Brenshka: Mitades obsesivas

Capítulo 9. Un portador obsesionado

 

Las mentiras acostumbran a irse en tu contra aunque estas no las hayas realizado tú, o eso fue lo que quedó claro después de la muerte de Matthew. Lo gracioso y confuso, es que él mismo dijo que a la oscuridad no le gusta las mentiras y mucho menos que, aquellas sean de ellos. Después de todo, fue en vano asesinar a mi propio hermano, Óscar continúa dentro de mi cabeza; hablándome de lo estúpido que fui, al creer que deshacerme de él sería fácil y agradeciéndome por permitirle unirse a mí completamente. Hace sólo dos días me encontraba aliviado al no escucharlo más en mi cabeza, llegando a la conclusión que, Óscar me dejó en paz. En efecto, logré calmar su obsesión hacia Matthew y eso lo hizo callarse por lo que restó del día, pero esa misma noche—estando mis padres devastados por la muerte de Matthew—, al no conseguir dormir, Óscar volvió a hablarme.

«Se dice en la oscuridad que los humanos son torpes e ingenuos, sin importar que estos sean portadores. Eso fuiste tú al confiar en tu mitad oscura, uno de los pocos que ya han sido engañados...»

Esa noche recalcó que mintió a su propio beneficio sin herir a su portador. Eso fue lo que no tomé en cuenta al aceptar su juego; que él podría mentirme cuantas veces quisiese sin dañarme. Realmente no conozco a que fin lo hizo, pero aseguró que ni la luz del día le impedirá hablarme cuando le plazca. Debí imaginar que Óscar podría mentir para sus propios beneficios, fue mi error al creer que siguiendo lo acordado él se marcharía de mi cabeza. Fui utilizado, fui su maldito títere. Y ahora no podré deshacerme de él, Óscar ya lo ha dicho.

Sin duda, las mentiras esta vez fueron en mi contra.

El párroco de nuestra iglesia termina de recitar sus plegarias, y finaliza pidiendo por el descanso eterno de mi hermano. Mi padre durante todo el tiempo en el que ha estado de pie, frente a decenas de personas, ha mantenido su vista en el pequeño ataúd oscuro. No ha derramado una sola lagrima, no ha hablado y tampoco se ha acercado a mi madre, de quien el único apoyo y abrazos que ha recibido son de Adelina Fabela; amiga de mi madre desde jóvenes y persona que se empeña en llamarme sobrino.

Anoche escuché a mis padres hablar en el pasillo de mi habitación, justo más tarde de que el párroco se marchara al haber hablado en privado acerca de los arreglos funerarios de mi hermano. Oí a mi padre asegurarle a mi madre que yo era el único culpable de la muerte de Matthew. Creí en ese momento que dudaba sobre la escena que planté en su habitación, sin embargo no fue así. Según mi padre, se suponía que debía supervisarlo y cuidarlo mientras ambos permanecían fuera de casa. Afortunadamente mi madre se encontraba demasiado afectada que se negó a tacharme a mí como el culpable, prefiriendo culparse ella misma.

Para mi padre, yo soy el único culpable y se encargó de recordármelo nuevamente esta mañana, prohibiéndome ir con ellos al entierro alegando que, no mostraría a su único hijo completamente desfigurado frente a las personas y dejando como última frase al cerrar la puerta: Tú lo asesinaste enfermo y te juro que pagarás por ello.

Tomé sus palabras en serio, pero eso no evitó que saliera de casa y asistiera al entierro de Matthew. Necesitaba despedirme de mi hermano, verlo por última vez sin importar que fuese a distancia, disculparme y comentarle que su muerte no cambió las cosas en mi vida, al contrario, las dificultó aún más.

Durante todo este tiempo los he observado manteniéndome oculto detrás de un gran árbol viejo con casi todas sus hojas caídas al suelo. El viento a estas horas de la mañana suele ser muy violento; sin importar que lleve una sudadera café debajo de la playera gris el viento consigue filtrarse entre la tela y provocarme escalofríos. Me acomodo la capucha de la sudadera, jalo las mangas de esta misma, cubriéndome con ellas las manos y me dispongo a marcharme del cementerio.

Camino apresuradamente con dirección a la salida. Diviso el gran portón oscuro varios metros más adelante completamente solo, sin la supervisión de Mario; un señor viudo desde hace un par de años, de no más de treinta años, que acostumbra estar frente al portón cuidando quienes entran a visitar a sus familiares fallecidos. Bajo la mirada al suelo y sigo el camino de piedras, cuidando no tropezar con ellas.

Cruzo el portón sin encontrarme al señor Mario. Al disponerme a girar a la izquierda y tomar el camino más corto a casa, me encuentro a Thomas tomado de la mano de su madre y padre, vestidos completamente con vestimentas oscuras. Miro a mi derecha, la terracería está completamente desierta, el camino a casa por ese lado sería mucho más largo, pero es preferible irme por ese lugar y evitar así que consigan verme.

Sin perder más tiempo, decido tomar el camino de la derecha y comenzar a caminar más rápido.

— ¡Mamá, allá va Bemory! —El grito de Thomas detiene mi paso.

— ¡¿Eres tú, Bemory?! —En esta ocasión escucho una voz femenina. Su madre debe ser quien habló.

Levanto la cabeza, mirando el camino. Dudo si girarme o ignorarlos. Confundido, camino un par de pasos más y finalmente a regañadientes, decido girarme. Al verlos de pie en la entrada, la familia me mira con horror.

— ¡OH, DIOS MIO! —La señora se acerca a paso apresurado hacia mi dirección—, ¿Pero qué te ha pasado?

Inconscientemente llevo mi mano a mi rostro cubierto de vendajes.

— ¿Muchacho que has hecho esta vez? —pregunta con cansancio su esposo.

El señor Mateo es el Doctor que suele atender mis heridas con continuidad. Debe creer en este momento que lo que me ha ocurrido fue a causa de mis torpezas. Mentalmente repaso lo que mi padre me pidió: Continuar con las mentiras. Ante el resto de las personas nuestra familia debe continuar siendo ejemplar y, nuevamente eso significaba contar como es que me he lastimado en esta ocasión. Pienso en algo estúpido y se los relato:

—Creí que podría quitarme un diente que amenazaba con caer, desgraciadamente confundí las pinzas por el cuchillo, y me corté un poco accidentalmente. Debió ver la cantidad de sangre en el suelo y a mis padres asustados de que en esta ocasión finalmente me hubiese matado.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.