Brisas de Junio

Encuentros agradables

  La noche fue oscura, muy oscura, lo suficiente para que Nadia tuviera que encender la luz de su teléfono para poder abrir la puerta de su apartamento. La tormenta era fuerte, pareciera que el cielo fuera un niño pequeño y malcriado que su madre no pudiera controlar, y este hiciera un fuerte berrinche; las gotas parecían tan rabiosas que pegaban fuerte en las ventanas y el viento tan caprichoso que dejaba la puerta del edificio en una especie de "abre y cierra" justo como en una película de terror.

Además, los habían dejado sin luz y, por ende, tuvo que subir los doce pisos por las escaleras ella sola mientras cargaba toda una montaña de papeles que su magnífico jefe le había dejado como recado. Tuvo que hacer malabares para sacar el teléfono, alumbrar, sacar las llaves y por fin entrar a su apartamento, pero igual no se salvó de la inevitable caída de todos los papeles que llevaba encima. Si, admito que esa parte si fue culpa mía, pero me conocen más por cruel que por justo.

La pobre de Nadia solo pudo resoplar ante su suerte, algunas veces pensaba que su historia era vista por otros seres que se reían de su desgracia y sí, ese ser —o sea yo, era lo más obvio— si se reía de su desgracia, pero no era algo personal.

Empezó a recoger todos los papeles que se le habían caído y, por si no fuera poco, cada papel se había puesto de acuerdo para esparcirse en todos los lugares del piso, incluyendo debajo de la puerta de su vecino de al frente, que, por casualidad mía, le parecía lindo desde el primer día que lo vio justo después de mudarse.

Repito: me conocen más por cruel, que por justo.

Nadia volvió a maldecir su suerte y esta vez se insultó a ella misma por estar más pendiente de sus pensamientos que de los papeles que tenía que entregar al día siguiente al Señor Gruñón.

—Nadia ¿Al menos has leído un trabajo del señor Carrizal?

—N-no señor—. Miró hacia el piso, no quería verlo a la cara, sabía que lo que estaba haciendo era humillante, pero no le quedaba de otra.

El señor gruñón la observó con desdén.

— ¿Me estás diciendo que no has leído ningún trabajo de Alberto Carrizal, pero igual vienes a mi oficina para que te asigne trabajar con él? — Empezó a reírse como si le estuvieran contando un buen chiste porque, para él, eso era — ¿Te volviste loca Nadia?

—Señor puede que no me haya leído ninguno de los trabajos del señor Carrizal, pero tengo suficiente tiempo en la carrera para saber lo valioso que es como escritor.

—No respondiste mi pregunta ¿Acaso te volviste loca? Sería una completa falta de respeto para un escritor que lleva más de diez años escribiendo libros asignarle a alguien que, además de no ser capaz de editar bien un libro, no ha leído ninguna de sus historias.

—Perdóneme, pero me siento lo suficientemente capaz...

—Te perdono, Nadia— dijo interrumpiéndola —Mar de estrellas, Un beso en Italia, Adiós mi amada Noelia, todos esos libros fueron la gran caída de los escritores más fuertes en nuestra editorial y tienen algo en común, que tú fuiste la editora encargada—. Se miró las manos revisando que no tuviesen rastro de mugre— ¿Sabes cómo te dicen en los pasillos? La mata escritores. Y yo no voy a arriesgarme a ponerte como editora de lo único bueno que tiene esta editorial.

A Nadia le entraron unas inmensas ganas de llorar y no se atrevía a verle la cara a su jefe.

—Por los momentos te dejare con trabajos de escritores nuevos, toma este manuscrito y corrígelo...

—Señor he trabajado en esta editorial por cinco años, sé que últimamente mis trabajos han dejado mucho que desear, pero, si me da esta oportunidad, le juro que no le voy a fallar— esta vez había sido ella quien lo había interrumpido.

El solo sonrió sarcásticamente.

—El señor Carrizal viene mañana para terminar detalles del contrato, si me das los análisis y críticas de todas sus obras para el día de mañana, pensaré en asignártelo. Mientras tanto, no te hagas muchas ilusiones. Te repito, no voy a sacrificar a un gran escritor por tu culpa.

Hubiera sido un poco fácil, Nadia leía y entendía rápidamente, por eso decidió ser editora. Pero Alberto Carrizal tenía un total de veinte libros publicados. No conforme con ello, el bus se atrasó más de lo normal, se paraba en todos lados y las personas entrabas como si no notaran que ya no había más espacio para ellas, como si el bus, de manera mágica, se hiciera más grande por solo ellas entrar. Además, no tenía luz en su apartamento, todos los manuscritos que había pedido del señor Carrizal estaban esparcidos en el piso y por si no fuera poco uno de esos papeles estaban debajo de la puerta de su vecino.

El día no podía ser peor para ella, pero por supuesto, estaba yo para ponerlo más interesante.

Nadia solo podía ver con la poca luz que le proporcionaba su teléfono los pedazos de papeles esparcidos en el piso, cada uno más lejos del otro. Se habían puesto de acuerdo para molestar a Nadia un rato, la chica que le dio los manuscritos le recomendó que los engrapara todos, pero ella obstinada dijo que no, ya que así sería más fácil leerlo.



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En el texto hay: destino, amor, decisones de amor

Editado: 04.10.2018

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