Era sábado por la mañana cuando Noah decidió abandonar la casa de los Clifford. No había podido conciliar el sueño y las ojeras ya empezaban a hacerse notorias.
—Noah, espera. —todavía no llegaba a la puerta cuando Saul lo interceptó—. ¿A dónde piensas ir?
Sin darse la vuelta, Noah se encogió de hombros.
—A mi departamento. Iba a darte las gracias, pero no quería despertarte.
Saul suspiró, se rascó la nuca en actitud pensativa y dedujo que Noah habría escuchado la conversación entre Ian y él.
—Mi hermano no...
—Es buena persona. —lo interrumpió Noah en tono seco—. Te quiere mucho, Saul. Y hace bien en protegerte.
—¿Por qué suena como si te estuvieras despidiendo? nadie ha dicho que te vayas.
—Saul. —vaciló. Tragó pesado y pestañeó para aclarar su mirada vidriosa—. Terminamos.
—¿Qué? —en cuestión de segundos, toda confianza por solucionar las cosas se esfumó. Saul se tensó por la inesperada afirmación, abrió los labios y volvió a cerrarlos. Se mesó el cabello y finalmente tomó a Noah del brazo—. ¿Por qué?
—No quiero... —hipó—. No quiero que vuelvas a buscarme. —se zafó del agarre, sabiendo que hacía lo correcto, que no se había dejado llevar por el egoísmo de retener a la persona más importante en su vida—. Adiós, Saul. —subió la cremallera de la chamarra, poniéndose el gorro en el proceso para evitar que nadie lo viera llorar cuando saliera.
«Gracias por todo... »
Saul permaneció estático en el umbral, su cuerpo se había congelado y no lograba discernir qué diablos había pasado.
—Noah.
***
Se ausentó dos días del colegio, quedándose en su casa para tratar de arreglar las piezas rotas que eran sus sentimientos. Tan difícil era lidiar con el dolor y la soledad, tan complicado era aferrarse a la realidad. Pero lo más complejo de todo había sido luchar contra sus impulsos de ir a buscar a Saul, de pedirle perdón por lo ocurrido y decirle que todo era mentira. Lo quería, y mucho, tal vez demasiado. Pero a pesar de que sus sentimientos eran sinceros, no había hecho más que darle problemas y dolores de cabeza. Además, estaba Tareck...
Lentamente apartó la cuchilla de su antebrazo, deteniéndose a contemplar las decenas de cicatrices que se había hecho en apenas ese par de días. Algunos cortes eran más profundos que otros, sin embargo, todos le habían producido una satisfacción enorme, una sensación de alivio inigualable. Dolía, ardía y punzaba, pero después no sentía nada, después todo estaba bien y podía pensar con claridad. Un dolor contrarrestaba otro.
Dolor físico por emocional. Eso estaba bien.
Ensimismado, vio escurrir la sangre entre sus dedos, gotas escarlata resbalando desde el reverso de su codo, zigzagueando hasta sus muñecas, manchando la dermis a su paso.
El reloj de pared marcaba las seis de la mañana. Noah salió poco a poco de la bruma mental en que se había inducido, se incorporó del suelo y avanzó tambaleante hacia la ducha.
La contestadora se activó luego del incesante repiqueteó del teléfono que Noah no quiso atender.
"Noah, soy Brahim, si oyes esto devuélveme la llamada. He tratado de llamar antes y no contestas. Supongo que no estás en casa"
Se desvistió de manera automática y se metió bajo el chorro de agua helada para despejar un poco su mente. Tal vez llamaría a Brahim más tarde, o tal vez seguiría abstraído en el mutismo.
¿Qué podría decirle?
Cuando lo necesitaba no estaba. Aunque tampoco era su obligación, no era su padre después de todo.
Alzó el rostro hacia la lluvia de agua para que el líquido limpiara todo residuo de lágrimas. No tenía permitido mostrarse débil en el colegio. Ya no.
Se vistió pausadamente, notando que el uniforme le quedaba más holgado que de costumbre, luego acomodó el itinerario del día y, como venía haciendo desde el viernes, solo tomó una manzana algo oxidada de la nevera y un vaso pequeño de jugo de naranja.
«Va a ponerse como un cerdo»
Tomó la perilla de la puerta entre sus dedos.
«Das asco»
Y salió rumbo al colegio.
***
—¡Más fuerte, Paul! —exigió Sven mientras se preparaba para recibir al rubio entre sus brazos.
—Como quieras. —sonrió el susodicho segundos antes de arrojar al rubio en un fuerte empujón.
Llevaban cerca de media hora repitiendo el mismo procedimiento de empujar a Noah de un lado al otro, cual, si se tratara de un simple muñeco sin vida, porque eso parecía realmente.
El patio trasero estaba despejado y todos estaban enterados de la suspensión de Saul Clifford, así que nada les impedía divertirse un rato a su cuesta.
—Alguien ha perdido peso ¿uh? —inquirió Sven con una amplia y falsa sonrisa, rodeando las delgadas muñecas con sus dedos.
Así y todo, Noah apenas dio un respingo, estaba taciturno, ajeno a lo que le hacían, enclaustrado en su propio dolor que poco tenía que ver con el actual.
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Editado: 17.01.2024