Brenshka: Mitades obsesivas

Capítulo 13. Los Emerson

 

 
 


Jalisco, 14 de septiembre 1988

Dos años más tarde.

Las hojas de los árboles se encuentran teñidas de un tono café; el otoño se encuentra más que presente en esa época del año. Un "sss" se escucha por la calle; hay un barredor recogiendo las hojas esparcidas por debajo de los árboles. Mese su cabeza de un lado a otro, disfrutando de su trabajo, no podría quejarse de lo que hace, él es feliz con sólo disfrutar del aire libre.

Unos ojos azules llenos de envidia lo observan desde el tercer piso de la estación de policía. No es más que un simple pobre hombre que no se queja del lugar que le ha tocado en esta vida, sin embargo, él se queja de la suya.

Pasó la mayor parte de su vida escuchando a su abuelo paterno y padre hablar sobre lo importante que sería si él obtenía con el paso de los años un alto cargo como policía como lo habían hecho ellos. Juval Emerson no anhelaba ser policía, él estaba seguro que su vida estaba siendo un campesino; como su abuelo materno y tío, personas que adoran el campo como lo hace él, personas que aman el aire libre. Fue prácticamente obligado a ejercer una profesión que no era su vocación, y pese a eso, Juval ha logrado lo que sus padres deseaban: mantener el apellido en lo alto.

Ahora está de pie, sosteniendo en la mano una fina cortina de tono beige, observando al hombre que barre con alegría, mientras él está en una oficina, con un escritorio lleno de documentos que revisar a sus espaldas.

Tal parece, el pobre lleva una vida feliz realizando el trabajo que le gusta, concluye.

Detrás de Juval, su compañero de trabajo y mejor amigo, gira la perilla de la puerta con excesivo cuidado, deseaba sorprender a Juval con su inesperada llegada; normalmente se presentaba a saludarlo después del mediodía. Para su sorpresa, al abrir la puerta encontra a Juval con aire misterioso observando por la ventana.

—Caramba hombre, ¿A quién estas espiando?

A pesar de que le sobresalta al escuchar su voz, pretende aparentar tranquilidad. Él no espía a nadie; jamás se atrevería a admitir que observaba con envidia a un simple barredor. Cierra la cortina.

—Uno necesita ver lo que está perdiendo al estar en un escritorio —contesta simplemente.

Juval se encamina hacia su escritorio, en todo momento observa de reojo a su amigo de pie con la puerta cerrada detrás de él. Sonríe como nunca lo ha hecho, o al menos eso recuerda. Su gran amigo ni siquiera sonrió tanto cuando se les otorgó su primera medalla de reconocimiento al haber salvado a inocentes en un operativo de demasiado riesgo. Supone que su inesperada llegada tiene que ver con su gran sonrisa.

—Suéltalo, Sarae. —Toma asiento en su cómoda silla oscura.

— ¿Soltar qué?

Juval suspira.

—El porqué de estar visitándome tan temprano y el "qué" de tu tonta sonrisa.

— ¿Soy tan obvio?

Quiso responderle con alguna broma, pero Sarae continuó:

—Hace dos horas, Catalina colocó frente a mis ojos un aparato. No entendía porque me mostraba ese aparatito; sabes bien que soy torpe para esas cosas de mujeres. Miré eso y lo único que se me vino a la cabeza fue: ¿Para qué es esto? —se golpea la frente, ¡que bobo fue! —. Me gritó explicándome que es una prueba de embarazo y que tenía dos rayitas. Seguía sin entender. Entonces explotó literalmente —por eso su gran sonrisa, entiende Juval; hace seis años le ocurrió lo que ha Sarae— ¡Embarazada! ¡Catalina está embarazada! —Ahora está seguro que Sarae pasearía por las instalaciones con aquella enorme sonrisa en lo que reste del embarazo— Juval, seré padre.

Por supuesto que lo será.

—En buena hora, amigo mío. —Se puso de pie.

Sarae se apresura a acerarse a su amigo y ambos se abrazan. El abrazo dura menos de un par de segundos, Karen, la secretaria de Juval los ha interrumpido.

Culpa a su torpeza por interrumpirlos en aquel tan... íntimo abrazo de amigos. Quizá estuviesen festejando, y ella de tonta, entró en el momento menos oportuno, y peor aún, sin anunciar su entrada. Su querido Juval, tiene aquellos ojos azules que tanto la derriten puestos en ella. ¿Pero es que esa mujer se quedará ahí sin decirle alguna palabra?

—Lo... lo lamento... digo... siento interrumpirlos —él detesta el tartamudeo de las personas, se recuerda apenada. Nuevamente acaba de hacer algo mal frente a él—. Puedo volver más tarde.

Sarae le sonríe, y con la misma sonrisa se dirige a Juval.

—Para nada hermosa, tú quédate aquí, porque soy yo quien volverá más tarde. — ¿Estaba ordenándole a su secretaria quedarse? Sarae no tiene derecho, no tiene tanto poder como él en la central de policía.

Resiste el impulso de decirle cuál es su posición en la estación al darse cuenta que está en lo correcto.

—El oficial Romero tiene razón, su trabajo lo espera.

Sarae se marcha en ese momento dejando a una secretaria embelesada por la belleza de Juval. Pocas veces se permite admirar a hombres guapos por más de cinco minutos, y en esta ocasión tiene la oportunidad de ver a uno por más tiempo estando a solas con él. Karen acostumbra a apodar a Juval como la fruta prohibida. Cuando su cuñada le preguntó porque lo hacía, simplemente le explicó que Juval siempre observaba a las mujeres con una mirada fría, los ojos azules penetrantes y sin la más mínima expresión de sentimientos, podría asegurar que eran su escudo contra ellas; una prohibición a acercársele. Aun así no era suficiente, ellas no captaban la indirecta. Las entiende, ella tampoco lo captó en aquel entonces y continúa sin aceptarlo. El simple hecho de mirar un rostro sin imperfecciones, sus perfectas cejas oscuras, su barba crecida de días y ese cabello oscuro alborotado, a ella la hacen suspirar.

La fruta prohibida no se toca, se regañó mentalmente, al observar al hombre esbelto unos metros delante de ella.

Ante los atentos ojos de Karen, él se sienta frente a su escritorio provocando un chillido en el incómodo silencio. Juval toma tranquilamente el más cercano folder de color amarillo y comienza a ojear el contenido de papeles dentro. La primera página impresa no era más que un informe del avance de investigación de un contrabando de drogas; al parecer su oficial infiltrado tiene buenas noticias.




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