Noah llevaba la delantera. Esquivó varios obstáculos que consistían en jardineras, piscinas y rampas. Los neumáticos chirriaron al tiempo que el tubo de escape emitía una suave resonancia segundos antes de expulsar tóxicos gases a su paso.
—Increíble. —murmuró, viendo la motocicleta elevarse por inmensos paneles de cristal. Su personaje, un simpático esqueleto con cabello de fuego, bordeó el carril aledaño, retornando en "u" para recoger las piezas de cristal que le proveían energía y mayor cantidad de tiempo.
—¡Hmh! —Saul presionó dos botones del mando de manera simultánea, poniéndose a la par del personaje del susodicho.
Noah torció los labios en una mueca de desespero, oprimió el botón frontal y giró la palanca para elevar nuevamente la motocicleta. Estaba por llegar a la cima, el esqueleto se deformó en una bestial figura, algo parecido a un lobo descarnado con dos colas. Emocionado por la excelente calidad de los gráficos, emitió una queda exclamación de asombro, se acercó más a la pantalla y de pronto todo se volvió negro.
—Ian... —reprochó Saul al atisbar al responsable del reciente apagón.
Ian llevaba una bandeja con bocadillos en una mano, mientras sujetaba el cable del Smart tv con la otra. Sonriendo en todo momento, dejó los aperitivos sobre la mesita de centro.
— Llevan más de dos horas jugando, se dañarán la vista si siguen así.
Noah asintió apenado, dio las gracias y tomó un panecillo de nuez con crema batida que lucía y olía espectacular.
«A este ritmo se pondrá como Caleb»
Vaciló en el último segundo y optó por dejar el dulce en su lugar, recibiendo a cambio que los pares de ojos se situaran en él.
—¿Pasa algo, Noah? —indagó Ian, haciéndose con un panecillo.
Saul le había explicado la difícil situación del chico y él no podía menos que sentirse arrepentido de su trato pasado.
No había querido ser descortés en primer lugar, pero su insulso hermano menor era su prioridad en todo momento y, por consiguiente, no quería verlo afectado debido a un fugaz enamoramiento, propio de la edad.
—Es solo que tengo el estómago algo sensible todavía. —se excusó Noah, centrando su vista en el mando del videojuego.
Saul se había portado tan bien con él, que no tenía manera de agradecérselo. Primero habían visto una serie de películas de diferentes géneros y después hubo maratón de videojuegos. En todo momento Saul lo había dejado elegir a él, y sospechaba que también lo había dejado ganar.
—Ian tiene razón. —externó Saul, tomando un panecillo y trozándolo a la mitad, extendiéndole a Noah uno de los pedazos—. Deberíamos salir a algún sitio. —meditó.
Se habían levantado muy temprano y por eso se inclinó por el entretenimiento visual, pero sabía que era una pésima idea abusar de esa alternativa.
—Vamos al parque. —sugirió con seriedad.
Noah no quiso negarse. Sentía calambres en las manos y le ardían un poco los ojos por tantas horas frente al televisor, aunque no se arrepentía de nada.
Miró a Ian y le agradeció por segunda ocasión, añadiendo una leve reverencia esta vez, retirándose junto al pelinegro a su próxima salida juntos. Estaba por salir al jardín cuando Ian lo interceptó del brazo, forzándolo a devolverse en el descuido de Saul para susurrarle.
—¿Podría hablar más tarde contigo? Es sobre mi hermano. —Noah boqueó indeciso, miró por encima de su hombro y vio que Saul yacía de espaldas en la acera contraria, aguardando por él.
—De acuerdo. —se encogió de hombros y sintió su rostro ruborizarse cuando el mayor le revolvió el cabello, afectuoso.
***
La cálida brisa vespertina arrancó varias hojas secas, creando divertidos remolinos por todos lados, esparciendo los trozos restantes sobre la hierba opaca, cerca de donde se encontraba el inmenso mantel blanco en el que yacía sentada la pareja.
Con la vista fija en el cielo, Noah atinó a pestañear. Entre sus dedos se había colado una diminuta hoja seca que trituró al cerrar la palma de su mano. El crujido que emitió la planta marchita fue en extremo relajante para sus oídos, así que se incorporó y buscó más en el prado, siempre bajo el escrutinio del inexpresivo pelinegro.
—Hay tantas. —se sorprendió el rubio al mirar en derredor.
El viento soplaba tan fuerte que no dudaba que la mayoría de los árboles perdería su revestimiento pronto. Incluso en la orilla del muro que dividía el parque con el exterior estaba cubierto de hojas secas. Había una gran pila en la que Noah tuvo muchas ganas de saltar encima, pero se arrepintió y en cambio tomó un puñado de hojas para triturarlas entre sus manos.
Hacía tanto que no disfrutaba en el exterior. Su rutina era tan monótona y vacía que ni siquiera comprendía cómo había estado tan ligado a ella. Y es que, al no tener amigos, se veía en la obligación de permanecer en casa después de clases, siempre en compañía del profundo y solitario silencio que velaba por él día y noche.
—Te diviertes con las cosas más simples. —para cuando quiso darse cuenta, Saul ya estaba junto a él, cubriéndolo con su chaqueta oscura de terciopelo—. Vas a enfermarte.
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Editado: 17.01.2024