El gato negro miraba todo desde la altura de la cama con sus penetrantes ojos marrones. Parecía observar a ningún lugar en particular, como tantas otras veces. Pero una y otra vez, su mirada se detenía en un punto. Justo al lado del gato, se encontraba su humana, mirándolo embobada. Lo veía posar la mirada en ese punto y se preguntaba qué estaría viendo.
De repente, el gato se desperezó y se paró al borde de la cama. La humana pudo notar cómo sus músculos se tensaban, y antes de poder reaccionar, el gato saltó en dirección a la pared, intentando atrapar aquello que su humana no veía. Pero hubo una falla en los cálculos. Y el gato terminó por chocar contra la puerta, golpeándose la cara de lleno contra el metal.
Al principio, la humana no podía creer lo que acababa de ver, pero luego de un par de segundos estalló en carcajadas. Se bajó de la cama, alzó a su gato y comenzó a mimarlo mientras seguía riendo.
'Es curioso como a veces nos alegran el día cosas tan pequeñas', pensó la humana mientras buscaba el alimento para su mascota.