El gato en la ventana

El gato, de pelaje naranja brillante, observa el mundo al otro lado de la ventana con paciencia, con una pizca de curiosidad.  Ve cosas que los ojos humanos no alcanzan a captar, y se concentra en algo que ningún habitante de esa casa puede siquiera imaginar. La niña lo observa, intrigada, inquieta. El gato respira con pesadez, gruñe y hace mucho ruido, como si se estuviera preparando para saltar sobre algo.
El gato comienza a mover su cabeza de aquí para allá, como si siguiera algo con la mirada. Sin embargo, afuera está muy oscuro y la niña no alcanza a distinguir nada, a pesar de que se esfuerza.            
Por un momento, teme ¿Y si hay alguien al otro lado de la ventana y ella no es capaz de percibirlo?
Está sola en la casa, por lo que corre a comprobar que todas las puertas y ventanas de su hogar estén correctamente cerradas.         
Se oye un ruido en el patio, y la niña corre una vez  más para estar frente a la ventana, al lado de su gato. El animal vigila, compenetrado en su tarea. ¿Qué es lo que ve? ¿Qué se oculta en la oscuridad? Tiembla.  Un escalofrío recorre su cuerpo y decide abrazar al gato, distrayéndolo de su vigilia.  
Es en ese momento que el ruido vuelve, y ella ve finalmente a otro gato paseando por su patio. 
Aliviada, aunque también un poco avergonzada, la niña suelta a su mascota y vuelve a su habitación, donde se mete en la cama, tranquila, y se pone a leer.  Se aleja de la ventana en el momento exacto en que una figura extraña se mueve en el límite del campo de visión que la oscuridad permite. La sombra, dotada de cuernos y un gran tamaño, ha estado allí todo el rato, observándola sin ser visto, midiéndose con aquél guardián naranja.           
Entrará en esa casa, está seguro de ello. Sólo debe hallar la forma de pasar sobre el protector.