Tras la máscara.

Una máscara. Eso era todo lo que me separaba de la joven a la que había amado durante tantos años. No podía creer que ella no me hablara nunca, pero me encontrara atractivo en esa fiesta de disfraces. La joven insistía en que me quitara la máscara, pero no quería romper el encanto. Sabía que en cuanto me quitara la máscara ella se burlaría y se iría a otro lado. Aun así, se moría de ganas de besarla, luego de tantos años de observar. La conocía desde hacía mucho tiempo y llevaba casi la misma cantidad enamorado de ella.

Luego de mucho insistir, ella logró quitarme la máscara, y antes de que la terminara de correr, ya me estaba besando. No era un simple beso que regalaba por estar borracha y encaprichada. No, era un beso consciente y con deseo. Por un momento, todo fue perfecto. Pero llegó el instante en que ella fue a abrir los ojos, y temí que todo acabara ahí. Pero no fue así. Ella me miraba directo a los ojos y sonreía. Lentamente, pasó sus manos por su rostro hasta terminar de quitarle la máscara. Y cuando lo hizo sonrió, una risa limpia y clara se escapó de su garganta y la alegría inundó sus ojos.

—Llevo años intentando besarte, Louane, años.

La joven me miró por un segundo, como si su voz hubiese roto el hechizo.

—Aquí me tienes, Sander.

Y sin darme tiempo a reaccionar, estaba otra vez besándome. Durante toda la noche no pudimos soltarnos, y fui inmensamente feliz, por primera vez en mucho tiempo. A la mañana siguiente, al despertar y verla a mi lado, se me ocurrió pensar que tal vez la vida era mucho mejor de lo que yo creía. Tal vez si los humanos no estuviésemos todo el tiempo preocupados por las cosas negativas disfrutaríamos más la vida. Tal vez si no estuviéramos tan ocupados pensando en las traiciones sufridas y en el dolor sentido podríamos seguir con mayor facilidad. Sonreí para mí y la abracé una vez más. Ya habría tiempo para preocuparse en otro momento.