Breves Historias De Ficción

En el jardín

Recibí en herencia la hermosa casa donde me crié, casa que contaba con un precioso jardín lleno de frondosos árboles y hermosas flores. Aún recuerdo lo feliz que fui de niña en aquel precioso patio lleno de un verdor inigualable, variadas flores que mamá cultivaba con esmero y altos árboles frutales que nos regalaban deliciosas frutas.

Fuimos una familia muy feliz antes de que mi madre falleciera trágicamente de neumonía, por lo que mi hermano mayor Daniel y yo Rosangelica, quedamos de pronto huérfanos muy jóvenes.

Papá lloró a mi madre por años y jamás quiso volverse a casar, había amado demasiado a mi mamá y sentía que ninguna mujer podía estar a su altura.

Una vez que mi hermano mayor se graduó de la universidad emigró a Estados Unidos, donde finalmente fundó su propia familia.

Entonces de pronto nos vimos papá y yo en esa enorme casa con un jardín inmenso y muy descuidado al principio, aunque luego papá continuó con amor y devoción la labor de mamá cuidando y embellecido aquel precioso patio; por lo que no era inusual que lo viera silbando alegremente mientras se dedicaba a regar las cattleyas, colocar abono en los rosales y podar algunas ramas de los árboles.

Nuestra apacible vida pronto cambiaría al llegar a mi vida un apuesto joven de nombre Fernando, de rostro impecable y finos modales que velozmente conquistó mi corazón…

Debo decir que papá jamás se entrometió en nuestra relación, pero podía sentir que en el fondo de su alma algo le disgustaba mucho y muchas veces me expresaba a viva voz que Fernando no me convenía, lamentablemente yo no hice caso a sus sabias palabras....

Aún recuerdo lo triste que estaba el día de mi casamiento, sus ojos traslucían un alma apesadumbrada. La fiesta quedó hermosa, durando hasta el amanecer…

Papá al poco tiempo de casarme falleció de un infarto fulminante en medio de su amado jardín, justo al lado del legendario árbol de mangos.

Lloré intensamente por meses…, y me sentí más sola que nunca pues Fernando aquel esposo gentil, dulce y paciente del noviazgo al poco tiempo de casarnos me mostró el lado más oscuro y amargo del amor, la bebida definitivamente lo había seducido transformándolo en un ser errático, violento y malhumorado.

Una tarde mientras lloraba desconsolada la ausencia de mi padre y en cierta forma al Fernando de antes…, él me propuso que fuéramos padres bajo la firme promesa de que de ese modo todo mejoraría prometiendome dejar la bebida si tenía un hijo entre sus brazos.

Nada más falso…, después de nacer nuestro hijo Augusto, nuestra relación se deterioró más aún, convirtiéndose la bebida en el único sujeto de su amor…., ron, whisky, vodka…, nuestro hogar se convirtió en una prisión; el olor a licor inundaba los distintos recintos de mi hogar, a la par que un silencio perenne lleno de un doloroso ruido impregnaba las paredes de la vivienda.

Desperté así de mi ensueño de mujer casada con el alma rota, bañada en lágrimas y con un hijo por el cual velar.

Rehuía de su mirada y cada vez que él buscaba intimar sentía que con cada entrega mi alma escapaba de mi cuerpo y que me podía ver a la distancia flotando sobre mi cuerpo, cuerpo que alimentaba el suyo de placeres vacíos.

Pero un día me enfrente con valentía ante su violencia, quejándome airadamente, entonces mi hijo repentinamente se puso a llorar de manera descontrolada…, lo segundo que recuerdo es ser abofeteada con fuerza…, la furia de sus ojos llenos de un fuego capaz de arrasar todo a su paso me llenó de un terror indescriptible. Me levanté como pude del suelo y tomé a Augusto en mis brazos y escapé de su presencia.

Él me amenazó de muerte con un grito desgarrador—comprendí definitivamente en ese momento que la bebida se lo había llevado para siempre…— pero la urgencia de escapar más lejos de su presencia me llevó a entrar en modo supervivencia, por lo que me escondí como pude entre las plantas del jardín, paraíso verde que tanto amaron mis fallecidos padres.

Mas de pronto nuestro hijo empezó a llorar nuevamente y enseguida él descubrió nuestro escondite y enfurecido mirándome a la cara con sus ojos llenos de odio y una furia sobrenatural por efectos del licor, me tomó con sus gruesas manos por el cuello…, para ese entonces lloraba y gritaba desesperada mientras el niño que había caído estrepitosamente al suelo emitía un profundo llanto desgarrador.

Nuestro vecinos alarmados empezaron a gritar pidiendo auxilio…, y entonces sucedió algo insólito, un milagro inexplicable…, el árbol de mangos del patio que vio morir a mi padre movió sus ramas con fuerza, sujetando a Fernando del pecho, luego una capa de grama asio sus pies al suelo sujetándolo con firmeza, las rosas con sus tallos llenos de espinas le rodearon el cuerpo atandole e hiriéndole y uno de aquellos tiernos capullos de pronto se introdujo en su boca apagando sus gritos…., luego un temblor inexplicable abrió un hueco en la tierra de una profundidad inenarrable, agujero por donde cayó estrepitosamente Fernando hacia un abismo insondable, quizá un portal hasta el mismo infierno.

Después de unos minutos acurrucando a Augusto en mis brazos ya sintiéndome a salvo, dirigí la mirada hacía las afueras de la casa por entre las rejas y ví por última vez a Fernando, ensangrentado, lleno de tierra y trozos de rama. Me miró lleno de un pánico sobrenatural y salió huyendo del vecindario para jamás volver.

Mi bebé y yo quedamos liberados de Fernando, y desde ese día en nuestro hogar reina un ambiente lleno de profunda paz. Actualmente sigo viviendo en mi preciosa casa cuidando con esmero mi adorado jardín que hoy en día está más lleno de vida y alegría que nunca.

Fin




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