La muerte está tan segura de su victoria, que nos da toda una vida de ventaja; pero muchas veces, no sirve de nada tener esta ventaja, algunos ni siquiera la poseen, otros ya tienen las horas, los minutos, los días, las semanas y hasta los meses contados.
Es fácil saberlo debido a las múltiples enfermedades existentes, es fácil saberlo debido a los múltiples accidentes viales que vemos todos los días, los desastres naturales que nos azotan, a mí en lo personal, me gusta llamarlo "venganza por parte de madre naturaleza". Pero lo peor de todo, es cuando la muerte viene por manos de un ser humano... la maldad del mundo intoxica el alma de quien, por pensamientos impuros o por traumas del pasado, cometen los atentados. Mi madre fue víctima de uno de ellos y desde entonces... yo no he sido la misma.
-Vamos Amelia, salgamos a divertirnos.
Diversión, el significado de esa palabra había perdido importancia justo en el momento en el que enterraron a mi madre. La diversión para mi había muerto el mismo día que mi madre.
-Olvídalo Anna... no lograrás convencerme de salir de aquí.
-Bueno, al menos hice el vano intento. -dijo mientras suspiraba y tomaba su bolso- si te decides a salir, solo llámame.
Sentía que lo había perdido todo aquel día, las esperanzas, las ganas de vivir. Irónico que después de haber optado por continuar con mi vida, ahora más que nada deseaba la muerte, ahora más que nada demostraba lo débil que realmente era.
-Veo que no has aprendido la lección.
-¿A qué te refieres? -nuevamente aquella sombría voz hacia acto de presencia en mi vida, era la quinta vez que la escuchaba, creo que ya hasta me estaba empezando a acostumbrar.
-Me refiero a que no valoras tu vida. -Dijo mientras observaba a los peces que nadaban despreocupados en la pecera- en aquella ocasión te cedí el honor de elegir si irte conmigo o seguir viviendo, elegiste vivir... ¿y ahora anhelas que te llevé conmigo?
-Te llevaste a mi madre... ¿Qué otra razón tengo para vivir? -Las lágrimas habían empezado a correr por mis mejillas, había tantas cosas que deseaba hacer con ella, y ahora no podía.
-El destino de cada persona está escrito, yo no elijo quién vive y quién no...
-¡Eso es mentira! -Grité eufórica mientras lanzaban la lámpara que se encontraba a mi lado.
-No es mentira -respondió, ahora detrás de mí. - tú fuiste una excepción, no porque yo quisiera, sino porque ellos te mantenían atada en este mundo material. Te lo dije en aquella ocasión... las máquinas me dificultaban el trabajo. El caso de tu madre fue distinto, aquella persona no tenía salvación.
-Eres un monstruo...
-Y tú también lo eres, todos somos monstruos. No somos más que el resultado de lo que más tememos.
-Eso no es cierto...
-Si lo es, y mientras más lo niegues... más lo confirmas. Dime ¿A que le temes tú?
Y entonces me di cuenta... de que él tenía razón. Lo que más temía era que mis amigos me odiaran por haberme encerrado a mí misma y que me olvidara de lo más importante "vivir" y sin darme cuenta me había convertido en aquello que más temía.
-Ves que si tengo razón.
-El hecho de que tengas la razón en algo no significa nada.
-Sabes que tengo la razón en todo, como, por ejemplo: tú no quieres morir, solo estas dolida.
-¡Eso es mentira! -grité, pero para cuando me di la vuelta, aquella sombra ya se había ido.
Me deje caer sobre el sofá y fije la vista en la pecera, donde dos peces yacían flotando sin vida. Entonces fue ahí que entendí, que aquella sombra tenía razón... ella no elegía a quién llevarse. ¿Qué cómo llegue a esa conclusión? Pues lo hice en cuanto vi a los peces... dos pequeños seres que habían sido cuidados con suma delicadeza, habían perdido la vida, así sin más.
-La historia de cada habitante de este mundo tiene un final -la voz de John llego hasta mis oídos como si del viento se tratase- nuestras acciones y decisiones son las que escriben nuestra historia... y mientras va avanzando, el final llega.
-Me escuchaste, ¿no es así?
-Es extraño escuchar a las personas hablar solas, pero admito que es aún más extraño escuchar a las personas hablar con "la muerte"
-¿Cómo sabes quién es? -lo miré perpleja, creía que solo yo podía verlo.
-Cuando experimentas acontecimientos cercanos a la muerte, puedes ver cosas que otros se niegan a ver o tan si quiera a creer en ello. –me miro unos segundos y luego saco ambos peces- el ciclo de la vida es simple: naces, creces, te reproduces y por último... mueres. No somos quienes para decidir si seguir vivos o no, pero si logramos tener la oportunidad de elegir; se podría llegar a decir que es un milagro.
-¿Cómo es que tú puedes verlo? -la curiosidad había hecho acto de presencia.
-Cuando tenía dieciocho años... fui partícipe de un accidente. Aún tengo pesadillas de ese día...
-Sí, lo recuerdo. Estuviste en coma por dos semanas, los médicos creían que no te salvarías. -le interrumpí, recordado los sucesos de aquel accidente