Yo estaba demasiado mal, mi madre me preguntaba por ti. Y terminé diciéndole lo que ella quería escuchar (y lo que entendería sin importar qué): me equivoqué y era mi culpa. Fui a tu casa el martes dieciséis.
Ese día me recibiste con el delineador corrido. Estaba lloviendo mucho, pero aún así me abrazaste y no dejaste de repetirme que me amabas. Que te ibas a esforzar por mi, y que nuestra Heather ya no sería la Heather de Conan Gray.
No te dije nada ese día, pero yo ya no podía más. Te amaba demasiado pero estaba muy confundida, And. Entre toda esa oscuridad tuve dos cosas esa semana: seguridad mientras dormía entre tus brazos y Alejandro. Te pusiste raro cuando me viste mirarlo en clase, pero al asegurarte que solo era curiosidad me diste una mirada que no me gustó.