Broken Hearts

Prólogo

Aquel día hacía un frío que con solo poner el pie fuera del acogedor interior de una casa tan cálida; los pies, incluso dentro de gruesos zapatos, las manos, mejillas y la punta de la nariz se hubieran congelado y puesto lo suficientemente rojo como para volver adentro y no salir aquella noche. La nieve crujía cada vez que una persona caminaba por donde se suponia que debia de estar la acera de la calle.

  La mayor parte de la ciudad de San Francisco, había sido arrasado por casi 30 centímetros de nieve, pero lo que llamaba la atención de aquella fría noche eran unas largas y adosadas casas ubicadas en la calle de Scott St en San Francisco, que además de estar cubiertas de nieve, a dentro se oían unos gritos que le pertenecían a una Madre la cual llamaba con claro enojo a su hija.

    —¡Joe! –Gritó la madre mientras subía las escaleras con un aire molesto y daba fuertes golpes con sus pisadas cada vez que subía un escalón. Al final de un pequeño pasillo, en el cual se venían dos puestas, se detuvo en la puerta en la cual tenía un pequeño cartel el cual ponía: Joey Room

    —Joe… –Repitió la madre pero esta vez más calmada mientras daba pequeños golpes a la puerta para ver si había respuesta, pero no lo hubo. –Voy a entrar, quiero hablar contigo. –La madre entró al dormitorio de su hija, pero no lograba ver nada, ya había anochecido y todo el dormitorio estaba en penumbra, pero el reflejo de la luna y algunos faros de las calles se colaba por la rendija de las cortinas. –¿Joe? – vaciló su madre. Esta comenzó a buscar el interruptor del dormitorio que sabía que estaba al lado de la puerta por lo que comenzó tantear la zona hasta que dio con él y lo presiono.

 

 Todo el cuarto se iluminó, lo primero que logro ver sus ojos luego de que la luz de la habitación la dejaran un tanto encandilada, fue el escritorio, las silla tumbada y unas cuantas hojas repartidas por suelo de madera, caminó unos pocos pasos ya que era un pequeño pasillo para dar el espacio a un pequeño baño privado a la izquierda de la puerta del cuarto.

  La madre volvió a llamar a su hija, pero no volvió a tener respuesta, aunque ella sabía que sería raro que hubiera alguna respuesta normal.

   Al pasar aquel pasillo lo primero que vio no era lo que esperaba.

Su hija se encontraba boca abajo, tirada en la cama y una de sus manos caía por el costado y de su dedo goteaba un hilo de sangre.

  Toda la cama estaba llena de un inmenso manchón de sangre a causa de que la tela de la cama había comenzado a absorber. Su madre se quedó en blanco, viendo al inerte cuerpo de su hija que yacía tumbada, pálida, sangrante y tal vez, muerta. Su corazón dio un vuelco hacia atrás y la mujer corrió hasta su hija llamándola una y otra vez, pero esta no respondía. La giró y la vio llena de sangre en su ropa, y como caía sangre de su nariz, boca e incluso los lagrimales de sus ojos.

Tras ver esa desgarradora escena, la joven mujer gritó hasta desgarrar su garganta.

    —¡AYUDA! POR FAVOR! –Grito desesperada la Mujer– JOEY, DESPIERTA! –Sacudía los hombros de su hija la cual no abría los ojos– ¡MADRE! –Una anciana entró apresuradamente a la habitación preguntándose qué estaba sucediendo, pero no alcanzo hacer ninguna pregunta al momento de ver la escena. Le tomó unos segundos asimilar lo que estaba sucediendo cuando esta agito la cabeza y preguntó ahogadamente que sucedió– ¡No lo se! –Respondió la Mujer entre lágrimas.

 

  Un cuerpo inerte entre los brazos de su madre desesperada, la chica tan pálida y con apenas una leve respiración; moribunda entre la vida y la muerte.

Un corazón roto no muy lejos de ahí el cual corría con desesperación por encontrar lo que había perdido.

 Aquella noche podría ser la última, una historia de alguien en la que llegaría a su final.

Tal vez.



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En el texto hay: misterio, juvenil, romance

Editado: 14.04.2019

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