Me enamoré, lo confieso desde el primer momento en que lo ví…, es que su mirada me deslumbraba llevándome a soñar en llegar a puertos desconocidos, siendo sincera creo que de mi parte había un extraño egoísmo en ese amor que impulsado por el flechazo de cupido me llevaba a desearlo de forma pura y absoluta. Eros incendiada mi cabeza y con mis ojos mirando hacia mi mundo íntimo recreaba fantasías alocadas y repetitivas que me daban el valor necesario para acceder a él a los fines de conocerlo mejor.
La verdad, soñaba a todas luces con desarrollar una amistad con él y finalmente hacerlo mío como si de una propiedad se tratase a sabiendas de que esto último es imposible, nadie es de nadie solo somos de Dios, pero ese día esa sabiduría la mantuve enterrada a lo profundo de mi ser, sólo él me importaba, la única idea que me obsesionaba era conocerlo más, tenerlo cerca de mí para hacerlo mío.
Recuerdo aquel día en aquella fiesta en la agencia de publicidad Katty C.A., era un festejo tipo cóctel. Él estaba rodeado de gente joven y guapa aunque se lo veía ensimismado, ajeno a la música, a las luces y a las conversaciones alegres y variadas: él tomaba en calma un whisky en las rocas silenciosamente.
Enseguida fui consciente que todos a su alrededor se miraban sin ver sus almas presa de un ataque de materialismo a ultranza donde las joyas, los vestidos, la belleza efímera mezclada con música a todo volumen y la presencia de luces fluorescentes estaban a la orden del día. Todos gozaban cómodamente dentro de los límites de la tridimensionalidad, en ese momento para todos parecía solo existir el aquí y el ahora.
Pero ese día él estaba por encima de todos así lo delataban sus pupilas anhelantes llenas de las llamas de emociones excelsas y yo enseguida me sentí envuelta en aquel fuego de ese nuevo yo que me invitaba a ser él, honestamente hace mucho soñaba redescubrirme en él. Entonces secretamente anhelé con toda mi alma caminar por el sendero de su iris color miel para sumergirme en aquel abismo emocional de sus radiantes pupilas y renacer bajo el manto de un amor desconocido que como olas me sumergieran en las profundidades de todo tu ser.
Recuerdo ir al baño y arreglarme el maquillaje, ajustar un poco más mi traje y asegurar mis pendientes frente a aquel espejo que reflejaba mi imagen y quizá apenas un poco el delirio de mi alma anhelante, le sonreí cariñosamente a aquella mi imagen y al instante el reflejo me devolvió la sonrisa y me susurró al último instante: «Cariño no lo olvides, esta no es una lucha de la materia por la materia sino del alma por el alma». Mientras salía del baño repase maquinalmente como volverlo a abordar, apenas habíamos logrado conversar un par de veces de temas triviales y sin embargo sentía desde el fondo de mi ser que lo había conocido hace mucho tiempo atrás y tomados de la mano en otro tiempo nos amamos y nuestro amor traspasó las fronteras del tiempo, el espacio e incluso dimensiones ocultas.
Logré finalmente llegar a él, recuerdo que mientras caminaba con paso en apariencia sereno en realidad moría por dentro llena de dudas acerca de: ¿quién se escondía tras esa humanidad?, ¿sería yo de su agrado? y ¿sería correspondida en mis anhelos amorosos?..., buscando su mirada con ansias, busque por un instante que se fijaras en mí, irradiando deseos amorosos desde las entrañas de mi corazón, anhelando que hiciera caso a mi llamado en apariencia silencioso haciéndole comprender con prontitud que yo existía y que estaba más allá de la superficialidad.
Para ser honesta, ese día en la fiesta apenas yo era en su vida una persona como tantas otras con rostro indefinido y sin importancia. Yo siempre había estado en el punto ciego de su vida y antes él en la mía, por tantos años en que me vi obligada a vivir vagando entre las luces y sombras de una vida tridimensional que me limitaba marcando su tiranía al estar sujeta al compás del tiempo, tiempo que inmisericorde jamás se detiene regalando aunque sea una breve pausa que nos permita meditar acerca del significado de existir.
Pero volviendo a aquel día…, recuerdo que a pesar del alto volumen de la música busqué su mirada con insistencia hasta que conseguí su atención y le sonreí desde el alma con afabilidad, él me devolvió la sonrisa y en su semblante pude entrever que me invitaba a hacerle compañía. Esa noche bebimos, comimos y bailamos ajenos a aquel mundo tridimensional circundante que lucía gris y apartado parecido a un escenario en el que se representaba una obra teatral cuyo nombre era: El día que yo lo conocí íntimamente a él y lo demás bien poco importaba.
Desde ese día fuimos presa de un arrebató de amor y no tardamos en fundir nuestras almas en el nosotros, bebiendo en copa de oro el elixir del amor, visitando el Paraíso vestidos de placer; compartiendo cada idea, recuerdo y pensamiento en un mar de aguas coloridas sintiéndonos más vivos que nunca. Como un nuevo ser emergimos bajo una nueva identidad labrada a partir de la unión de nuestras almas.
Se desvaneció aquella sensación de individualidad y desde entonces miramos el sol, la luna y las estrellas como extraños garabatos que eclipsan ante una realidad muy superior donde el tiempo es solo una ficción…, a medida que nuestras vidas se enriquecieron al andar por los caminos de la vida en la dimensión espiritual a nuestros corazones se unió un nuevo corazón, nuevo corazón palpitante lleno de vida y luz.
Hoy vivimos el presente a plenitud desbordados por los colores crepusculares envueltos en las llamas de un amor eterno donde la luz y la paz representan la unidad.
Espero que en tu vida personal amado lector puedas encontrar tú propio Yoél y que logrés trascender en el amor más allá de ti, accediendo a una nueva dimensión de amor, una mucho más cercana a Dios.
En mi eterno delirio de amor le escribí a él este pequeño verso dedicado a él que refleja mi sentir en referencia a nuestra historia de amor: