Hago caras graciosas a Matthew, quien permanece acostado en la pequeña caja que antes solía usar Papá, como recipiente de despensa. La caja es como su pequeña cuna en la cocina; aquí pasa la mayoría del tiempo cuando él permanece despierto. Fingir frente Mamá que me agrada jugar con Matthew en sencillo, basta con poner la mejor de las caras. Ella misma lo ha dicho, tengo un rostro angelical; nadie podría conocer mis verdaderas intenciones y sentimientos hacia él.
—Deja de hacer reír a Matthew —asiento, mientras observo a Mamá caminar apresuradamente por la cocina—. Espero tu padre aún continúe duchándose, o se molestará al no ver su comida en la mesa.
Es el tercer día de trabajo de Papá. Y como regla en casa, todos debemos estar despiertos y desearle un buen día. Mamá cree que si mostramos nuestro apoyo por su nuevo trabajo, él pueda estar menos molesto en casa.
Tiempo después, Papá aparece en la cocina, con el cabello aún húmedo. Mamá sonríe y suspira agradecida al ver el rostro sonriente de Papá. Se detiene en la entrada de la cocina. Presta atención a Mamá y decide ignorar el motivo de su sonrisa. Para unos pasos antes de llegar a la mesa, abre la boca como si quisiese preguntar algo a Mamá y negando con la cabeza, opta por callar, dejando a Mamá continuar cocinando.
— ¿Qué le ocurre a tu madre? —me pregunta con un leve gesto de diversión, mientras sube las mangas de su camisa azul hasta los codos.
—Debe estar feliz por tu trabajo.
—Ya veo —su sonrisa desaparece—. Por un momento creí que ocultaba alguna noticia.
— ¿Qué noticia? —pregunta Mamá, desde la estufa.
—El embarazo que te niegas a contar. —Soy yo ahora quien queda confuso al escuchar esas palabras. Busco la mirada de mi madre pidiendo alguna explicación a la acusación de Papá, quien gira con prisa sobre sus talones y mira horrorizada a Papá. Sonriendo, continua—: Puedo con tres niños, no te preocupes. Turnos dobles, creo que puedo con ello.
—Pero que tonterías dices. —Niega.
Permanezco observándolos confuso. Mamá le asegura que su alegría se debe a su nuevo trabajo, aunque ambos sabemos que no sólo es eso. Mi padre da por terminada la conversación, asegurando que pronto escuchará la noticia que él desea.
—Bemory, enciende la radio. —Toca mi hombro apretando con delicadeza, sentándose a lado mío.
Extiendo la mano al centro de mesa y, tomo el pequeño y viejo radio en mis manos.
— ¿Qué estación? —pregunto con voz baja, al encender la radio.
—Algo nuevo; cualquier cosa que nos mantenga al día de esta mierda.
Mamá pone mala cara al escucharlo. Ella desde siempre ha conocido a Jalisco como su hogar. Nació y creció aquí como hija única. Mientras Papá pasó toda su vida en Suecia, hasta que conoció a Mamá y optó por quedarse. Siempre al tener oportunidad, le recuerda que si la hubiese presionado más, nosotros estaríamos en este momento en su país, como ahora lo acaba de hacer.
—José. —Le amonesta.
Papá sonríe con diversión, levantando sus manos.
— ¡Vamos, Martha, es un decir!
Matthew desde el suelo, acostado en la pequeña caja, suelta una risita. Papá se acerca a él y lo toma entre sus brazos.
—Al pequeño le ha causado gracia. —Señala con el dedo índice a Matthew.
Sobre la mesa toma el biberón de Matthew y se lo coloca en la boca. Posa sus pequeñas manos sobre el biberón y bebe, manteniendo sus ojos verdes en Papá; quien le sonríe.
Sin decir una sola palabra, toma tres platos de la estantería, los coloca sobre la mesa pequeña y sirve la comida, cuidando no quemarse. Al notar que mi madre no responderá, añade:
— No te molestes ahora. Ambos sabemos que esto acaba peor —se sienta junto con Matthew—. ¡Fan, Bemory, he pedido noticias!
Me apresuro, y giro el pequeño botón, buscando la estación de noticias. Cambiando con lentitud las estaciones de radio y escuchando como ambos comienzan su primera discusión por la mañana, se crea una mezcla. La radio menciona al nuevo prodigio de la música clásica, Papá comenta hecho una furia sobre lo difícil que le fue hallar un trabajo con la escasez que hay y lo conveniente que sería vender la casa e irnos, y Mamá contraataca pidiendo que se calme y piense un poco las cosas.
Pronto los sollozos de Matthew se unen también. Dejo de girar el botón al encontrar la estación donde justo ahora transmiten las noticias y algunas historias urbanas que la señora Singer escucha por las tardes, incluyéndome a mí. La voz cansada de un anciano, habla sobre un accidente automovilístico en el que dos adolescentes murieron tras el impacto del auto. Escucho boquiabierto, como el anciano comenta que el auto explotó segundos después del impacto, dejando los cuerpos completamente calcinados...
— ¡Håll käften, Martha! —Opta por quedarse callada y escuchar con nosotros las noticias—. ¿Acaba de decir, un accidente?
—Los forenses no lograron identificar los cuerpos —continua el anciano. Papá intenta calmar a Matthew, arrullándolo. El anciano tose, se disculpa y añade—: El automóvil tenía la placa trasera ya expirada y, tras una minuciosa investigación, la policía encontró a los propietarios. Quienes identificaron los cuerpos como: Carmela Quiroz Sánchez y Mike Hernández Müller. Este último hijo del propietario del automóvil...
—Llevo dos veces que escucho la misma información —comenta Mamá, quitándole a Matthew de los brazos—. Creí que lo sabias.
— ¿Y porque carajos crees que pedí que el niño, encendiera la radio? Me he pasado estos días trabajando en un campo y lo único que soy capaz de escuchar son los malditos cantos de las aves, o como los trabajadores se quejan de su labor, ¿te burlas de mí? —eleva la voz, molesto.
—No, yo...
— ¡DEJA ESCUCHAR! —Le interrumpe, Papá.
Mamá se queda callada e intenta calmar los lloriqueos de Matthew, entre arrullos. Esta es la segunda vez que escucho sobre el accidente del auto, y lo confuso es que mencionen la explosión, cuando en realidad Max, asesinó a esas personas, ¿Cómo es posible que crean esa farsa? Los detalles coinciden con lo que yo vi en ese lugar, pero menos la explosión.
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Editado: 17.07.2020