Brisas de Junio

Lineas cruzadas

7:00 am

El jefe de Nadia leía cada palabra impresa en el blanco papel que ella le había entregado, sus ojos bailaban de izquierda a derecha que de manera discreta buscando el más mínimo error que este tuviera pero no encontró nada, absolutamente nada, era complemente perfecto el análisis que había hecho, sus palabras eran concisas y precisas no había error, era detallado, objetivo pero a la vez no era tan largo, esa mujer pareciera haber sido cambiada de la noche a la mañana por alguien mejor pero igual a ella.

Algo que él no sabía era que Nadia había recibido un poco de ayuda, y no divina exactamente… Bueno no del todo.

—No puedo negar que estoy impresionado con su trabajo—dijo tratando de no atragantarse con sus palabras. —Le debo unas disculpas por lo que le dije ayer.

A Nadia se le formo una sonrisa capaz de hacerle doler las mejillas por el estirón, pero en realidad no le importaba nada, ni tampoco le importaba la cara de amargura que llevaba su jefe en ese momento, el mundo podía caerse, todo podía desvanecerse y le daría igual. De eso solo le importaba que hubiera logrado lo que por mucho tiempo no pensó que pasaría, después de tanto tiempo había hecho algo bien sin tener que tropezarse de manera metafórica y literal o al menos no tanto de lo que se esperó.

—No se emocione mucho, todavía tengo mis dudas sobre usted por eso estaré muy pendiente sobre su trabajo y yo seré el que se lo corrija—El señor gruñón se acercó de una manera muy depredadora a su escritorio. —Recuerde que para mí sigue en periodo de prueba.

Los ojos de su jefe eran muy abrumadores, eran del mismo verde que el de Julio pero no intensos como los de él si no cautelosos pero peligrosos como los de una fiera a punto de atacar a su presa, algo muy intimidante para su gusto. Pero a Nadia no le había impresionado el comentario, sabía que el señor gruñón era alguien terco y muy cuidadoso en su trabajo, en el más mínimo descuido la primera cabeza en rodar sería la de ella pero eso tampoco le importaba, incluso estaba segura de darle un beso si le era posible, en un mundo donde su jefe fuera agradable con ella y no quisiera despedirla con tanto afán.

Lamentablemente los ojos de la fiera que tenía al frente la abrumaron y empezó a decir cosas sin sentido.

—Señor, le agradezco que haya depositado su confianza en mí ¡Le juro que no le voy a fallar!... Perdón no era mi intención en gritarle… Digo es la emoción de que haya tenido al señor Carrizal… ¡Pero eso no significa que me vaya a nublar el juicio del trabajo por eso!—hizo una pequeña pausa y luego dijo para sí misma. — ¿Así se decía la frase?... ¡Perdón eso no tenía que ver!

Incluso yo sentía pena por Nadia, debo confesar que hubo un momento en el que trate de ayudarla pero para mí también era difícil callarla.

Bajó la cabeza otra vez, deseaba que su boca tuviera vida para que la misma se impidiera abrirse cuando presentía que ella diría algo estúpido, ahora Salvatore la miraba como un bicho raro de nuevo, genial iba a perder todo el esfuerzo de una noche solo por no saber callarse.

—Perdóneme…—dijo aun con la cabeza agachada y muerta de la vergüenza algún día se iba a coser los labios voluntariamente.

La mirada de fiera no se había inmutado, Nadia los sentía más abrumadores que antes, de los nervios ya empezaba a sudar frio y le rogó a cualquier ser que la salvara de ese momento. Pero no, ese ser la iba a ignorar por estúpida.

—Voy a olvidar el acto infantil que acabo de presenciar en estos momentos, y le pediré que no se comporte de esa manera frente al señor Carrizal—le respondió indiferente acomodando sus papeles aunque en sus adentros Nadia agradecía que no la estaba mirando más. —Queremos darle una buena imagen sobre esta editorial.

Perfecto, la había llamado inmadura de manera subliminal (O bueno, no tan subliminal) la había humillado otra vez y no podía decirle algo, por lo menos responderle de la manera que ella hubiera querido (Aunque sabía que si tuviera la oportunidad tampoco lo haría por lo cobarde que era), pero esta vez no le afectó, solo quería salir de esa oficina, agarrar su poca valentía y no tratar de mostrársela a su jefe, porque a ese paso sería ahogada en su propia inseguridad de nuevo.

—Por supuesto señor—estaba dispuesta a irse, de dejarlo todo tirado y escapar cada segundo que seguía con su jefe y esos ojos le hacían poner los pelos de punta, antes de su huida se acordó de algo. — ¿El señor Carrizal no venía hoy para terminar algunas cosas con su contrato?

Y eso para ella fue mala idea, el señor gruñón volvía a encararla y ella se sentía pequeña de nuevo, su jefe sonrió divertido ante el comentario aunque confieso que yo también sonreí con él, este tipo de cosas me resultaban de lo más divertido.

—Me llamaron ayer en la noche para notificarme que cancelaron la reunión para la próxima semana.

Nadia se puso roja de la rabia él pudo fácilmente llamarla para decirle que podía hacer su análisis con más calma no tenía excusa, el primer día pidió el número de todo el departamento para llamarlos en ese tipo de situación el solamente quería retarla. El señor gruñón esperó un comentario de ella pero solo sonrió y dijo “Esta bien” de la mejor manera que pudo, no podía encararlo no así, la mejor manera de hacerlo era teniendo un buen trabajo con el señor Carrizal tenía que repetirse que podía hacerlo. Cuando salió de su oficina solo suspiró y se recordó a si misma que al menos todo eso valió la pena.



#44710 en Novela romántica
#12062 en Joven Adulto

En el texto hay: destino, amor, decisones de amor

Editado: 04.10.2018

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.