Browbeater (intimidante)

Capítulo 6

Noah se quedó mirando por tiempo indefinido su credencial, todavía rememorando la ayuda que había recibido de Saul el día anterior. Sin poder salir aun de la ensoñación, giró lentamente la cerradura de su casillero, siguiendo el patrón de la combinación. Siete dígitos exactos y la puertecilla metálica se abrieron con un chasquido seco.

De inmediato, Noah retrocedió, sus oídos no prestaron atención a las risas, pero su mirada no fue capaz de esquivar las decenas de fotografías y frases adheridas en las paredes internas de su casillero. La mayoría de las fotografías pertenecían a hombres semidesnudos en cuyo reverso se leía:

"Mastúrbate con esto"

El resto de las imágenes habían sido sacadas de varias revistas y enciclopedias que hacían una burda comparación de zorros con su persona, todas con alusivas frases que alentaban a buscar las diferencias entre ambos "especímenes", cuál era la mascota perfecta, y varias insinuaciones más que Noah no quiso seguir leyendo.

Sumamente afectado, arrancó cada una de las fotografías e imágenes, y ni siquiera se percató de en qué momento Paul se situaba junto a él hasta que fue demasiado tarde. El flash de la cámara lo cegó por varios segundos. Y entretanto, la multitud estudiantil aplaudía enardecida por los nuevos cotilleos que se armarían a partir de tal descubrimiento.

—Espero que no te importe. —se burló Paul, alzando la cámara en actitud de victoria y sonriendo al máximo—. Es para el anuario escolar, ya sabes, chicos promiscuos.

Noah cerró su casillero de un portazo, sintiendo atragantarse con el molesto nudo que se formaba una y otra vez en su garganta.

¿Hasta cuándo...?

¿Cuándo iban a parar?

***

—¿Noah?

Noah dejó de mirar su pupitre, levantó la mirada y se vio a sí mismo aislado de sus compañeros, quienes habían formado varios equipos para realizar alguna actividad en específico. Actividad a la que él no prestó atención por hallarse cavilando, ajeno al entorno, como una pieza de rompecabezas que no encaja con el resto.

—Sigo esperando, Styles. —espetó el profesor.

Howard era su nombre, y no había un solo alumno que no lo tuviera por pervertido empedernido a raíz de una revista pornográfica que había sido descubierta en su portafolios meses atrás. Howard, a pesar de su estricta personalidad y extraña apariencia, era buena persona.

Había sido nombrado como orientador y se le habían asignado tres de los seis grupos primerizos del colegio.

Noah se puso de pie, observó a uno y otro equipo, y rasgó inconscientemente la pintura de su banco al notar que Cora le esquivaba la mirada con un gesto extremadamente desdeñoso que dejaba en claro su actual postura.

—Creo... —miró a Tadeo hacerse el dormido. A Leónidas bajando la mirada para evadirlo visualmente. Tezza desviando el rostro hacia la ventana. Thalía agachando la cabeza con pesar—. Que haré el trabajo solo.

—Son dos tomos enteros, jovencito. —gesticuló Howard en tono autoritario, quitándose los lentes oscuros para confrontar los apagados ojos azules, recibiendo un encogimiento de hombros por respuesta—. Si así lo quieres.

Rendido, Noah se dejó caer en su lugar. Quiso imaginarse que estaba en otro sitio, rodeado de amigos, siendo ovacionado por algo. Su mano actuó por inercia, extrayendo su carnet que recelosamente guardaba en el bolsillo izquierdo del pantalón.

—Saul...

***

Llegada la hora del descanso, Noah tuvo que hacer una forzosa visita a la biblioteca. Había estado buscando sus libros por doquier, pero nuevamente habían tomado sus pertenencias sin permiso. Podía informar de ello en dirección, pero sabía que solo empeoraría las cosas. Además, seguramente se habían deshecho ya de ellos. Y Noah no tenía intención alguna de volver a hurgar entre los vertederos.

De suerte no había pescado una infección allí dentro.

Y es que después de volver a casa se vio obligado a desinfectar la herida con alcohol y agua oxigenada. La herida era muy pequeña pero dolorosa. Aunque ya empezaba a cicatrizar.

—Quisiera dos libros de ciencias y uno de geografía para primer grado, por favor. —extendió su carnet a la bibliotecaria, una chica de la mediana edad, delgada y de cabellos cortos en cuyo gafete se leía el nombre de Shane y notó que esta negaba firmemente con la cabeza.

—Me temo que no puedo entregarte. —profirió seriamente—. Los primeros son cubiertos por la cuota del gobierno, pero si llegan a extraviarlos se cobra una comisión del setenta por ciento del valor total.

—¿Y cuánto es? —Noah sacó su monedero de sapo, asegurándose previamente de no ser visto por nadie para no ser el hazmerreír de nuevo. Pese a la ausencia de sus tutores legales, la beca le proveía efectivo suficiente para los útiles escolares. —¿Cómo ha dicho? —se exaltó al oír la tarifa.

Era demasiado. Si alcanzaba para cubrirla, pero tendría que abstenerse de alimento por dos días.

—Lo siento. Son reglas. —Shane le devolvió la credencial. Y Noah se retiró del escritorio, apenado y cabizbajo. Ahora no podría hacer el ensayo que pidió el profesor Howard.




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