Los niños tienen tanta imaginación que no necesitan mucho para pasar una tarde increíble.
A algunos les basta con un lazo. Quizás hecho moño.
Un lazo negro, con flores azules bordadas, tal vez a mano o quizás a máquina.
Un lazo que una niña sacó de un regalo, un grueso listón de tela como los que envolvían los regalos de antes, y no como ahora, que todo es de plástico.
Un día el lazo adornará su pelo, al día siguiente lo usará como un collar. Tal vez unos días después se transforme en un cinturón, en un adorno en su ropa o en una pulsera. Tal vez pueda ser como las cintas con las que Hadas y bailarinas atan sus zapatos.
Cuando se canse del lazo va a guardarlo en algún lugar donde guarda sus pequeños tesoros, y ahí lo dejara mientras juega con su siguiente descubrimiento.