No supo cuando realmente había surgido el monstruo. Ante sus ojos, el profesor Stark era perfecto.
Siempre atento, siempre comprensivo, dispuesto a guiarlo, ayudarlo, cuidarlo. Llego un momento donde Peter no se creía capaz de vivir sin ver esa sonrisa. Lo amaba, sabía que sus sentimientos iban más allá de un simple gusto personal; no era ciego, claramente sabía apreciar la belleza de otras personas, pero Stark, él lo hacía sentir diferente a todo y a todos. Por esa razón era tan aterrador. Su mente se negaba a comprender que ese mismo hombre que le había hecho sentir su primer enamoramiento real, fuera el mismo que lo había privado de su libertad y golpeado hasta la inconsciencia.
Así permaneció durante horas, tirado en una cama, intentando incluso respirar lento para que fuera menos doloroso, preguntándose una y otra vez que había hecho para merecer algo así.
Con todo y eso la peor tortura era en su interior, donde su mente y corazón se dibiadian entre la preocupación por saber cómo estarían su tía, sus amigos, si le estarían buscando, si les estaría doliendo su ausencia, o si ya lo habían dado por muerto. Ninguna de esas ideas eran agradables y aún así era lo menos pesimista que se permita en ese momento ya que las alternativas eran peores.
La puerta se abrió y Peter tuvo que cerrar sus ojos con fuerza para evitar las lágrimas, incluso apretó los labios para ahogar un sollozo. La sensación en su cuerpo era más que el miedo, estaba completamente aterrado.
Sintió el peso a su lado en la cama y entonces comenzó a temblar, hacía mucho frío ahí abajo, pero su cuerpo no había reaccionado de una manera tan violeta como ahora, el mismo movimiento involuntario que recorría su piel, provocaba mucho dolor, sentía el sudor frío perlar su rostro y recorrer la curva de su espalda, estaba a nada de un maldito ataque de pánico.
Entonces sintió una mano cálida sobre su hombro. Sintió la caricia recorrer su brazo y luego su mejilla; el dedo pulgar rozo con suavidad el corte de su labio, entonces sintió un beso sobre la herida, uno muy delicado y casi tierno, lo que por fin consiguió que Peter por fin abriera los ojos.
Entonces Tony libero por un momento sus amarres y lo atrajo hacía él. Debía admitir que no sabía cómo reaccionar, el movimiento había sido muy doloroso, lo suficiente para arrancar un gemido lastimaro de sus labios, pero el temor de hacer o decir algo que hiciera sobre reaccionar a Stark, era todo en lo que podía pensar, así que no tuvo tiempo para considerar lo que estaba pasando.
-- ¿Aprendiste la lección? -- pregunto con voz tranquila, como si estuviera dando una lección en clase y no como si lo hubiera golpeado hasta cansarse.
Asintió con un ligero movimiento de la cabeza y entonces Stark lo tomo firmemente en brazos. Fue una agonía, todo su cuerpo estaba tan lastimado, hubo un punto donde pensó que se desmayaría, apenas era conciente de que subían una larga fila de escaleras, y que recorrieron un largo pasillo, y entonces Stark lo bajo a una superficie fría, un momento después abrió la llave permitiendo que el agua caliente cubriera el frágil cuerpo del chico.
Peter soltó un sollozo lastimero, las heridas abiertas ardían al entrar en contacto con el agua. No importo lo delicado que fue Stark al pasar la esponja, ni lo suave que frotaba su cuerpo, dolía.
-- Shhh... tranquilo, esta bien, estarás bien.-- Le aseguro Tony mientras terminaba de enjuagar la espuma de su cuerpo y quitaba el tapón de la bañera.
-- Quiero ir a casa...-- suplico Peter con una voz rota, como un niño indefenso que suplica volver a su lugar seguro.
--Este es tu hogar ahí. Entre más rápido entiendas eso mejor. -- respondió con brusquedad el hombre mientras secaba con cuidado al chico.
No hubo una conversación, no desde el momento que comenzó a curar a Peter. El chico lloraba, se quejaba, suplicaba. Fue realmente difícil, pero nada de esto tendría que pasar si tan solo hubiera hecho caso.
Simplemente lo vistió con pijama ligero y lo llevo de vuelta a la habitación qué había preparado para él, solo que está vez se apiadó del chico, colocando un juego de cama y cobertor, para arroparlo, volvió a colocar el amarre y lo acomodo. Peter parecía todo un ángel, así indefenso como estaba, tan frágil y vulnerable. Adoraba cada lágrima que se deslizaba de los castaños ojos.
Tony le regresaría la pureza que allá afuera le habían quitado. Después de los primeros días de pensar todo lo que podía hacer con Peter, llegó a la conclusión de que le gustaba lo suficiente para arreglarlo. El chico era una cosita preciosa, sería un desperdicio terminar tan rápido.
Su obsesión por el joven muchacho traería problemas, nunca antes había deseado tanto dejar uno con vida.