Mientras me peinaba despreocupadamente el cabello frente al espejo, enumerando la infinidad de labores domésticas aún pendientes, mi reflejo de pronto me sonrió, me quedé muda de la impresión, claramente era consciente de que yo no estaba sonriendo, de pronto ella se expresó claramente:
—Nena, sé que estás cansada de vivir en esta prisión cada día de la semana, envuelta en los quehaceres cotidianos que jamás cesan, por eso te invito a disfrutar de esta nueva realidad del otro lado del espejo… Pon tus manos en el vidrio reflectivo y se hará el milagro.
Dejé el cepillo de lado fijándome claramente en que aquel reflejo no imitaba mis movimientos, entonces me dije a mi misma pensando en las agotadoras labores domésticas tan fastidiosas…, que me iba a atrever a escapar, por lo que puse mis manos sobre el espejo sintiendo de pronto un profundo mareo; de inmediato me ví del otro lado del espejo donde se abría un hermoso paisaje lleno de inigualable verdor, flores coloridas, pájaros cantarines, todo enmarcado en un cielo azul radiante.
Corrí feliz como una niña presta a disfrutar las bondades de ese mágico lugar; por última vez miré a modo de despedida hacía aquel espejo donde del otro lado estaba ella con los ojos vacíos y una media sonrisa inexpresiva en aquel cuarto de baño que a medida que avanzaba iba dejando atrás hasta desaparecer de mi vista.