La amplitud del azul del cielo me invita a disfrutar la calidez de los rayos solares. El cantar de pájaros variados es música para mis oídos y al contemplar que se posan tiernamente entre mis ramas, un secreto anhelo nace de mi ser: ¡quiero volar, quiero volar!, quiero elevarme y contemplar desde las alturas el lugar en donde llevo tanto tiempo de pie con mis raíces inmersas en las entrañas de esta tierra que me ha dado el sustento y que me ha visto crecer desde que recuerdo haber tenido uso de razón y sobre todo desde que mi conciencia emergió de aquella oscuridad que reinaba bajo esta tierra, cuando apenas era una diminuta semilla con el sueño de ser un gran árbol.
Mis cavilaciones se ven interrumpidas por la llegada de un viento aterciopelado que estremece todo mi cuerpo y entonces…me mezo, me mezo completamente…, incluida mis ramas y mis hojas especialmente con la delicada gracia del aleteo de una colorida mariposa... Siento que me balanceo inmersa en la magia de un ritmo lleno de armonía, un canto a la naturaleza. El tenue silbido del viento además trae con su leve susurro noticias lejanas de otras formas de existencia que habitan el orbe, especialmente noticias de los seres humanos que día a día restan espacio a la flora y la fauna aún presentes.
Mis raíces se entrelazan con las de otras flores, plantas y árboles permitiéndonos una comunicación profunda y distendida todas unidas al amparo de esta húmeda tierra y el variopinto cielo que hace posible nuestra existencia.
Diversidad de fauna tales como querrequerres, turpiales, guacamayas y colibríes se desplazan entre nuestras ramas; también algunos monos y ardillas se deslizan por nuestros troncos y ramas con gracia y soltura; sin olvidar por supuesto a los gusanos que se movilizan por los alrededores de nuestros troncos o coloridas mariposas que revolotean a poca altura sacudidas en muchos casos por la fuerza del viento. En fin, nuestra esencia si bien es colectiva también es individualista donde cada uno de nosotros comprende que es una pieza crucial para la supervivencia del otro…
Pero lo que seguramente te va a asombrar estimado ser humano es saber que nosotros podamos sentir tu presencia ya que nuestra esencia misma proviene de miles de años de evolución en mutua coexistencia, mutua coexistencia en la que hemos establecido lazos de amistad a través de cultivos sustentables y en un principio respeto a la naturaleza.
Y es que quiero que sepas que: hace mucho te observamos con ojo crítico, especialmente en estos últimos tiempos, pues en muchos casos parece que has olvidado que la perpetuación de los de tu especie reside en que te enfoques en nuestra preservación, así como el cuidado amoroso hacía toda forma de existencia.
Sí, nosotros a los que ustedes consideran del reino "vegetal"… sepan ustedes que tenemos plena conciencia, somos inteligentes y los observamos detalladamente.
Querido ser humano cuando tú caminas entre nosotros, muy seguramente sientes el llamado de la naturaleza en tu interior, llamado que es un susurro lleno de sabiduría legendaria. También comprendemos que incluso sientas la necesidad de posar tus manos en unos de nuestros troncos o en el mío propio tan rugoso y lleno de vitalidad a la vez, en ese contacto muy seguramente una energía renovadora recorrerá cada parte de tu ser invitándote a ser copartícipe de una sabiduría ancestral capaz de traspasar millones de años y que se puede resumir en la creación de Dios. Además, si posas tus manos específicamente en mi tronco rugoso y cierras tus ojos podrás sentir que más allá de tu suave piel y mi grueso tronco dos almas comulgan en un abrazo que debe ser pacífico y respetuoso.
Además, si cierras tus ojos mientras deslizas las yemas de tus dedos por nuestros troncos o tallos podrás visualizar en tu mundo interior esa historia común que nos une desde los orígenes de la humanidad, cómo bien sabes, nosotros somos una forma de existencia mucho más antigua que tú estimado ser humano y por nuestro ADN fluyen fragmentos de imágenes históricas que rememoran nuestra génesis, así como el día en que los primeros especímenes de tu clase hicieron contacto con nosotros en este nuestro hogar el planeta Tierra.
Por el mutuo respeto que nos debemos, te hago de conocimiento que hace muy poco un objeto reflectivo dejado por descuido por uno de ustedes o como los llamamos en el mundo vegetal los seres efímeros móviles, una diminuta llama avivada por una fuerte corriente de viento se convirtió en un terrible incendio que afortunadamente fue controlado por humanos bondadosos llamados bomberos forestales y guardaparques, quienes arriesgaron su vida por nuestro bienestar. Esa noche todos lloramos silenciosamente nuestra suerte con nuestros troncos ennegrecidos y hojas moribundas… Un llanto lleno de dolor, un llanto que se convirtió en un fuerte reclamo dirigido hacía aquellos humanos insensibles que deben aprender a cuidar y respetar a la naturaleza.
Afortunadamente las continuas lluvias nos han hecho renacer en ese verdor que tanto impresiona a los de tu género y la buena tierra poco a poco se ha ido enriqueciendo, permitiéndonos renacer de las cenizas.
Antes de despedirme yo y los de mi género te invitamos amablemente a que cuando nos visites no olvides respetarnos: no tirando basura o arrancando parte de nuestra preciosa flora incluyendo el buen trato a la fauna, pues debes recordar querido ser humano que tú solo eres una muy pequeña parte de este gran ecosistema y que tus malas acciones pueden acarrear graves consecuencias ecológicas.
Por ahora los contemplamos silenciosamente, siempre presentes, siempre presentes…, no lo olvides, especialmente en mi caso desde las faldas del cerro El Ávila donde llevó más de dos siglos con mis raíces inmersas en esta maravillosa montaña que es mi hogar y en la que seres humanos como tú me han visitado en muchas ocasiones con sus corazones amorosos rindiéndome admiración y respeto.