Breves Historias De Ficción

Sorpresas que da la vida Apartamento 123  

Me encontraba en pleno atardecer, bajo un cielo colorido, pero envuelta en la pena de un reciente desamor.

Sentada dentro de mi vehículo sacando mi rostro por la ventanilla miraba hacia el apartamento 123 del Edificio El Abismo ubicado en la Urbanización Santa Sofía, lloraba intensamente mientras recordaba la última discusión que terminó por romper definitivamente con nuestra historia de amor, aún cuando ya hacía tiempo que paulatinamente había ido ganando el desamor y las marcadas diferencias.

Pero yo pensé que él y yo siempre estaríamos juntos sin importar los escollos que nos encontrásemos en el camino.

La colorida luz crepuscular sin embargo, dejaba entrever su silueta varonil a través de las cortinas de su departamento, aquel lugar donde una vez fui muy feliz, aquel lugar que llegue a conocer como la palma de mi mano, aquel lugar del que me vi forzada a partir.

Mi dolor se ahondó mucho más al ver una silueta femenina deslizarse entre las claras cortinas, entonces ambos repentinamente se asomaron al balcón tomados de la mano y mi llanto lastimero se intensificó…, definitivamente lo había perdido para siempre…

Un valor inusitado me hizo reaccionar alejándome del lugar a toda velocidad, recuerdo que manejaba en automático rumbo a mi nuevo hogar con las mejillas llenas de lágrimas, mis ojos rojos por el llanto y sobre todo mi alma enlutada. Todo lo veía oscuro, como si viviera en el interior de una cueva.

Mis lágrimas me jugaron una mala pasada y no arranqué a tiempo al cambiar el color del semáforo, sintiendo sin embargo que el coche de atrás repentinamente impactó fuertemente contra el mío.

Después de recuperarme del golpe y de la impresión, veo acercarse a un hombre de mi edad que me dijo:

—Señorita, ¿está usted bien?

Enseguida le respondí:

—La verdad, creo que sí…, ¡ay, me duele la espalda, Dios mío!

Con cuidado me bajé del carro, el parachoques trasero de mi carro un Mitsubishi 2010 estaba abollado y caído pero nada grave, su carro un Mustang de los 80 no había sufrido percance alguno.

Él me dijo en tono algo disgustado en ese momento:

—Señorita, cambió la luz y no se fijó…, pero no vamos a hacer de esto un problema…, mira mi hermano tiene un taller ubicado en las Mercedes que se llama Mi Carro Feliz, es más, si gustas mañana mismo te puedo esperar en el mismo. Me pareció buena idea, hace tiempo no tenía un taller de confianza al que acudir, entonces enseguida apunte la dirección.

El funcionario de tránsito terrestre se tardó demasiado en llegar para levantar el choque, tiempo en que conversamos amablemente y revelamos nuestros nombres y parte de nuestras vidas.

Él me dijo que se llamaba Alberto, que era abogado y hacía poco se había divorciado, tenía una preciosa hija llamada Carla. Yo le conté que me llamaba Mariela era administradora, era soltera pero que hacía poco había terminado con mi novio Rúben con el que había compartido mi vida durante dos años.

Es así como nos conocimos mi amado Alberto y yo, nada más y nada menos que gracias a un choque, después de llorar a mares por Rubén mi antigua pareja aquel sábado 26 de agosto del 2017.

Aún recuerdo cuando llevé el carro al taller y en él me esperaba Alberto junto a su hermano Francisco que fue el padrino de la boda y que en ese entonces me atendió con mucho gusto.

Recuerdo que después de ese evento, la amistad entre los dos surgió llegando con el tiempo a mucho más…

Al año y medio del suceso, nos casamos en una preciosa ceremonia íntima en Los Roques. La dama de honor fue su hija Carla, Francisco el padrino y mi hermana Claudia la madrina.

Al año de nuestra boda quedé embarazada, y tuvimos una preciosa niña a la que llamamos Paula y que es la mejor amiga de Carla.

Por casualidades del destino hace dos años compramos un hermoso departamento en la urbanización Santa Paula, el edificio se llama Alegría y el apartamento es el número 123.

Fin




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