No pretendo, y sabes que no miento, hacerte promesas que no seré capaz de cumplir. Por eso no puedo asegurarte que volveré. Pero intentaré sobrevivir para no sumar otra pérdida a tu lamentablemente larga lista. No seré otro nombre que tengas que acallar para dejar de sentir dolor.
Recuerdo tu mirada, tus ojos negros con motitas doradas que no sé de donde han salido, ni cuánto tiempo permanecerán ahí.
Eres uno de los pocos gustos que me he dado en la vida, porque en este mundo salvaje y cambiante nadie sabe cuándo dejará de existir. En este mundo que de a poco se cubre de cenizas, el amor es un lujo que pocos pueden permitirse. Si estuviésemos en un lugar diferente, donde yo fuese una persona entera y tú un chico completo, tal vez ahí hubiese sido más fácil atrevernos a amar.
Pero aquí somos desconocidos entre nosotros, y lo peor es que somos desconocidos para nosotros mismos. Nuestros recuerdos se borran, se difuminan, se fusionan, y ya no sé dónde acaban tus ojos y tú, y donde comienzo yo.
Ya no sé, ni me interesa saber siquiera, qué pasará en cuanto cruce el río que separa nuestra infancia de lo desconocido, lo conocido de las pesadillas y los males.
Ya no me interesa saber lo que habrá al terminar mi viaje, porque sé que terminará exactamente donde ha comenzado... Entre tus brazos.