Durante los primeros años después de la muerte de Jesús el cristianismo sufrió muchas divisiones. La primera importante fue la introducción de los gentiles al cristianismo promovida por Pablo de Tarso, (el apóstol Pablo), quien afirmaba que sólo la fe en la resurrección de Jesús era suficiente para ganar un lugar en el paraíso. Sus oponentes afirmaban que para llegar al paraíso no solo se debía creer en Jesús, también se debía cumplir la ley de Moisés, (el Pentateuco, cuya autoría se atribuía al profeta Moisés), esto implicaba la prohibición de trabajar el sábado, la práctica obligatoria de la circuncisión, etc., etc., etc… Todo esto resultaba muy poco atractivo para los no judíos, lo que explica a las claras porqué el bando de Pablo de Tarso fue el que ganó la pulseada. “Los cristianismos derrotados” de Antonio Piñero resulta una lectura indispensable para conocer este fenómeno en profundidad.
A medida que se expandía el cristianismo, diversos líderes religiosos, reinterpretaron los hechos y crearon nuevas ramificaciones. Durante el segundo siglo d. C. el cristianismo estaba básicamente dividido en dos, los gnósticos y los proto ortodoxos, (como los llama Bart Ehrman en su libro “Cristianismos perdidos, los credos proscritos del nuevo testamento”).
Los gnósticos creían que el dios de Abraham era un dios menor, creador de la materia y de nuestro universo, de éste mundo y de los humanos; y el dios verdadero era inmaterial y moraba fuera de nuestro universo. Esta postura explica el mal en la tierra como producto de la inferioridad del dios creador de la misma y afirma que el dios predicado por Jesús no es el dios de Abraham sino el dios “verdadero” inmaterial.
En oposición, los proto ortodoxos sostenían que solo existe un dios, el dios de Abraham, y que ese era el dios que predicaba Jesús mientras que el mal lo explicaban a través de la existencia del diablo. Tras el tratado de Nicea los proto ortodoxos se convirtieron en la “ortodoxia" y el resto de los “cristianismos” fueron fuertemente combatidos y, en su gran mayoría, extinguidos. El cristianismo no volverá a tener grandes novedades hasta la reforma protestante.