CAPÍTULO 22

La noche fría abraza el Archiministerio con una acogedora y fresca brisa que no se había hecho presente desde la muerte de Cobra, como si hasta la naturaleza hubiera entrado en duelo por la pérdida de la última de los shibalí; y los habitantes del complejo real advierten la diferencia en el ambiente, en especial, un taciturno hermano que se encuentra en apoyado en el barandal del balcón de la habitación real. 

Aunque en el día viste como el protocolo lo dicta, en la noche se permite utilizar un atuendo más sencillo, solo un pantalón holgado de algodón, unas cómodas sandalias de cuero y una cadena de plata alrededor de su cuello con un pequeño guardapelo discreto colgando de ella, en dónde guarda la imagen de su hermana y la de su esposa. El torso completamente desnudo, sobre el cual se pueden apreciar algunas de las cicatrices que las batallas en nombre de Nornodia y los experimentos de reprogramación, que no recuerda, le han dejado. Sobre los hombros descansa la cabellera platinada que, por lo regular, anda perfectamente bien peinada. 

Estando parado en el balcón, Felipe ve en dirección al Bosque de los Llantos, como si pudiera divisar desde donde se encuentra la casa donde se encuentra su hermana y sus amigos. Aunque no tiene habilidades mágicas, la conexión con Cobra sigue latente, y al momento en el que la revivieron, era como si estuviera conectado con ella. Podía sentir su presencia, aún a la distancia, cree poder escuchar los latidos de su corazón. 

- Cobra, sé que estás en peligro. - susurra al viento mientras mantiene la mirada fija en el horizonte. - Resiste hermana, se que puedes superar esto. 

- ¿Con quién hablas, mi amor? - dice una dulce y suave voz femenina, mientras la dueña envuelve con sus brazos desde atrás al emperador. 

- Con mi hermana. 

- ¿Con Cobra? - la voz de la pequeña mujer parece sorprendida. - ¿Puedes hablar con los muertos?

- El alma de Cobra sigue por ahí, Rey. Y yo sé que puede escucharme. - contesta Felipe, ocultando la verdad detrás de un argumento espiritual. 

La mujer se desliza a un lado del emperador, ajustando su cuerpo a la abertura que hay entre el costado y el brazo de Felipe. El emperador rodea en un gesto protector y cariñoso a la mujer, mientras le da un tierno beso en la cabeza. 

- ¿Cómo te sientes? - pregunta Felipe a Rey, tratando de desviar la conversación, pero no desvía su mirada del horizonte. - ¿Cómo sientes tu nueva piel?

- Es extremadamente sensible. - contesta Rey con algo de molestia. - Siento hasta el roce de la ropa. 

- El médico dice que con el tiempo te acostumbrarás. 

- Eso espero, o terminaré por volverme loca. - debate Rey mientras se coloca en el barandal, justo enfrente de su esposo. - Oye, ¿no te parece que el cielo está actuando un poco raro esta noche?

- ¿Cómo raro?

- Hace rato estaba completamente despejado, ahora parece que una tormenta se avecina. Sobre todo, por la zona del Bosque de los Llantos. Parece que se está formando el ojo del huracán ahí. 

Con este comentario, el cuerpo del emperador se tensa inmediatamente.

- Rey… 

- Dime, cariño. 

- ¿Qué hacías por esa zona? 

- ¿De qué hablas? 

- Rey, sabes perfectamente de lo que te estoy hablando. - dice severamente Felipe mientras le dedica un gesto serio a su esposa, viéndola directamente. - ¿Qué hacías en el Bosque de los Llantos?

La inocente y dulce mirada de la emperatriz se vuelve seria, mostrando cierta cerrazón y negativa a contestar la pregunta.

- Estaba en una misión especial. 

- Aja… ¿y por qué ni Coralillo ni Mamba sabían de ella? 

- No tengo porque andarles diciendo mi vida a esas mujeres. - Rey reacciona agresivamente a la pregunta, irguiéndose ofendida. 

- Esas mujeres son tus compañeras, amigas y, en el caso de Mamba, tu general. Además de tus guardaespaldas, si alguien debe saber dónde estás y qué estás haciendo, son ellas. 

- ¿Para qué? Para que me digan: “Con Cobra, hacíamos esto…” O “Cuando Cobra era la general…” o “No creo que Cobra tuviera en mente esto…”. 

- Solo están tratando de proteger el legado que ella nos dejó. 

- Eh, no. Solo están escudándose en el recuerdo de una muerta para rescatar una monarquía parlamentaria en lugar de abrirle paso a una república incluyente gobernada por el pueblo y para el pueblo.