Anoche soñé que podía volar sobre el Cerro El Ávila y eso fortalecía mi amor por mi montaña, tan verde e iluminada, tan vasta y colorida.
Anoche soñé que mi alma recorría a gran velocidad las diversas rutas que conducían al Hotel Humboldt ubicado en las alturas del Cerro Él Ávila.
Anoche soñé que contemplaba desde las alturas en el Cerro El Ávila toda la ciudad de Caracas: sus edificios, sus casas, sus calles y sus vías y todas se me hacían diminutas como si de una maqueta se tratara.
Anoche soñé que era una niña pequeña de cuatro años y mi padre fallecido me llevaba de excursión al puesto de guardaparques Sabas Nieves como solía hacerlo cuando mi hermano y yo éramos chicos y papá me compraba un helado de fresa que yo degustaba con entusiasmo para luego corretear detrás de los querrequerres, turpiales y guacharacas que hábilmente escapaban de mi.
Anoche soñé que mi amigo el poeta y excursionista desaparecido en el Cerro El Ávila hace ya más de 12 años, me susurraba al oído, que él había encontrado la felicidad al amparo del cielo caraqueño en las entrañas de la montaña.
Anoche soñé que el rostro de mi amigo el poeta se tornaba tan claro…, como cuando nos despedimos la última vez que nos vimos y de pronto su rostro se desvaneció entre los árboles y plantas como por arte de magia.
Anoche soñé que mientras contemplaba la montaña, todo mi ser hacia metamorfosis primero en un pájaro, luego en una ardilla, después en una mariposa para finalmente convertirme en un árbol de eucalipto, que contemplaba la ciudad de Caracas en amaneceres coloridos, días soleados, crepúsculos vespertinos y noches estrelladas.
Anoche soñé que era un árbol y mis ramas se mecían al ritmo del viento, contemplaba la caída de mis hojas marchitas que sin embargo, una vez lucieron un verde esmeralda llenas de vitalidad.
Anoche soñé que el suave rocío mojaba todo mi cuerpo arbóreo… Definitivamente yo era un árbol, no cabe la menor duda.
Anoche soñé que muchos espíritus esperan la llegada de la noche en las entrañas de la montaña para deslizarse entre los árboles, plantas y flores para rendir culto a las estrellas y a la luna.
Anoche soñé que el espíritu de la montaña me susurraba al oído:
—Nosotros generosamente les hemos ofrecido el oxígeno necesario para garantizar sus vidas y solo les pedimos que nos cuiden y aprecien… No lo olviden estimados seres humanos cuídennos.
Anoche soñé que la montaña me llamaba con un canto melodioso que muy pocos saben escuchar y la letra de la melodía rezaba:
—Cariño, nosotros los moradores a los que ustedes catalogan del reino vegetal estamos más vivos que nunca, somos inteligentes y los hemos observado detalladamente durante miles de años.
Anoche soñé que luchaba con alguien que me llamaba a despertar del sueño y yo no quería despertar, yo deseaba abrazar por siempre la realidad de ser un árbol… No quería volver jamás a la amarga realidad de ser un ser humano esclavo de deberes y obligaciones. ¡Qué yo solo quiero abrazar la libertad así eso implique seguir soñando eternamente!
Anoche soñé que alguien fuera de este mundo me susurraba al oído que tú y yo solo somos personajes de ficción de una novela de ciencia ficción donde interpretamos a seres humanos que viven en una sociedad absorta en los avances científicos y tecnológicos y que sin embargo está dirigida por una élite corrupta y manipuladora que guarda celosamente secretos trascendentales. En cambio la realidad liberadora está en cuidar y apreciar las bondades que sólo la naturaleza nos puede ofrecer de forma generosa siendo muy consecuente con ella.
Anoche soñé que un día jamás volvería a despertar siendo quien soy, dejaría atrás mi forma humana como quien se cambia una camisa o un pantalón, yo sólo soy un ínfimo y muy breve accidente en la historia de la humanidad.
Anoche soñé que quería conocerte aún cuando durante todos estos años yo he sido un ausente de tu vida y tú de la mía.
Fin