Brenshka: Mitades obsesivas

Capitulo 2. Sótano

La pequeña franja que hay debajo de la puerta, no permite que la luz de la sala se filtre por debajo e ilumine un poco el sótano. Limpio las últimas lágrimas de mis mejillas y me pongo de pie. Extiendo los brazos al frente y camino a ciegas en busca de la lámpara que encontré entre unas cajas hace un par de días. Piso un juguete chirriante, provocando que Óscar suelte una carcajada.

«El juguetillo de él bebé más querido.» Habla provocándome.

Pateo el juguete lejos de mí. Intento creer que Óscar no está aquí, sino presto atención a sus palabras puede que consiga que se canse y se marche, dejando mi mente en paz.

Camino con lentitud. Logro encontrar una caja unos pasos más adelante, la abro y hurgo en su interior. Dentro únicamente hay ropa, zapatos y cosas que mamá debió haber tirado.

—Debe estar aquí —murmuro.

Continúo buscando sin encontrar la lámpara con éxito. Estoy seguro que lo he dejado oculto en alguna de estas cajas sucias.

Pronto me encuentro tocando una fría y húmeda pared, debo estar al otro extremo de la puerta, toco el rígido ladrillo y me guio por la línea de cemento que hay debajo de ella.

« ¿No piensas hablarme?»

—Déjame tranquilo, Óscar. —suplico, dándome un golpe en la cabeza.

«Eso será difícil, dado que necesito permanecer a tu lado.»

—No me gusta que estés aquí. —le confieso, asustado por las palabras que puedan salir de él en contra de Matthew.

«Y a mí, no me gusta que creas que te hago más mal que bien.»

He perdido la cuenta de cuantas veces me ha dicho que ambos somos amigos, que puedo confiar en él. No quiero creer en eso, no puedo confiar en alguien que mete ideas en mi cabeza, que está dentro y no me deja en paz. Suspiro y continúo caminando.

Tropiezo con algo unos pasos más adelante.

Me arrodillo al suelo. Siento el frio cartón entre mis manos, toco los bordes buscando abrirla, al tocar la parte de arriba mis dedos se humedecen de algo viscoso y gelatinoso. Indeciso acerco mis dedos a mi nariz maldiciéndome por haberlo hecho. El olor que impregna es desagradable. Limpio rápidamente mis dedos en el frio suelo y me alejo de la caja lo más lejos que puedo.

—Maldición —murmuro para mí mismo. El olor en mis dedos comienza a ser nauseabundo.

Debieron mover las cosas o puede que sea yo quien haya cometido el error de no recordar donde lo he dejado o esté en esa caja asquerosa. Regreso de nuevo hacia la puerta, me siento y mantengo la vista en el oscuro sótano; atento a cualquier ruido.

«Si te tomaras la molestia de hablarme, tu estadía en esta oscuridad sería más divertida.»

No se marcha, y no creo que lo haga mientras me encuentre en la oscuridad. Mamá decía que desde pequeño me encontraba en mi habitación platicando solo, creía que eso era acorde a mi crecimiento. Lo cierto es que era Óscar con quien hablaba por las noches, es como el amigo imaginario que algunos niños a esa edad suelen crear, sólo que este es un amigo de la oscuridad. Acostumbra a hablar mientras permanezca en los lugares oscuros o en esos malditos sueños, esos parecen ser sus lugares favoritos. Pero después de cumplir siete años su único objetivo es hablar mal de Matthew. Lo odia de eso estoy seguro.

—Ahórrame la conversación, sí hablarás mal de Matthew. —gruño por lo bajo.

«Una lástima.»

—Lo sé —dicho eso opta por guardar silencio.

No sé cuánto tiempo transcurre hasta que escucho los molestos golpes en la puerta de manera insistente, me tumbo al suelo y trato de ver por debajo de la puerta quién es. Diviso a la señora Singer asomándose por la ventana e intentando averiguar si hay alguien en casa.

«Tu hermano duerme tranquilamente mientras tu permaneces en este lugar. José ha demostrado una vez más a quien quiere. Si tan sólo lo eliminaras de este mundo, de tu vida...»

— ¡Cállate, Óscar! —Me levanto de golpe del suelo. Si lo tuviera enfrente me lanzaría sobre él haciéndolo callar, como con Ana—. ¡Calla esa boca o juro que...!

«Está muy mal visto jurar si no cumplirás. Jura cuando creas que lo cumplirás.»

Los golpes se detienen poco después. Debió creer que nadie está en casa. La señora Singer es una de las tantas personas que cree que somos una familia ejemplar, ser ciego ante la realidad no tiene límite. Apostaría que todos viven en su propia mentira.

«Es un hecho que tú, vives en la tuya.» Se mofa Óscar.

Vuelvo a tumbarme al suelo con los brazos sobre el pecho. Maldita voz, tiene razón. Vivo en una mentira, y me pregunto hasta qué punto seguiré siéndolo.

Un ruido entre la oscuridad me sobresalta, obligándome a pegarme más a la puerta.

—No es gracioso Óscar, deja de bromear así conmigo —me altero al sentir un pequeño rasguño en mi tobillo, rasgando mis zapatos escolares—. ¡Óscar!

«Estoy en tu mente, no en el suelo.»

Nuevamente algo toca mi tobillo. Suelto un grito. Llevo rápidamente mis manos a la boca temiendo que haya despertado a mi hermano.

Miro hacia el techo sin lograr escuchar el llanto de Matthew.

—No juegues así conmigo —me molesta que me crea tan estúpido como para no saber sus bromas—. ¿Te diviertes? —pregunto molesto.

«Me es divertido. Era la única opción para conversar, ¿No crees?» Contesta entre risas.

Escucho sus aplausos resonar en mi cabeza, contento de su broma.

— ¿Qué era esa cosa esta vez? —pregunto molesto, intentando ver entre la oscuridad lo que fuese que me haya tocado.

«Es un amigo.»

Escucho un gruñido en la oscuridad, pido a Óscar que deje de bromear, pero se niega, alegando que lo mire antes que pedir nuevamente que lo aleje. Me obligo a permanecer quieto, esperando que entre la oscuridad emerja cualquier ser con el objetivo de atormentarme. Quedo boquiabierto al sentir algo suave cerca de mis codos, me aparto rápidamente dejando al descubierto a un pequeño gato. Es Lio, es mi gato. Confundido y aún sin entender esto, me acerco a Lio y lo tomo entre mis brazos.




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