Brevedades

La flor maldita

 

La chica araña, así es como la llamaban aquellos que conocían su afición por las tumbas, los esqueletos y todo lo que a la mayoría de las personas consideraban tétrico. ¿Una noche en la morgue? ¡Era casi una cita romántica para ella! Por eso, aquella tarde, cuando sus compañeros de canto la retaron a entrar en una casa abandonada, ella sólo se rió y aceptó sin pensarlo dos veces.

  — Tienes que quedarte adentro hasta que encuentres la flor maldita.

Dijo el más alto de sus compañeros, creyéndose muy listo. No había nada parecido ahí adentro, así que ella terminaría dándose por vencida y ellos podrían llamarla cobarde por salir sin la dichosa flor.

La chica araña se encaminó sin prisa ni pesar hacia la entrada de la casa abandonada. Se quedó unos segundos admirando las imponentes puertas de madera y hierro, una belleza como pocas veces se veía. Sus compañeros comenzaron a abuchearla, pensando que tal vez por primera vez la verían temer. Pero la chica araña simplemente se dio vuelta y les sacó la lengua, para luego mirar el sol por última vez antes de adentrarse en la casa.

Tal y como lo había previsto, todo estaba completamente a oscuras, por lo que se apresuró a prender su linterna. Había aprendido por las malas que era importante tener una luz para no tropezar con nada. Lo cierto era que había ido varias veces a esa casa y jamás había visto nada parecido a lo que sus compañeros quería que busque, pero no se iba a dar por vencida.

Con su linterna, fue buscando todos los interruptores para probar suerte, tal vez alguno funcionaba. Luego de varios intentos, una lámpara se prendió, mostrándole que se encontraba en una sala mucho más espaciosa de lo que creía.

Todo en esa sala estaba cubierto de polvo, aunque también todo brillaba demasiado, como si ese polvo no fuera simple tierra sino... polvo de estrellas. La chica pasó una mano por el mueble más cercano, constatando que era su simple imaginación jugándole pasadas. Nada brillaba en realidad.

Siguió caminando, adentrándose en nuevas salas que, al igual que la anterior, estaban oscuras. Sala tras sala, fue prendiendo todos los interruptores que encontraba, intentando iluminar lo mejor que podía para buscar algo con lo que pudiera hacer la dichosa flor. En una de las salas, ya no recordaba si la cuarta o la quinta, el primer interruptor  hizo aparecer un resplandor rojo al fondo de la sala. Supuso que sería alguna luz de navidad, por lo que en verdad se sorprendió al darse vuelta y encontrar una flor en un pedestal, dentro de una especie de cápsula de vidrio.

¿Entonces era cierto? ¿Sus amigos no habían estado mintiendo sólo para asustarla? Cuando estaba por correr a recoger la flor, notó algo en el suelo, una fina cuerda que formaba un auténtico laberinto en el suelo. Siguiendo con la vista como pudo el recorrido de las sogas descubrió que se trataba de una trampa de sus amigos, uno de los cuales se hallaba oculto en una de las esquinas, intentando no reírse y no ser visto.

La chica araña pensó cómo devolverle el favor por lo que ellos habían intentado hacer.

  — ¡Genial, la encontré! —Exclamó para luego tomar su celular y apuntarle con la linterna a la flor. Tomó la foto y se marchó de la habitación, asegurándose de que el que estaba escondido la seguía. Entró en la habitación más cercana y se escondió, conteniendo la risa ella esta vez. sintió la madera crujir y se preparó para saltar. En cuanto vio a su amigo, al que reconoció en seguida como Gus, gritó con fuerza:

 

 —¡BUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUH!

A lo que Gus respondió —¡AAAAAAAAHHHHHH!

Y salió corriendo. Muerta de risa, la Chica araña volvió a la habitación en la que estaba la flor maldita, la tomó, y salió de la casa tal y como había entrado: sin prisa pero sin pesar, deteniéndose a admirar la puerta de madera y hierro, una belleza como pocas veces se veía.

No encontró a nadie en el patio, al parecer todos habían salido corriendo al reconocer el grito de horror de Gus.



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En el texto hay: criaturas magi, gatos, microrelatos

Editado: 21.02.2020

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