisaba, bueno, todos excepto él.
Se repetía a el mismo que eso era dado al estatus de sangre de la chica, pero ahora que le miraba seguía sin parecerle algo excepcional.
–La niña se encuentra mucho mejor, podra irse a casa mañana temprano y... –Miro a la pareja con algo de severidad–
No sé como pasó y no voy a preguntarlo pero... si esa niña regresa a San Mungo por algo parecido a lo de esta noche, Wesley, te seguro que no vas a olvidarte de mi.
–¿Crees que yo sería capaz de hacerle eso a mí propia hija?–
La voz de Bill sonó llena de enojó e incredulidad.
–Potter me demostró que de ustedes se puede esperar cualquier cosa.–
–Pues no, resulta que un mortífago, uno de los tuyos...–
–¡No vuelvas a decir que es uno de los míos! – La voz de Draco había resonado casi en un grito, Bill se acercó con un gesto de despreció al mirar a Malfoy.
–¿Ahora te molesta? tienes una bonita marca para recordarte lo parecido que eres a ellos.–
Draco se tensó y sus ojos que antes hubieran sido de superioridad, ahora estaban faltos de luz, ese había sido un golpe bajo, no debió afectarlo pero en cierto sentido sabía que el Weasley tenía razón, Draco no había matado a nadie pero no dejaba de reprocharse haber sido tan cobarde, tan manipulable, el Slytherin había deseado ser poseedor de esa marca sin saber realmente lo que eso significaba, no solo era una mancha en su piel, sino en su pasado, su presente y parecía que le perseguiriá hasta la muerte.