La niña tiene miedo, sabe que algo malo sucede, pero no se atreve a preguntar. Su madre ha ido a abrir la puerta en medio de la noche y ha vuelto muy preocupada. No ha abierto la puerta, solo observó por la mirilla y le dijo a quien estuviese del otro lado que esperara. Luego de eso, ha corrido al cuarto de la pequeña y la ha hecho esconderse en un pequeño reducto que hay bajo las tablas del suelo, después ha vuelto a poner en su lugar la alfombra que la cubría. La niña la escuchó hablar con alguien y luego las voces se fueron elevando cada vez más, hasta convertirse en gritos que se callaron tan de repente que el silencio comenzó a lastimar los oídos de la pequeña.
Ha escuchado pasos que se acercaban y luego la voz serena de su madre, y otros pasos detrás de ella seguidos de una voz profunda y melancólica.
Las voces se movieron sobre su cabeza durante tanto tiempo que se adormiló, y cuando lo hizo, se despertó en seguida con un nuevo grito. Un líquido oscuro se filtraba por el techo del escondrijo de la niña, y cuando quiso salir, un peso muy grande para su pequeño cuerpo le impidió levantar la trampilla. La niña estaba atrapada bajo el suelo, cubierta de sangre y sin poder gritar en busca de ayuda, presa del miedo.
Varios días después pudo salir con ayuda de su madre, que había estado inconsciente y muy lastimada por culpa del ataque que había sufrido. Pero a pesar de haber salido, su mente ya estaba trastocada y ese pequeño habitáculo se había transformado en algo especial para ella, casi en algo digno de adoración, y en lo retorcido de su maltratada mente, ella solo podía recordar la desesperación de aquel momento, y la belleza que aquel lugar había cobrado de pronto para ella...