Él tenía por costumbre despertarse temprano, bañarse y desayunar. Todos los días hacia lo mismo, en el mismo orden. Salía a trabajar y contaba los pasos que separaban la puerta de su vivienda de su auto. 15 pasos, siempre lo estacionaba en el mismo lugar. El recorrido al trabajo transcurría con tranquilidad en exactamente cuatro minutos y nedio, estacionaba en su puesto de siempre y hacía 15 pasos más para entrar a su trabajo exactamente a las 7:30. Ni un minuto más, ni un segundo menos.
Para subir a su oficina, tiene que tomar el ascensor. Pulsa el botón y espera hasta que llegue el de la izquierda. Toma ese para subir y el derecho cuando baja, para estar un poco más lejos de la recepcionista chismosa y que no note su cara de cansancio o algún posible mal humor.
Pero esta mañana, algo sale diferente. El ascensor izquierdo está fuera de servicio.
Mira malhumorado a los costados y decide usar las escaleras. No piensa tomar el ascensor derecho en la mañana.
Sube las escaleras aprisa, tratando de que el percance no le quite tiempo a su rutina. Luego de un par de pisos, comienza a sentir la incómoda sensación del sudor en su cuello y espalda. Está molesto, ningún día que empiece así puede ser bueno.
Cuando finalmente llega al piso 10, se plantea seriamente tomar el ascensor de la derecha y volver a su casa. Está sudado y cansado, de mal humor y con un leve mareo.
¿Por qué es tan difícil tener una mañana tranquila? Se lamenta mientras se dirige a su cubículo. Llega y se encuentra conque tiene una nueva compañera en el habitáculo de al lado. Es una chica con el cabello largo, sentada muy derecha en su silla, con cara de necesitar con urgencia un café.
"Buenos días", dice por mera cortesía pero sin intenciones de iniciar realmente ninguna plática.
La mujer se da vuelta y lo mira con unos penetrantes ojos marrón oscuro. Sus pestañas hacen un marco perfecto, creando la sensación de que te prestan toda la atención que un par de ojos pudieran prestar. "Buenos días" responde.
De pronto él se siente incómodo, está sudado por haber tomado las escaleras y despeinado. Se siente escrutado, su nueva compañera no le quita la mirada de encima. Decide sentarse para al menos romper el contacto visual.
A medida que la mañana pasa, va olvidando el encuentro, pero cada tanto se levanta para ir a buscar o dejar cosas a otros cubículos y la ve ahí sentada, con su espalda recta y su cabellera moviéndose lentamente.
Algo en ella le causa una profunda conmoción.
A la hora del almuerzo, sube a la terraza, donde come solo como cada día. No le gusta compartir el espacio, la gente no sabe coner decentemente. Pero una vez más las cosas no salen como siempre. Ella está ahí, y toma notas de algo en su cuaderno.
"Buenos días" dice nuevamente él, y se sienta en el banco más alejado que encuentra. Saca con parsimonia su vianda y prepara con cuidado cada elemento, asegurándose de que todo está en el oden correcto.
No ha dado siquiera el primer bocado cuando siente que corren la silla al lado de la suya. Ella hs decidido comer con él... de pronto no tiene hambre.
Hace muchos años que no comparte una comida, no está seguro de recordar cómo se hace.
"¿Tu rutina no salió bien hoy?" Pregunta con una sonrisa mientras juguetea con su lapicera. No lleva nada para comer, sólo lo observa mientras él intenta llevarse algo a la boca. La situación es muy incómoda y no sabe cómo salirse sin ser maleducado o grosero. Asiente con la cabeza en respuesta a su pregunta, esperando que el silencio la incomode lo suficiente como para irse.
La mujer sigue haciendo preguntas y cada tanto toma notas en su agenda. Él sigue sin probar bocado y responde con la menor cantidas posible de palabras. Pero poco a poco se va aflojando.
Su nueva compañeea es curiosa, pero no parece tener malicia. Lo único que aun le pone nervioso es el hecho de que lleve registro en su cuaderno de cosas que él ignora... y tal vez un poco la intensidad de su mirada.
¿Qué anota? Se pregunta constantemente sin atreverse a verbalizar lo que le atraviesa la mente. La hora del amuerzo acaba y él mira con tristeza su almuerzo, intacto. Ella se levanta veloz y baja nuevamente a la oficina, así que él aprovecha ese pequeño momento de soledad para comer a las apuradas la comida que debería haber disfrutado.
El día acaba, toma el ascensor derecho para bajar, esquiva a la recepcionista y sube a su auto. Afuera llueve, y ve a su compañera salir tras él con un paraguas en la mano. Comienza a caminar con dirección a la calle exterior, casi corriendo. Va tan rápido como sus zapatos le permiten.
Pone el auto en marcha y se acerca a ella. Baja la ventanilla, dudando, y le pregunta "¿Te llevo?" Ella lo piensa un momento y asiente. Sube al auto, ya está completamente empapada. Él mira con disgusto Cómo sus pies llenan todo de barro.
Ella le indica la dirección y él, sorprendido, se da cuenta de que viven apenas a una cuadra de distancia. Se lo comenta, y también le aclara que puede llevarla siempre que necesite.
Hacía mucho tiempo no llevaba a alguien en el auto, pero se da cuenta de lo agradable que es tener compañía. Ella le agradece, si él la pasara a buscsr para ir al trabajo, ella podría dormir media hora más. O quizás un poco más.
Siguen charlando y ella toma su agenda otra vez, él se pone nervioso.
"¿Qué estás anotando?" Pregunta finalmente. Luego de todo un día, no logra contenerse más.
Ella sonríe, deleitándose de algo en el momento que él no logra ver.
"Soy una escritora, todo lo que vivo me sirve para crear nuevos mundos y personajes"
El asiente, sin saber qué decir luego de algo así. ¿Debería preguntarle sobre sus escritos? Siente que eso es muy privado. Nunca le gustó leer porque lo siente como una invasión a lo más privado de la mente. No entiende Cómo hay personas que voluntariamente se exponen de ese modo.
Pasan frente a la casa de él, cosa que le indica, y siguen uns cuadra más hasta llegar a la calle de ella.
"Salgo de mi casa todos los días a las 7:25. Si a esa hora estás en mi vereda, te llevo" suelta, sintiéndose raro por el ofrecimiento. Ella ríe, él no entiende Qué tiene de gracioso.
Se despiden, ella entra a su casa y él pone la luz de giro para dar la vuelta a la manzana.
Llega a su casa 15 minutos después de lo que está acostumbrado, lo cuál le parece extraño porque sólo se desvió una cuadra.
Su día fue muy extraño, hizo tantas cosas que no está acostumbrado a hacer... Por un momento Hasta pensó que tendría que comer frente a ella.
Siendo un día atípico, se tira en el sillón aún con el traje puesto y sin haber cenado. Sus ojos se topan por casualidad con el lomo de un libro que lleva meses aguardando ser leído. Podría finalmente darle una oportunidad...
Se despierta, sobresaltado. El reloj indica que es casi la hora de despertarse. El libro está sobre su pecho con la hoja marcada, ha leído poco más de la mitad. Su mente, aun perezosa, va y viene en las orillas de la consciencia, sin distinguir lo real de loque ha soñado o de la misma novela. Cuando era chico, las novelas de fantasía eran sus favoritas. Pero en algún momento simplemente dejó de disfrutar las palabras...
Decide levantarse aunque sea temprano , y se empieza a preparar el desayuno antes de bañarse.
Está tan dormido que su cerebro advierte que hay algo que no encaja, pero no sabe Qué es lo que anda mal.
Termina de desayunar y mira su ropa... es en ese momento cuando se da cuenta de que acaba de destrozar la rutina que por años le dio paz y tranquilidad.
Vuelve al sillón, mira a todos lados como si esperara ver cómo se rompe la realidad a su alrededor. Pero nada cambia. O tal vez cambió todo. Él cambió, de forma extrañamente veloz e imperceptible para sus propios ojos. Ojos...
Sonríe al darse cuenta de que su vida podría haber permanecido igual durante muchos años si no hubiese contado con esta irrupción externa. Decide que a partir de ese día, tomará el primer ascensor qte llegue, y leerá un libro al azar cada semana.
En medio de su repentina emoción, cambiar cosas de lugar parece un juego. Se siente extrañamente vivo, y no quiere que esa sensación termine.