Brevedades

La muñeca del guardian.

Jiveth era el encargado de cuidar el río del inframundo. Este río estaba hecho con el miedo, el dolor y la desesperación de todos aquellos que habían pasado por el tártaro, y de tanto estar cerca de él, Jiveth parecía estar hecho de la misma sustancia. Su mascota, una muñeca embrujada que hacía varios siglos había caído a ese lugar, solía mirarlo deambular cuando la desesperación del río lo abrumaba. En esos momentos, los ojos de sangre de Jiveth y los ojos de botón de la muñeca se encontraban, y sus bocas costuradas se ensanchaban en amplias sonrisas. Quizás por eso se entendían tan bien, habían aprendido a comunicarse con simples miradas, y sabían que cualquier palabra que los fantasmas y monstruos que habitaban el tártaro pudiesen decirles no sería jamás tan sincera como una de sus miradas. Las palabras siempre engañan, incluso las acciones lo hacen, pero una mirada puede revelártelo todo de la otra persona.          
Ese día, que como todos los demás era lento y aburrido, un grupo de gigantes intentó cruzar el río por el único lugar seguro: el camino de rocas vigilado por Jiveth. Primero intentaron negociar con el demonio hecho de sangre y dolor, pero no entendieron una sola de sus miradas. La muñeca los miraba divertidos, mientras caminaba de un lado hacia el otro alrededor de su amo. Como eran más grandes, los cíclopes intentaron pasar a la fuerza por sobre Jiveth. Él se corrió y dejó que se enfrentaran a la pequeña muñeca. Los gigantes se rieron, la apartaron de mala manera y comenzaron a cruzar. Lo que ellos no sabían es que, al ser una muñeca, ella podía entrar y salir del río sin sufrir daño alguno. Sin mucha prisa, la muñeca diabólica se acercó a los pies de los gigantes con su gran sonrisa de hilo y los fue haciendo perder pie, uno a uno...
Los gigantes cayeron al agua, que no era muy profunda, pero salieron gimiendo, gritando, llorando desconsoladamente, abrumados por la cantidad de dolor, desesperanza y desconsuelo que había en el río. El río rugía de satisfacción al sentir el miedo de los gigantes y, lentamente, fue consumiéndolos hasta que desaparecieron dentro de él, para siempre.
Jiveth estaba triste, sabía que el río solo devoraba a quienes habían matado a alguien, y últimamente todos los que intentaban cruzarlo eran arrastrados por sus aguas. El mundo estaba cambiando, todo era mucho más cruel.



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En el texto hay: criaturas magi, gatos, microrelatos

Editado: 21.02.2020

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