-Noche de boliche-
—Si estuvieras en Francia ¿Cómo pedirías una orden de papas a la francesa?
La extraña pregunta que Joseph había soltado al aire, hizo a Claire dejara de lado su ensalada y se concentrara en la peculiar plática que sus primos mantenían.
Ya hace un par de horas que toda la familia Mcflay se encontraba reunida. Platicando animadamente y comiendo los platillos que la abuela había preparado.
—Solo llegaría y pediría una orden de papas—Josh responde mientras mira con diversión a Joseph—al final de cuentas es comida.
—¿Pero cómo sabrías que son francesas?
—Si estoy en Francia es obvio de donde provienen ¿no? Deja de preguntar estupideces Joshep.
La manera en como sus primos discutían hacia más amena la hora de comer. Era bastante cómico admirar sus peleas interminables y lo tan diferentes que eran entre ellos.
—¿Pero porqué le llaman "papás a la francesa"? son solo un tubérculo que puede provenir de cualquier país—Claire agregó a la discusión, llamando la atención de los demás.
—"Tubérculo" me suena a grosería. No digas esas palabras Claire.
Una carcajada resonó entre los adolescentes, con el comentario de Josh.
—Es verdad, imagina que vas por la calle y alguien te grita—Joseph puso sus manos sobre su boca tratando de hacer alguna especie de altavoz—¡Ey tú! ¡Eres un tubérculo!
El grito estrepitoso del muchacho, hizo que los adultos miraran desde la sala hasta la cocina. Examinado con duda a los muchachos sentados en la mesa.
Otras risotadas resonaron en la casa, aumentado la duda de sus personas alrededor.
Definitivamente estos eran los momentos que Claire había estado extrañado.
—Josephine ya se tardó, si no baja en 5 minutos nos iremos a los bolos sin ella.—el primo mayor demandó mientras se levantaba de su lugar y se recargaba con impaciencia sobre la encimera.
—¿No se supone que pidieron permiso para faltar a la escuela?—la castaña cuestionó .
Joshep le regalo un pequeño asentimiento de cabeza.
—Así es. Precisamente por eso tengo la sospecha de que la llamada no era de la escuela.
—Uy, así que tendremos primito nuevo.
Los fulminantes ojos de Joseph se clavaron sobre Josh. Dándole a entender que su comentario solo le había divertido a él.
—No digas estupideces.
—¿Qué tendría de malo? Acaso piensas meter a tu hermana en un convento para que se mantenga pura e intacta por siempre.—reprendió con saña.
—Si es necesario, lo haré.—el pelinegro se encogió de hombros.
—Es ridícula tu manera de protección con Josephine —por fin la chica hablo— La terminarás sofocando con tu presencia. Ademas, como si tu fueras muy inocente.
El susodicho estaba apunto de responder, cuando la cabellera negra de su hermana atravesó el umbral de la cocina.
—Perdón por la tardanza chicos. Mi maestra de física es un tremendo dolor de cabeza—se excusó la recién llegada, tomando asiento al lado de su hermano mayor y volcando los ojos con exageración.
—¿La maestra de física o tu ligue de la semana?—Josh soltó con una risa burlona entre sus labios.
—Solo vámonos ya. Y tú—el dedo índice del pelinegro mayor señaló con determinación a Josh— deja de provocarme.
Una risotada salió de la boca del primo de Claire.Al parecer sacar de sus casillas a Joshep había sido más fácil de lo que él recordaba.
Josephine tomó de la mano a Claire y ambas salieron junto con los dos chicos detrás. Habían acordado ir de paseo y salir a divertirse un rato, pues no todos los días se podía juntar a los cuatro primos Mcflay.
A sus padres no les pareció mala idea pues incluso hasta su tía Jazmín les había prestado su automóvil. Los únicos que podían conducir eran Josh y Joseph, las chicas aún no contaban con licencia a pesar de que ya estaban en edad de poder tramitarla.
Al llegar al aparcamiento frente a la casa, todos se dirigieron hacia el auto gris estacionado justo del lado derecho, ambos muchachos se montaron en los asientos delanteros, dejando atrás a Josephine y Claire.
No obstante después de unos cuentos minutos dando vueltas por la ciudad llegaron a aquel boliche al cual solían ir cuando eran niños. Estar en este lugar traía gratos recuerdos a la memoria de los jóvenes.
Era difícil olvidar la época en donde todo parecía ser más fácil. Cuando iban en secundaria solían venir todos los viernes después de la escuela, siempre el mismo cuarteto de jóvenes llegaba cada viernes a lugar. Reservaban la mesa número 4 y pedían una gran orden de nichos para el resto de la tarde. Estar ahí significaba conmemorar los viejos tiempos.
Cuando todos entraron, la familiaridad del lugar les resultó agradable, era Domingo y aún así, sorprendentemente, solo unas cuantas personas estaban dentro. Buscaron con la mirada lista mesa que usaban años atrás, se acomodaron y decidieron que sería una ardua competencia entre chicos contra chicas.
—Si nostras ganamos pagan la cena de hoy—la compañera de claire inmediatamente eligió cuál sería su premio.
—De acuerdo—Josh aceptó—que ese sea el castigo para el dúo perdedor de hoy: pagar la cena.
Sin más, los cuatro chicos comenzaron la competencia. Algunas veces haciendo bromas absurdas de lo mal que tiraban o de las veces que casi se caían. Al parecer los cuatro, durante estos años habían perdido su práctica.
Josh terminó de tirar su bola, celebrando con un pequeño baile y canturreando como "era el mejor" cuando su tiro le dio una chuza. Haciendo que el marcador les diera una ligera ventaja para ellos.
Era turno de que Claire tirará. Si lograba tirar por lo menos cuatro pinos eso haría que la competencia siguiera, pero si no lo lograba los hombres ganarían.
—¡Tú puedes pequeña Clai! —desde la mesa Josephine la ánimo—¡Recuerda que tenemos que patearles el trasero!
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Editado: 10.01.2022