La autoridad, vaya cosa. El poder, que gran dolor de cabeza. Todos quieren mandar alguna vez en su vida, todos han deseado al menos una vez ser quienes dirijan la orquesta.
Pero si todos lograran lo que desean, entonces el mundo sería un caos.
Y en un mundo en caos, la autoridad ya no importa.
Entonces... Si se degrada el poder, si se diluye la autoridad... ¿Quién queda para marcar la diferencia entre lo que es correcto y lo que no? ¿Quién puede mostrarnos dónde está esa fina línea que separa el bien y el mal?