El brillante sol de principios de otoño acarició su piel blanquecina ni bien abandonó la seguridad de su casa. Hacía algo de viento, pero la claridad del alba no le dejó discernir entre sí habría lluvia o solo sería otro de esos días templados.
Segundos antes de salir, había pasado junto al único espejo de su casa, pero decidió no mirar, tenía miedo a ver algo que no le gustara, temor a encontrarse con un centenar de defectos que no podría cubrir bajo ninguna máscara.
Mientras caminaba, sintió el repentino impulso de sonreír. No era dicha o felicidad el estado de ánimo que lo regía, sino ironía, cruda y melancólica ironía de saberse aborreciendo otro día, aun cuando este todavía no comenzaba.
Las gafas de sol resbalaron ligeramente por su nariz cuando dio vuelta en una de las esquinas. Se aseguró de fijarlas una vez más en su lugar y aferró fuertemente la bolsa plástica que contenía de manera ineficiente los libros del itinerario.
«Son solo siete horas» se recordó a sí mismo en su afán por evadir las ganas de no entrar, de frenar su caminata y dar marcha atrás a la seguridad de su hogar, donde nada ni nadie podría dañarlo, donde no era una escoria repulsiva a la que querían eliminar a toda costa.
Porque para Noah Styles, el sitio que albergaba lo más amargo de su existir...era el colegio.
***
Tarde. Iba malditamente tarde, lo que era peor, había perdido ya la primera clase.
¿Y a quien mierda le importaba?
No era como si se retrasara todo el tiempo. De hecho, su lista de asistencia era impecable, ni un solo retraso o falta figuraba en ella.
Hasta ahora.
«Maldito Ian»
Claro, de no haber sido por las insistencias de su hermano en busca de ayudarle a limpiar la cocina, no se habría demorado más de la cuenta. No era como si se catalogara a sí mismo como un "nerd" pero quedaban escasos meses para graduarse de la preparatoria y definitivamente quería empezar con el pie derecho. La universidad a la que había calificado no permitía fallas de ningún tipo. Y eso implicaba el llegar tarde sin justificante alguno.
«Mierda. Estúpido Ian. De seguro lo había hecho a propósito»
Ya sabía él lo mucho que se había esforzado esos dos años y medio por sobresalir en la lista de mejores promedios, tendría que saber, por tanto, que aquello repercutiría de alguna manera en los resultados del último semestre.
Molesto con su hermano, y consigo mismo, giró en la avenida, asió con firmeza su maletín y maldijo la ausencia de su coche que seguía aguardando en un taller automotriz para el cambio de las suspensiones y la instalación de una bujía.
La calle estaba desierta y, sin embargo, se escuchaba el bullicio estudiantil del otro lado del interminable muro que tuvo que rodear para llegar a la entrada. Masajeándose el puente de la nariz con reprimidas ansias, subió los escalones faltantes, y entonces lo vio.
Había un chico, estaba de pie frente al inmenso portón grisáceo. Y aunque se hallaba de espaldas y cabizbajo, Saul pudo notar la contradicción de aquel joven respecto a entrar o quedarse en su sitio.
—Disculpa, permiso. —su intención inicial había sido pasar, por un lado, limitarse a seguir su camino como todos los días y ya, simple y preciso, no obstante, un atisbo de minúscula curiosidad se encendió en sus pupilas oscuras al reparar en las gafas del chico.
Confundido, Saul se permitió observarle mejor. A simple vista parecía un estudiante promedio, ni muy alto ni muy bajo, delgado, tez morena y de actitud extraña. Llevaba un gorro negro a pesar del calor que hacía, y las gafas de sol no hacían más que acrecentar su extravagancia.
—¿No entras? —Saul se sorprendió a sí mismo, cuestionando en voz alta.
El chico sin embargo solo se encogió de hombros por respuesta, propiciando que su curiosidad se elevara unas tantas décimas.
—Hace calor. —comentó, dirigiendo la mirada al cielo en un último intento por averiguar la razón de semejantes prendas.
—El clima está bien. —musitó algo cohibido.
—Vaya, así que no eres mudo. — tras haberlo dicho, Saul carraspeó.
En los cinco semestres que llevaba asistiendo al colegio, apenas si conversaba con una minoría de sus compañeros, y en cambio allí estaba, perdiendo su valioso tiempo con un chico raro que a todas luces no quería abrir la boca. —Voy tarde a clases.
—Yo también… —el chico, incomodo, movió el pie en círculos sobre la tierra, su intento por ocultar la bolsa plástica resultó infructuoso luego de que Clifford retrocediera los pasos dados para mirar de cerca.
—Oye espera un momento ¿Y tú mochila?
Noah apretó los parpados y contrajo un poco los labios.
—Pues… la lavé. —mintió fingiendo una pequeña sonrisa, deseoso de que se alejara.
—Creo que va a romperse. —dijo Saul al echar un vistazo a la cantidad de libros.
Una vez más, Noah se encogió de hombros.
—Eres el tío más raro. —chasqueó la lengua y bajó su maletín para inspeccionar lo que llevaba. Bolígrafos, libreta, calculadora y un par de libros. —¿Cambias?
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Editado: 17.01.2024