Botas Timberland

Botas Timberland

Era la época de los noventa, aquellos días dónde los jeans rotos, los estampados y vestidos de tirantes eran lo más visto en moda y tendencia, sin dejar de lado, las inolvidables y fascinantes botas Timberland. 

No había jovencita alguna que no tuviera al menos un par de ellas en su estante de zapatos o al menos eso creía Emma quién no dejaba de ver aquel par de botas de color vino en una de las vitrinas de una pequeña boutique que se encontraba a unas cuadras de su casa. Era imposible para ella ignorarlas, pues todas las mañanas, pasaba de camino por ahí para ir a clases. Emma deseaba tanto esas botas, pero sabía que su madre no podría costear el precio de ellas, por lo que empezó a buscar en los periódicos anuncios de empleos para aplicar alguna vacante, ya que sabía que solo así reuniría el dinero suficiente para comprarse aquel par de zapatos. 

Sus amigos más cercanos no comprendían porque le daba tanta importancia a algo como unas simples botas, mientras otros se reían de que no pudiera siquiera tener un par. Pasaron varios días y noches hasta que una tarde recibió una llamada de un número desconocido, aunque esta, sin mucha esperanza contestó, ya que había recibido varias llamadas antes, pero solo se trataban de ofertas de servicios y otros. Para sorpresa suya, le habían llamado para comunicarle que había obtenido la vacante como cajera en una pizzería. Emma no podía contener la emoción ante semejante noticia, y no había cosa alguna que borrara la sonrisa de su rostro, para ella, ese momento solo sería el inicio de un largo camino. 

Pasaron tres meses desde aquella llamada, y un veinticinco de noviembre después de mucho esfuerzo Emma finalmente había conseguido reunir el dinero, por lo que luego de atender a su último cliente, tomó sus cosas y se dirigió a comprarse sus tan anheladas botas. Al llegar a la boutique, Emma, contempló aquel par de botas por última vez, aquello que parecía tan inalcanzable hace unos meses ahora estaría en sus manos. Emma, segura y orgullosa de sí, entró a la boutique y se llevó las botas consigo.  

Cuando Emma llegó a casa, notó que su madre quién le había abierto la puerta hace tan solo unos segundos, se encontraba mal, pues debajo de sus ojos se dibujaban grandes ojeras, y el color rosado en sus mejillas que la caracterizaba se había desvanecido. Emma, sin dudarlo, llevó a su madre a su habitación para que descanse y luego de recostarla en su cama empezó a buscar dentro de un pequeño botiquín algún medicamento para la fiebre, pero no hallaba ninguno, decidió así, ir a comprar algo de medicina, sin embargo, al dirigirse a la puerta tropezó con las sandalias de su madre, las cuales se veían desgastadas por el tiempo, pudo notar como a una de ellas se le había desprendido una de sus tiras y había sido reparada con algo de costura a mano. 

Emma quién no había apartado la mirada de aquellas botas durante todo este tiempo se había olvidado por completo del resto. No pudo evitar pensar en lo difícil que debió ser para su madre llevar aquellas sandalias y las preguntas no dejaron de cesar en su mente, ¿Hace cuánto tiempo ocurrió esto? ¿por qué no lo noté antes? ¿acaso aquel par de botas significaban tanto para mí a tal punto de olvidarme del resto? ¿qué ganaba con ellas, popularidad o satisfacción? ¿qué lugar ocupan en mi corazón, el suficiente para olvidar a mi propia madre? 

Por otro lado, su madre quién no sabía lo que sucedía, le preguntó entre susurros si se encontraba bien. Emma quién estaba sumergida en sus pensamientos, al escuchar su voz, con mucho esfuerzo le contestó que todo estaba bien y después de darle un pequeño beso en la frente le pidió a su madre que descanse, mientras ella regresaba con algo de medicina, además de prometerle que le prepararía su comida favorita. De regreso a casa, vio unas lindas zapatillas en aquella conocida boutique, Emma, al verlas no dudo en que serían perfectas para su madre, ya que eran de su color favorito. Al entrar, optó acompañar aquellas zapatillas con algo más, sin embargo, al momento de pagar, notó que no podría comprarlos. Emma quién no dejaba de pensar en aquellas sandalias que su mamá llevaba, le preguntó a la vendedora si podría pagar la diferencia a cambio de las botas Timberland, la vendedora algo dubitativa accedió al ver la tristeza y desesperación en los ojos de la jovencita, entre tanto que Emma no dejaba de agradecerle. Finalmente, al llegar a casa, tal como se lo prometió a su madre le preparó su comida favorita y cuido de ella toda la noche hasta quedar dormidas.  

A la mañana siguiente, la situación había mejorado, pues la fiebre finalmente había cesado. Y a pesar de ello, Emma rehusaba irse de casa, pero su madre insistió que todo estaría bien y que ella debía continuar con sus actividades. Emma con mucho receló accedió, y luego de darle un beso en la mejilla, le susurró al oído que había preparado algo especial para ella y que lo había dejado en su cuarto. Su madre que no tenía idea alguna de que se trataba, le despidió con una ligera sonrisa y luego de cerrar la puerta decidió ir a descansar pues aún se sentía un poco débil. Al llegar a su habitación, vio una hermosa caja rosada encima de su cama, al abrirla, pudo ver dos preciosas zapatillas del mismo color las cuales estaban acompañadas de un largo y bello vestido de estampados florales y una nota que decía: 

Por mucho tiempo me has cuidado y amado. Desde mi nacimiento hasta mis primeros pasos. Cubriste con amor mis pies descalzos, ahora es mi turno de mostrarte lo mucho que te quiero, lo mucho que te amo. ¡Feliz Cumpleaños, mamá! 

Su madre al leer  aquella nota, no pudo evitar emocionarse ante las palabras de Emma. Pues desde que su hija empezó a trabajar casi no lograban pasar mucho tiempo juntas. Llevar un hogar con una hija adolescente, no había sido tan fácil como ella había imaginado, al menos no desde la muerte de su esposo. No obstante, Rose, nunca se rendía y siempre salía adelante. 
A pesar de que Rose se sentía mal por no poder comprar las botas de las que tanto hablaba su hija,  en el fondo sabía que Emma solo las quería porque sentía que así iba a estar a la moda y se ganaría el respeto de los demás. Dárselas solo representaría un error, pues tarde o temprano Emma comprendería que el valor de las personas no depende de las cosas materiales que poseen sino de quienes son en realidad. Por ello, accedió a qué Emma trabajara pues creyó que eso le ayudaría a comprender más sobre la vida. Pero las cosas no salieron como esperaba, y Emma no dejaba de hablar de nada mas que eso. Muchas veces intentó tener una conversación con su hija, pero cuando lo hacía ella la evadía con alguna excusa. 
Recibir ese obsequio de parte de su hija, era lo más hermoso y preciado para Rose, pues no hacía falta que Emma se lo dijera, sabía lo que su hija había hecho para darle aquel obsequio que no solo tenia un alto costo monetario sino sentimental.  
Cuando Emma llegó a casa, abrazo a su madre con mucha fuerza y se cercioró de que la fiebre no hubiera vuelto, para tranquilidad de ella, todo estaba en orden. Su madre que comprendía su preocupación,  le tomó del rostro y le aseguro que todo estaba bien, y que no habría forma en que ella le dejara sola. Emma, no pudo contener el llanto ante sus palabras y  no lograba comprender como su madre, a pesar de todo, nunca dejaba de mostrarse amorosa, paciente, y bondadosa. Haber intercambiado esas botas sin duda fue la mejor decisión que pudo tomar, si eso significaba ver feliz a su madre. 
Y en un ultimo abrazo lleno de amor, lagrimas y risas ambas se dijeron:  
—Te quiero mucho mamá 
—Te quiero mucho hija



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En el texto hay: historia corta, familia love, mama e hijo

Editado: 19.10.2023

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