Y me lo dijiste Andrew, pero no supe que decirte hasta que pasaron exactamente dieciséis minutos. Sabes de mi obsesión con los números divisibles en cinco, pero necesité un minuto más para no romperme.
Lamentablemente, me rompí. Lloré como nunca, ahí frente tuyo, como otras tantas veces que lo hice. Que lo hicimos. Era el fin de nuestra historia. Pero realmente, lloraba por el futuro, por nosotros pero no lloraba porque te quería para mi sola.
Aunque tal vez sí, quién sabe. Probablemente salí igual de egoísta que mi madre. Terminé gritándote y corrí hacia mi carro.