Browbeater (intimidante)

Capítulo 2

Apenas atravesó el umbral de la puerta cuando unos brazos fuertes lo sujetaron de los hombros, devolviéndolo de un golpe sordo y estrellándolo contra la pizarra. Su espalda recibió toda la potencia del primer puñetazo, haciendo que su cuerpo se doblara por inercia a causa del dolor.

No se quejó, permaneció largos segundos sujetándose el estómago, tratando de recuperar el aire que de forma imprevista y violenta le había sido arrebatado. En cuestión de segundos, el maletín tocó el suelo.

Tratando de recuperarlo, Noah alargó el brazo.

—Ah, ah, ah. Llegas tarde y encima no cumples con tu presentación diaria.

Con la mandíbula tensa, Noah llevó ambas manos a las ajenas que lo habían jalado fuertemente del cabello de la nuca.

—¡Preséntate!

Ladeó el rostro, encontrándose con las miradas expectantes y divertidas de sus compañeros de curso. Quien lo tenía sujeto era Paul Hume, un chico dos años mayor que había repetido consecutivamente el año debido a sus bajas notas.

—Por favor… —susurró, sintiendo sus pies resbalarse en el linóleo.

Paul era al menos diez centímetros más alto, no era robusto, pero poseía la fuerza suficiente para hacerle un daño considerable si no hacía lo que se le estipulaba.

—¡Preséntate! —la orden fue más clara esta vez, y fue acompañada de un abucheo generalizado.

Lentamente, Noah dejó de sostener las callosas manos del castaño y se permitió quedar de frente al resto de la clase. No importaba cuantas veces se resistiera, siempre lo forzaban a doblegarse, y si se resistía, las cosas solo empeoraban.

—Soy un marica… —musitó en un susurro ahogado a causa del llanto retenido.

—¡¿Lo oyeron?! —se mofó Paul, enseñando un risa exagerada mientras sacudía de lado a lado los mechones dorados que habían permanecido ocultos bajo la gorra. —Yo no oí nada ¡Repítelo y añade lo que te dije la última vez!

Noah tensó los hombros, sus ojos dejaron de observar aquellas sonrisas maliciosas para fijarse en sus desgastados converse en un intento por evadirse, por transportarse a un lugar ajeno.

—¡Soy un marica! —habló, más fuerte esta vez, hasta que Paul Hume intensificó el agarre y le asestó un puñetazo que hizo crujir una de sus costillas derechas.

—¡Más fuerte! —exigió Hume, enderezándolo al tirar de los cabellos hacia atrás.

—¡Soy un marica! —gimoteó un adolorido Noah. —¡Soy marica y me gustan los pitos!1

La clase entera prorrumpió en sonoras carcajadas que fueron amortiguadas por el sonido del timbre.

Noah se vio por fin libre de la sujeción, recuperó el maletín, e inmediatamente después, se colocó el gorro para ir a sentarse.

—Perdedor. —vociferó Zoe Horan a sus espaldas, vertiendo sobre sus hombros el contenido de su vaso desechable.

Noah se estremeció de forma inevitable, tiritó y agachó la cabeza hacia la paleta de su pupitre que rezaba: me acuesto con los profesores para no reprobar el semestre.

«¿Por qué...? »

Se lamentó en silencio, cubriendo la sarta de insultos con algunos libros.

«¿Por qué me odian tanto?»

***

—¿Cuál es la unidad fisiológica y genética de todo ser vivo?

El silencio inundó el aula tras el cuestionamiento. Los estudiantes de último año se habían distraído mediante banales y superficiales peroratas, cuyo tópico principal derivaba en la fiesta de graduación que tendría lugar dentro de escasos meses.

Algunos jóvenes intercambiaron miradas cómplices de no tener idea de lo que se estaba hablando, y entretanto, el profesor de biología suspiró, se ajustó la bata blanca y deambuló entre las hileras de pupitres hasta detenerse en uno en específico.

—¿Saul Clifford?

El interpelado dejó de garabatear en el cuadernillo, alzó la mirada hacia su interlocutor, viéndose reflejado en aquellas profundas y lascivas irises color ámbar.

—La célula. —respondió, neutral ante el escrutinio ajeno.

—Como de costumbre, superas mis expectativas. —relamiéndose los labios con ansias, el profesor Oan se dirigió de vuelta a la pizarra.

—¿Alguien sería tan amable de decirme cuales son las bases nitrogenadas del ADN?

Silencio sepulcral.

El profesor Oan aspiró aire con decepción.

—¿Clifford?

Saul entornó los ojos con tedio antes de responder.

—Adenina, Timina, Guamina, Citosina.

—Brillante. —aplaudió el profesor Oan. —Tal como tu hermano.

Irritado por la mención, Saul quiso disimular al mirar por la ventana. Oan había sido profesor de Ian años atrás y lo cierto era que su imagen viperina le inspiraba repudio, además, como si no fuera suficiente, se había convertido en su alumno "favorito" por mero capricho del mentado biólogo obsesionado con las serpientes.




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