No aspiro a ser catalogado como el descubridor de nada, porque nada he descubierto, con estas breves líneas solo deseo despertar la curiosidad innata del hombre como especie, misma que ha sido adormecida por generaciones y generaciones de personas cuya fe impone castigos impensables a la duda o la curiosidad. Si uno lo piensa un poco, uno esperaría que una mítica deidad volcánica de la edad de bronce del cercano oriente solo ocupara un rincón en algún estante de un museo junto con el resto de los dioses mitológicos en vez de convertirse en el dios adorado por más de la mitad de la humanidad.
Richard Dawkins explica este fenómeno como el resultado de una programación genética del cerebro humano: “Mucho más que cualquier otra especie, nosotros sobrevivimos gracias a la experiencia acumulada por las generaciones previas; y esas experiencias necesitan ser transmitidas a los niños para su protección y bienestar. Teóricamente; los niños podrían aprender de la experiencia personal a no acercarse al borde de un precipicio; a no ingerir frutas de color rojo que nunca había visto ni probado antes; a no nadar en aguas infestadas de cocodrilos. Pero para decir lo menos, existirá una ventaja selectiva para el cerebro de un niño que posea la regla temporal que le establece: cree, sin preguntar, cualquier cosa que te digan los adultos. Obedece a tus padres, obedece a los ancianos de la tribu; especialmente cuando adoptan un tono solemnemente amenazador. Confía en tus mayores sin dudar. Esta es una regla generalmente valiosa para un niño. Pero… … puede funcionar mal…. …Las computadoras hacen lo que se les dice que hagan. Ellas obedecen como un esclavo cualquier instrucción que se les dé en el mismo idioma de su programación. Así es como ellas hacen cosas útiles como procesar palabras y resolver operaciones matemáticas en hojas de cálculo. Pero; como un inevitable sub-producto, ellas son igualmente robóticas en obedecer las instrucciones equivocadas. Ellas no tienen forma de saber si una instrucción va a tener un efecto bueno o malo… …El niño no puede saber que “No chapotees en el Limpopo infectado de cocodrilos” si es un buen consejo; ni tampoco: “Debes sacrificar una cabra cuando llegue la luna llena; o las lluvias no llegaran”. Ambas advertencias suenan igualmente confiables. Ambas provienen de respetadas fuentes y son transmitidas con solemne insistencia que demandan respeto y obediencia. Lo mismo ocurre con proposiciones sobre el mundo; sobre el cosmos; sobre moralidad, y sobre la naturaleza humana. Y, muy probablemente, cuando el niño crezca y tenga niños propios, él o ella les transmitirán a sus niños todo el lote—los sin sentido así como los buenos sentidos—usando las mismas maneras de infecciosa seriedad.”
Pero yo creo que es un fenómeno mucho más complejo donde intereses económicos, políticos y socioculturales han desempeñado un papel fundamental.
Y me despido anhelando que hayan disfrutado la lectura y que ésta los invite a leer otras obras que los lleve por el camino del conocimiento y la superación personal; porque, después de todo, “El saber no ocupa lugar”
FIN.